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Un 9 d'Octubre en paz

El Día de la Comunitat Valenciana no puede volver a convertirse en un triste relato de incidentes provocados por radicales

EDITORIAL

Jueves, 4 de octubre 2018, 20:02

La Comunitat Valenciana celebra el próximo martes su día grande, el 9 d'Octubre, la conmemoración de la entrada en Valencia del Rey Jaime I en 1238. El año pasado, un grupúsculo de radicales de extrema derecha acudió a reventar la manifestación catalanista que desde hace años recorre por la tarde las calles de la ciudad y a la que se suman los antisistema de las CUP, agrediendo a algunos de sus participantes y provocando escenas de pánico que dieron la vuelta a España en unos momentos de máxima tensión por el desafío separatista que tenía lugar en Cataluña. Para este año se anuncian hasta siete concentraciones y manifestaciones a lo largo de una jornada festiva que por la mañana vivirá la tradicional procesión cívica, con la bajada de la Real Senyera desde el Ayuntamiento, un acto que en algunas ocasiones también ha conocido momentos de tensión. Nada de todo ello es razonable, no hay ningún motivo -nunca puede haberlo- que justifique el uso de la violencia en defensa de unos intereses, por legítimos que estos sean. El derecho a la manifestación está reconocido por la Constitución española, pero el derecho a reventar los actos de los demás, a provocar, a insultar y vejar al que piensa diferente, todo eso excede no sólo los límites de la Carta Magna sino el más elemental sentido común, la pura racionalidad que debe presidir la actuación de los seres humanos. El 9 d'Octubre debe ser un día de celebración, de orgullo por una historia, una cultura y una lengua que se vive con normalidad dentro del conjunto de España, sin estridencias, sin el egoísmo ni la insolidaridad que caracterizan a los nacionalismos excluyentes. Cualquier atisbo de radicalidad y de violencia, aunque sea verbal, debe ser atajado, por lo que parece apropiado el dispositivo de 1.500 agentes que se prepara para una jornada que puede llegar a ser complicada. Se impone la llamada a la calma, al trellat que caracteriza a los valencianos, a su sentido lúdico de la vida. Los violentos no tienen sitio en una sociedad moderna y avanzada.

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