Año nuevo, ¿vicios viejos? Vaya por delante que nos atrevemos a afirmar que la buena y noble afición a los toros de Valencia, y quien ... firma esta columna, desearíamos que la nueva empresa que durante los cuatro próximo años regirá los destinos del coso de la calle de Xàtiva, se gane las tres prórrogas a que tendría derecho si el casero, o sea la diputación, así lo considera. Sería muestra de que ha sabido conectar con la idiosincrasia de público y afición de esta bendita tierra.
Es por eso que ahora que están apareciendo quinielas sobre los carteles que se ofrecerán en el ciclo de San José, en los que se repite lo desnaturalizado y viejuno, desde la modesta autoridad que nos da el haber asistido durante las últimas 53 ediciones, (la primera vez que me senté en una grada del palenque valenciano fue en las Fallas de 1966, alternativa de 'El Inclusero' de manos de maestro Ordóñez), nos tomemos la libertad de aportar alguna reflexión en aras de que el empresario Rafael Garrido no repita errores en los que cayeron quienes compartieron gestión con la plaza de Madrid, como es el caso.
De entrada, hay que decir que al público valenciano, que dicho con cierta inmodestia tiene fino paladar, le gusta disfrutar de lo mas florido del escalafón, y que especialmente sabe detectar cuando un joven tiene aires de figura. Sin remontarnos a la celebridad de Belmonte, cuando desahuciado de Sevilla, Valencia lo recuperó, ahí están las históricas tardes de Manolete y Arruza, y también del Benítez, sin olvidarnos de las alternativas de los Pedrés, Aparicio, Litri, Camino, Emilio Muñoz... Como se ve, pura excelencia.
Por tanto, el mensaje que se espera de esta nueva etapa debe estar en esa misma sintonía. Ver la plaza llena al inicio de un ciclo, siempre estimula, tanto como ver que la ansiada renovación no se limita sólo a los Aguado y Ortega, sino que se extiende, con igual trato preferencial, a los Román, Ginés Marín o Tomás Rufo. Si así fuere sería acierto pleno.
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