Del desgobierno y el caos a la hiperactividad y la confrontación
En un mes, el Estado ha pasado de no estar presente a tratar de enmendar los errores con una presencia constante y el anuncio de ayudas
Lunes 28 de octubre. El día antes de la DANA. Cinco y media de la tarde. Nos reunimos los integrantes de la mesa de redacción ... para diseñar la portada de la edición de papel del día siguiente. Hay dos grandes temas -aparte de la foto, que será para el histórico doblete español en el Balón de oro, con Rodri y Aitana Bonmatí-: la amenaza del temporal y el seguimiento del 'caso Errejón'. Yo apuesto por este último, más político, pero se impone el criterio del director. El titular de LAS PROVINCIAS será: 'La alerta por fuertes lluvias suspende clases y desata el miedo a inundaciones'. Probablemente mi criterio está contaminado o condicionado por el exceso de alarmas climáticas que recibimos a lo largo del año. Olas de frío siberiano y de calor sahariano, ciclogénesis explosivas... Y que, como en el cuento de Pedro, provocan que cuando de verdad viene el lobo no hagamos caso.
Veinticuatro horas después, Héctor Esteban, jefe de Información del periódico y vecino de Chiva, nos muestra vídeos que le envían de su pueblo y en los que se ve el barranco del Poyo con un caudal de agua tan inusual como inquietante. Un equipo de periodistas se queda esa noche de guardia en la redacción, actualizando la edición digital. La portada del 30 es terrorífica: 'DEVASTACIÓN', así, en caja alta y cuerpo 80, con una imagen de una calle de Paiporta con vehículos apilados entre el lodo y la maleza. El editorial de ese día reflejaba la triste realidad: 'Tierra de riadas'. Aquella edición, histórica, no se pudo distribuir a los kioscos porque las furgonetas de reparto quedaron atrapadas en el caos de carreteras cortadas y colapsadas.
¿Dónde estaban los políticos?
Desde el martes, la redacción estuvo movilizada, pendiente del temporal. Pero ¿qué ocurrió con los dirigentes políticos, dónde estaban, qué hicieron? Sabido es que el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, mantuvo su agenda y comió con la periodista Maribel Vilaplana en el restaurante El ventorro, donde le ofreció la dirección de À Punt, que ella rechazó. Y que el presidente de la Confederación del Júcar, Miguel Polo, hizo lo propio y participó en una jornada en la Universidad Politécnica. Donde, según alguno de los asistentes, transmitió la idea de que había «un problema» con el embalse de Forata pero que estaba en vías de solución. Por su parte, Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica y responsable de ríos y barrancos, no mantuvo su agenda sino que la vació porque preparaba su examen en Bruselas para acceder al cargo de comisaria europea. La información no fluyó, los sensores del barranco del Poyo fueron arrastrados por la riada, el CECOPI vivió una especie de bloqueo y la alerta a los teléfonos móviles se lanzó cuando ya era demasiado tarde. El Estado, en su conjunto, falló cuando más se le necesitaba.
El problema no acabó ahí. El día después, el 30, los vecinos fueron conscientes de la magnitud del desastre, de la hecatombe que se había cernido sobre sus municipios. Anonadados, en shock, esperaron la llegada de efectivos policiales, militares y de protección civil que, sin embargo, aún tardarían días en hacer acto de presencia, como narró magistralmente Santiago Posteguillo, testigo de la tragedia a 50 metros de la rambla salvajemente desbordada.
Un Estado casi ausente (la UME, los efectivos de la Guardia Civil, Policía Nacional, los policías locales y los bomberos hicieron lo que pudieron, pero estaban completamente desbordados y carecían de una dirección firme) aún dio muestras de su insensibilidad cuando la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno de Pedro Sánchez decidió mantener el pleno del Congreso de los diputados para aprobar la reforma legal que permitiría nombrar un consejo de RTVE dócil con la izquierda y los nacionalistas. Domesticado. El peor ejemplo posible en las horas más oscuras de Valencia.
