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Lágrimas de dolor, de rabia, de impotencia, de pena, pero también de alegría, de orgullo, de sentimiento, de pasión. Empezó la noche con un ambiente espectacular, como hacía tiempo no recordaba en Mestalla. Los aficionados acudimos a la llamada del club, como siempre hacemos, a recibir al equipo. Daba igual si estaba la Curva Nord o no. Los que estábamos hicimos que su ausencia no se notara. El ambiente en los aledaños del estadio hacía presagiar que sí iba a haber 'reamuntada'. Y si el recibimiento fuera fue mágico, dentro no lo fue menos. Esas lágrimas de sentimiento y de pasión empezaron a aflorar.

¡Ay! ¡Qué felices nos las prometíamos cuando Gameiro marcó tan pronto! ¡Y qué pronto llegó la decepción! Fue un querer y no poder ante un equipo muy superior y, todo hay que decirlo, justo vencedor. La gente empezó a desfilar pronto, cosa que no voy a criticar porque entiendo su disgusto, y porque yo también lo hice. No quería seguir viendo como marcaban cada vez que llegaban, ni quería seguir escuchando a los hinchas del Arsenal. Así que opté por salir antes y no por ello soy menos valencianista que nadie. Es entonces cuando afloraron las lágrimas de rabia e impotencia. Y como las mías las de algunos niños y no tan niños que me crucé en el camino.

Imagino a sus padres intentando calmar el disgusto de los más pequeños diciéndoles que eso era ser del Valencia, sufrir y llorar mucho. Que él lo había hecho toda su vida con las derrotas y también con las victorias del Valencia. Que esas lágrimas por la derrota podían convertirse en lágrimas de alegría el próximo 26 de mayo en Sevilla. Que nunca perdiesen la ilusión ni la fe en este equipo, que es capaz de lo peor y de lo mejor.

Después de esta decepción no nos merecemos otra. Esos niños se merecen ir a la final de la Copa del Rey y ganarla. Porque las lágrimas no son las mismas. Un año con tanto en juego tiene que tener un final feliz. Pero si el final no es el deseado, cosa que estoy segura no va a pasar, siempre les podremos decir que nosotros tardamos casi 30 años en celebrar un título del Valencia. Y luego vinieron varios seguidos. Y si ganamos la Copa, que es lo que va a pasar, les diremos que ellos tan pequeños ya han vivido su primer título y han hecho su primer viaje a una final y tendrán la suerte de vivir muchos más momentos así, seguro. Y les diremos también que nunca dejen de llorar de alegría o de pena por este equipo porque eso es lo que nos hace grandes. Así que papás, mamás, abuelos y abuelas, tíos y tías nos toca levantarles ese ánimo y preparar el pack completo para lucirlo en Sevilla y celebrar a los pies de la Giralda su primer título, la Copa del Rey.

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