José Julio Molina, director del colegio Sedaví: «Seguiremos con las obras durante este curso, queda mucho por hacer»
El colegio Sedaví, uno de los más afectados, pudo recuperar la actividad en menos de un mes gracias a la «indescriptible» avalancha de solidaridad
El agua alcanzó una altura de 1,8 metros en el colegio Sedaví, uno de los 26 de titularidad concertada que resultaron afectados por las riadas. ... Anegó el semisótano, la planta baja y llegó a los veinte centímetros en la primera, destruyendo aulas del primer ciclo de Infantil, FP y de informática. También talleres, espacios de departamentos, almacenes, despachos, el salón de actos, vestuarios, el comedor, la cocina y las zonas de administración y dirección, estas últimas reformadas un año antes.
«Cuando vi el estado de las instalaciones pensé que ya no volveríamos. Las puertas estaban abiertas de par en par, las persianas rotas y el agua se lo había llevado todo. También nos metió de todo: aparatos, residuos de la calle y un coche que quedó volcado en el patio», describe José Julio Molina, director y cotitular del centro. Todavía se emociona recordando lo vivido. Y cuando le viene a la cabeza la reacción ciudadana. O el papel jugado por las entidades que, con su ayuda altruista, han permitido que salgan adelante.
Molina, que es tutor de 4º de la ESO, estaba en Valencia la tarde del 29 de octubre. Se enteró de todo por mensajes que le llegaban al móvil. El día 30 respetó la prohibición en relación a la movilidad, por lo que se desplazó a Sedaví al siguiente, junto a dos compañeros del claustro. Primero confirmaron que los cuatro profesores que no habían dado señales estaban bien -entonces no funcionaban las telecomunicaciones-. Después fueron al centro.
«En cuestión de seis días lo vaciamos, con cientos de voluntarios trabajando. Fue algo indescriptible. Es que nunca podremos agradecer lo suficiente todo lo que hemos recibido. Siempre lo diré. Si no hubiera sido por esta gente y por las entidades que nos han apoyado no lo habríamos conseguido», insiste Molina. Habla de la Federación de Centros de Enseñanza de Valencia (Feceval), que puso en contacto a escuelas afectadas con donantes, o de las fundaciones Martínez Fuertes y Vicente Ferrer, pasando por el Rotary Club Valencia o el sindicato de pilotos Sepla. Con aportaciones materiales o económicas han sido fundamentales para que el colegio Sedaví, presente en la localidad desde 1962, siga formando a generaciones de alumnos muchos años más.
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Tras el desescombro, las infinitas limpiezas y los arreglos de urgencia pudieron retomar la actividad el 21 de noviembre. No había pasado ni un mes desde el desastre. El sótano y la planta baja, imposibles de utilizar tras los daños, se quedaron precintados a la espera de poder acometer las obras de reconstrucción, y se reorganizaron los espacios a partir de la primera planta. «Nos apretamos un poco, pero era fundamental volver. Cualquier aula, de desdoble o de profesores, se empleó para la docencia», explica Molina, que aprovecha para lanzar otro mensaje de agradecimiento: a los trabajadores del centro, cuyas soluciones hicieron posible el encaje de bolillos para dar cabida a 800 alumnos.
También fue necesario tirar de ingenio. Pocos días antes de la reapertura apareció moho en el yeso laminado del primer piso. Las placas habían tenido que ser reconstruidas -el agua llegó aquí a veinte centímetros-, y para evitar problemas de salubridad a los niños (de entre tres y seis años), optaron por cortar la zona afectada y que el hongo no se extendiera. El espacio resultante detrás quedaba al descubierto y tampoco era seguro (con conducciones, sistema eléctrico o perfiles de aluminio que sustentaban las placas expuestos), por lo que se decidió taparlo con tableros de plástico que se desmontaron de los falsos techos de las plantas superiores. «Necesitábamos esas seis aulas. Si no, la vuelta era inviable», reflexiona Molina.
Los primeros fueron días de reencuentros, de recuperar la rutina social. Y dejando de lado la actividad lectiva. Por sugerencia de la orientadora todos los alumnos hicieron trabajos de refuerzo emocional que José Julio enseña con orgullo y emoción.
Y el curso siguió sin mayores sobresaltos, a la espera de poder iniciar las obras de rehabilitación de los espacios más afectados, unos trabajos que arrancaron coincidiendo con las vacaciones escolares. Además, será necesario actuar en el patio, reafirmando el suelo, y en la zona de FP, pendiente de intervención.
Molina confiaba en volver a utilizar las aulas del primer ciclo de Infantil, en la planta baja, de cara al nuevo curso, pero tendrá que esperar entre dos semanas y un mes. «Hemos reprogramado las previsiones porque todo es más complicado de lo que parece. O surgen imprevistos», relata. Como los desagües, colmatados de barro seco hasta el punto de que fue necesario picar suelos para desatascarlos. «Queda mucho por hacer y seguiremos durante este curso, con el objetivo de volver a estar como antes de la dana después de Navidades. O más probablemente hacia el último trimestre», dice, esperanzado.
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