El jueves 31, lo que hasta entonces eran insinuaciones y leves reproches entre el Consell y el Gobierno se convirtieron en acusaciones cruzadas. Guerra abierta. Aterrizó Pedro Sánchez, que acudió al CECOPI con Mazón y con Pilar Bernabé, no así con Diana Morant, desaparecida en las primeras jornadas. Quinientos soldados pidió el president, cantidad totalmente insuficiente para las necesidades de una provincia arrasada. Seguía la desorientación. El editorial de LAS PROVINCIAS del viernes 1 de noviembre reclamaba: 'Altura de miras ante una tragedia histórica'. Totalmente imposible, como se ha visto. El del sábado 2 -'Sociedad movilizada, Administración bloqueada'- ponía el foco en la evidente contradicción de la emocionante marea de voluntarios cargados con palas y escobas que se dirigía a pie a los pueblos anegados mientras las autoridades se mostraban incapaces de organizar una respuesta efectiva. Ese día, el presidente del Gobierno había comparecido públicamente para anunciar el primer paquete de ayudas económicas, derivar la responsabilidad de lo sucedido hacia Mazón y dejar para la historia una frase que le perseguirá el resto de su vida: «... yo personalmente, he trasladado al Govern (sic) de la Generalitat de la Comunidat Valenciana y al presidente Mazón. Y es que el Gobierno central está listo para ayudar. Si necesita más recursos, que los pida». No hace falta tergiversar lo que dijo, basta con repetirlo: «Si necesita más recursos, que los pida». Como si Valencia fuera un territorio extranjero al que ayudar... si lo pide.
Los sucesos de Paiporta
Pero como todo es susceptible de empeorar, el domingo 3 se vivió una de las jornadas que tal vez nadie pensó nunca que fuera a suceder. Fue en Paiporta, el epicentro de la catástrofe, el municipio que más ha sufrido. La visita de los Reyes de España, acompañados por Pedro Sánchez y por Carlos Mazón, acabó con unos graves incidentes. El momento más crítico sufrido por la Monarquía española desde aquel 4 de febrero de 1981 en la Casa de Juntas de Guernica, cuando diputados independentistas vascos interrumpieron el discurso de Juan Carlos I cantando con el puño en alto el 'Eusko gudariak'. A la comitiva oficial les lanzaron barro y otros objetos, el presidente del Gobierno se marchó escoltado por sus guardaespaldas y don Felipe y doña Letizia aguantaron el chaparrón de insultos, hablando con los vecinos, tratando de calmar los ánimos y demostrando una gran entereza. Un episodio crítico en el que las instituciones del Estado volvieron a fallar. ¿Acaso desconocían el estado de ánimo de los ciudadanos? La seguridad del Monarca se vio comprometida, en un fallo del dispositivo que apunta tanto al ministro del Interior, Grande Marlaska, como a la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé. El editorial del diario era una contundente llamada a la calma -'Unidad en las horas más difíciles'-, en el que junto a la condena por el uso de la violencia se exigía «una mayor presencia del Estado» como antídoto contra la indignación. El propio Rey, una vez reunido con las autoridades valencianas en el Centro de Emergencias de La Eliana, pidió que se pusieran a disposición de las víctimas «todos los recursos diponibles».
Para la historia de aquel día tan triste queda el intento de Moncloa de airear una especie de conspiración de la extrema derecha, que en las jornadas posteriores no fue confirmada por la Guardia Civil. De hecho, los detenidos -en una operación en la que se movilizó a un grupo antiterrorista de élite- no eran militantes ultras.
Vuelven los Reyes
Las escenas de Paiporta fueron tan insólitas (con los Reyes manchados de barro, doña Letizia llorando abrazada a una mujer) que tras suspender la segunda parte de la visita -Chiva- y regresar a la Zarzuela, desde la Casa Real se insistió en que Sus Majestades volverían a la zona cero. Como así fue. El martes 19 cumplieron su promesa con un baño de masas que demostró que el malestar ciudadano no se dirigía contra ellos sino contra los máximos representantes del Gobierno y del Consell.
