Deus Caritas Est
El pasado jueves, coincidiendo con la celebración del Corpus Christi, festividad esencial para Cáritas (precisamente en la Eucaristía encontramos la fuente del Amor, del servicio ... y de la Caridad) presentamos los datos referidos a este año.
A través de 434 Cáritas Parroquiales, proyectos Diocesanos y cerca de 6.000 voluntarios, Cáritas Diocesana de Valencia acompañó a 62 534 personas en 2020, casi un 30% más que el curso anterior, en un año marcado por la crisis del coronavirus. Las actuaciones han tenido que responder a una crisis multidimensional que, además de económica, es también sanitaria, educativa, social, política, de cuidados y de relaciones. En estos meses, hemos visto como muchas familias han empeorado de manera repentina e intensa sus condiciones de vida. A las dificultades en el acceso a la vivienda y a un empleo digno, que ya se daban en años anteriores, se han unido las que ha generado la brecha educativa y digital, los problemas de salud y en los cuidados.
Unos meses antes del comienzo de la pandemia, ya advertíamos sobre aquellas personas que se encontraban en el espacio de la integración, pero 'en la cuerda floja', sin colchón de resistencia, y para quienes una nueva crisis tendrían fatales consecuencias. Y así ha sido. Muchas personas que vivían a las puertas de la exclusión han caído en ella. A éstas se le suman nuevos rostros que no suelen ser atendidos por Cáritas: familias que antes de la pandemia se encontraban en situación relativamente estable, pero que de forma repentina se han quedado sin recursos económicos; familias que se han visto obligadas a cambiar de vivienda por no poder pagar la que era su residencia habitual, y otras que se ven en el espacio de la exclusión. Sin duda, la pandemia está dejando tras de sí muchas vidas rotas y profundas heridas pero que, sin embargo, están siendo cicatrizadas gracias al fomento de los lazos de colaboración que brotan de la fraternidad en una comunidad que sostiene. Y es que nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que lo sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. Santa Teresa de Calcuta, con su vida entregada a los más pobres y su amor a la adoración del Santísimo, nos enseña algo que ella experimentaba y alentaba su esperanza: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz». En estas palabras, encontramos pues y de modo palpable una concreción de lo dicho por el Señor, y que da sentido a toda nuestra labor: «Cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».
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