Estos son los verdaderos campeones
Los discapacitados intelectuales luchan por un lugar en la sociedad | «No todo el mundo está dispuesto a pagarles un sueldo», afirma el director de un centro ocupacional sobre las dificultades del colectivo en la Comunitat
No están bajo los focos, ni reciben premios Goya ni son archifamosos. No son los actores de 'Campeones', la película de moda. Pero son los campeones de la vida real. Nunca lo han tenido fácil. Desde que nacieron su vida ha sido una constante superación personal y una lucha contra prejuicios, incomprensiones y, en ocasiones, algo de mala voluntad de algunos. Antonio Almenar es uno de esos cracks. Tiene 27 años y sufre una discapacidad intelectual. Todos los días llega a las nueve a su empleo en una oficina en la avenida Corts Valencianes en Valencia. Ejerce de recepcionista, atiende a las visitas, contesta al teléfono... «Aquí me han dado curso de formación y he aprendido a trabajar», afirma. Ha llegado hasta aquí tras mucho bregar. Aunque ahora, tres años después, está contento. Es uno de los cerca de 7.000 discapacitados que trabajan en un centro especial de empleo en la Comunitat.
Estas entidades fueron creadas por la Ley de Discapacidad y son empresas que tienen la particularidad de que el 70% de los trabajadores presentan alguna minusvalía. Cuentan con un plan de ajuste personal y social adaptado a las necesidades de cada empleado y puesto. El objetivo es facilitar la inclusión en el mercado laboral de las personas con discapacidad, colectivo que en la Comunitat tiene un paro superior al 50%. La cifra es aún mayor en el caso de las personas que presentan una diversidad funcional intelectual.
Martín Jiménez, el empresario: Vicepresidente de la patronal Agevalcee. Los centros especiales de empleo dan trabajo a casi el 50% de los discapacitados.
Otras de las posibilidades que se les abre es el ingreso en alguno de los centros que existen (cuentan con 2.000 plazas en la Comunitat). El acceso al mercado laboral ordinario se da en casos muy aislados por las características de estas personas, según destacan tanto Julián Oviedo, director del centro ocupacional Los Silos de Burjassot, como Martín Jiménez, vicepresidente de Agevalcee, la patronal de los centros especiales de empleo. Además, Oviedo explica que se enfrentan a otra dificultad: «No todo el mundo está dispuesto a pagar un sueldo a un discapacitado intelectual. No se termina de entender, y pasa en la administración y en las empresas, que ejercen un trabajo y que tienen derecho a cobrar».
A Silvia, Marta, Daniel, y a muchos otros, Los Silos les ha cambiado la vida. Daniel, de 22 años, llegó al centro hace casi tres procedente de un instituto donde no lo pasó demasiado bien. Ahora está integrado. «Estoy de nueve a cuatro y media y trabajo a gusto», señala.
Marta, con 30 años, es un caso diferente. Lleva en el centro desde que se abrió hace casi una década. Tiene el graduado escolar. «Cuando salgo voy a clase de música y toco el piano», afirma. Todos los días acude al centro desde Paterna donde vive con sus padres. «Antes cuidaba a niños. También trabajé como jardinera», explica Silvia que vive con su madre en Burjassot y ahora disfruta en Los Silos montando tubos. Ellos han hecho de cada día un triunfo.
Un restaurante solidario con premio
El restaurante Boga de Gandia es un centro especial de empleo de la Fundación Espurna. Nació en junio de 2015 y allí trabajan hasta 25 personas, la mayor parte discapacitados intelectuales, en la temporada alta. Su origen está ligado a la última crisis económica, cuando muchos de ellos perdieron el trabajo que tenían en otras empresas. Desde Espurna se plantearon encontrar una alternativa y tras darle muchas vueltas se llegó a esta solución. Ana Fuentes es la encargada del centro. Aunque es ingeniera civil, se introdujo en este mundo porque uno de sus hijos es discapacitado. «Trabajan tantas personas porque hay mucha faena y nosotros lo hacemos todo: lavamos, limpiamos, atendemos el mantenimiento, la jardinería...», explica. Además, añade, «damos cursos de formación para que la gente esté bien preparada. Ya nos ha pasado que alguna empresa ha contratado a alguno de estos trabajadores». También consiguieron el primer premio de Fideua Internacional en 2016 en el conocido concurso gastronómico que se organiza en Gandia todos los años.
Joan Giménez tiene 38 años y lleva tres trabajando en el restaurante. «Soy camarero, ayudo a limpiar, atiendo la barra», resalta. Vive en Cullera y todos los días coge el tren para ir a Gandia y un autobús hasta la playa donde está el local. «Lo que más me gusta es estar con la gente. Me ayuda». Hasta presume de que también puede atender a los clientes en inglés. «Estuve un año viviendo en Irlanda», enfatiza orgulloso.
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