El editorial del martes 5 -'Políticos señalados'- volvía a la carga con lo que ya era un clamor en la calle: mientras los afectados esperaban ayudas, sus representantes se dedicaban al tacticismo del «y tú más». La izquierda contra Mazón y el Consell contra Sánchez y contra Teresa Ribera como responsable de la Confederación del Júcar. Sobre la idea de centrar el debate en lo realmente importante -las víctimas, los daños, la reconstrucción económica y social- volvió este diario en el editorial del día 7 -'Responsabilidades políticas'- en el que se expresaba con nitidez que no era el momento de «especulaciones sobre los liderazgos». En las tertulias madrileñas y en algunas valencianas ya circulaban quinielas sobre el sucesor, o sucesora de Carlos Mazón.
Dos días después, LAS PROVINCIAS centró sus críticas en la consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, responsable con su equipo de las emergencias. Muda y casi desaparecida en los primeros días, dejando que todo el protagonismo -triste protagonismo- recayera sobre su presidente. El titular del editorial -'Situación insostenible'- venía a reflejar un sentimiento generalizado en la calle y en su propio partido, que veían su salida, y la de la consellera Nuria Montes -autorade unas desafortunadas e insensibles declaraciones- como el imprescindible cortafuegos que protegiera a Mazón.
Sin embargo, en la tarde del sábado 9, las calles del centro de Valencia congregaron a una multitud (más de cien mil personas según los organizadores) que mayoritariamente clamaban contra el número 1 del PPCV, aunque también hubo voces y alguna pancarta contra Sánchez. Los convocantes eran asociaciones y movimientos de izquierdas y nacionalistas, aunque la asistencia fue más ideológicamente transversal. Reflejando el dolor de un pueblo que se sentía desatendido.
En el periódico en papel del día después, domingo 10, una entrevista con el ministro Óscar Puente venía a ratificar el inesperado ascenso de un político bronco y sin matices que, sin embargo, ha sabido arremangarse para gestionar lo más rápido posible la reparación de carreteras y ferrocarriles destrozados por la inundación. El titular de la manifestación era contundente: 'INDIGNACIÓN ABSOLUTA', nuevamente en mayúsculas.
Arrancaba una semana clave para Mazón, en la que iba a comparecer en Les Corts Valencianes, cita que hubo que aplazar un día porque el jueves 14, el señalado, se activó la alerta roja por la amenaza de otra DANA. Y esta vez sí funcionaron los sistemas de prevención, se suspendieron las clases y se recomendó el teletrabajo. La comparecencia se fue calentando con informaciones destapadas por este periódico que reflejaban que el barranco del Poyo estuvo sin control de la Confederación del Júcar durante las dos horas clave en que su caudal se multiplicó. Los errores detectados desembocaron en un editorial -'Racionalizar los protocolos'- en el que LAS PROVINCIAS destacaba que mientras la naturaleza no puede domarse «la falta de coordinación entre las administraciones sí». Concluyendo que el descontrol del 29-O «no debe repetirse».
Comparecencia en Les Corts
Y llegó el día del control ante el legislativo. Con un discurso de dos horas y media en el que Mazón repasó lo ocurrido, reconoció errores, pidió perdón, no aclaró su ausencia en las horas críticas y se centró en las ayudas y labores de reconstrucción emprendidas o previstas por su gobierno. La oposición se mostró dura con el president y le pidió que se fuera, señalándole como máximo culpable. El PSPV apostó por un Ejecutivo con el PP pero sin Mazón, idea que como cabía esperar no fue atendida. El líder del PPCV dejó una frase -entre otras muchas- con la que este diario tituló su portada del día después: «Si no soy capaz de liderar la recuperación no optaré a la reelección». El editorial resaltaba su estrategia de derivar responsabilidades hacia la CHJ.
Había surgido en las redes sociales una corriente supuestamente espontánea -la espontaneidad y las redes se llevan regular- a propósito de la ausencia del Estado, del fracaso de los primeros días, y de la respuesta solidaria de los voluntarios. 'Sólo el pueblo salva al pueblo'. Una tendencia peligrosa, que bajo una apariencia buenista e integradora esconde un afán anarquizante o ultraliberal, que a veces los extremos se tocan. El editorial del domingo 17 llamaba la atención sobre los riesgos de este fenómeno: 'La amenaza de la antipolítica'. Y advertía: 'las instituciones se juegan su prestigio en la eficacia con la que respondan a una DANA que ha alimentado las pulsiones populistas'.
Mazón estaba obligado a mover ficha. O, lo que es lo mismo, a remodelar su Consell. Lo hizo por fases, no de golpe. Una crisis en diferido, que diría Cospedal. Primero, anunciando que Susana Camarero asumiría la portavocía, lo que suponía una desautorización en toda regla de Ruth Merino. A continuación, aprobando la salida de Nuria Montes, a la que condenó su verbo incontrolable. Y en tercer lugar -antes del esperado e inevitable relevo de Salomé Pradas- con un fichaje sorprendente, el del teniente general en la reserva Francisco José Gan Pampols, un militar de prestigio que asumiría la vicepresidencia de reconstrucción económica y social. El editorial del miércoles 20 refleja la sorpresa que había causado esta incorporación en los ambientes políticos y mediáticos: 'Golpe de efecto'.
Costa y el 'efecto mariposa'
Con la destitución de Pradas llegaría el cierre de una operación de renovación que sufrió un inesperado vaivén con el anuncio de dimisión de Alfred Costa, hasta entonces director general de À Punt, daño colateral de la famosa comida de Mazón en 'El Ventorro'. El efecto mariposa...
Muy atrás quedaban ya los días del Estado desaparecido. De repente habíamos pasado al Estado omnipresente. Las visitas de ministros se sucedían, la delegada del Gobierno multiplicaba su presencia en actos, Consell y Gobierno rivalizaban en ayudas, subvenciones, planes y proyectos. El domingo 24, la muerte de un trabajador en la reparación de un colegio de Massanassa volvió a disparar la tensión en las calles, dirigida en este caso contra la vicepresidenta Susana Camarero y Pilar Bernabé, las dos dirigentes que acudieron al lugar de los hechos, no como el de Educación, José Antonio Rovira. El Ejército sigue presente pero los afectados acusan una falta de coordinación y una actuación más decidida, como quedó patente en el enfrentamiento de dos vecinos con la ministra de Defensa, que tuvo una reacción tan poco afortunada como la de Nuria Montes. Con la diferencia de que a ella no le costará el cargo.
Nuevos datos vinieron a confirmar que la Confederación del Júcar se quedó sin datos del barranco del Poyo en el momento en que las aguas de desbordaban. En el periódico del domingo 24, Gan Pampols dejaba pruebas evidentes de su personalidad y carácter: «Si veo un decidido empeño en que la reconstrucción no avance, me iré». No es un político al uso, es un militar que por servicio a España ha entrado en política. En esa misma edición, la filósofa Adela Cortina, una de las voces más autorizadas y prestigiosas del panorama nacional (y no hay muchas) también aportaba su granito de arena para racionalizar el debate, serenarlo y rebajar la tensión: «Es impresentable la actitud de políticos generando crispación».
Pero como si oyeran llover (nunca peor dicho). El miércoles 27, casi cuando se cumplía el mes de la tragedia, el presidente del Gobierno compareció en el Congreso para hablar de su gestión de la DANA. Aunque en realidad se refirió más a lo que había hecho o dejado de hacer Mazón que a su propia actuación. Para entonces, y mientras la intensidad informativa en la zona cero iba disminuyendo, los escándalos de corrupción florecían alrededor del mandatario socialista, en los días previos a un congreso destinado a su exaltación y consolidación como líder supremo del PSOE. Aldama, Ábalos, Koldo, Begoña, el hermano, el fiscal general, Lobato... demasiados frentes abiertos, demasiado ruido como para que en el Congreso se debatiera de la riada. Apenas otro episodio del cansino enfrentamiento goyesco a garrotazos entre izquierda (más nacionalistas/independentistas) y derecha. Un diálogo de sordos. Justo lo que no quieren los ciudadanos.
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Del negro del cielo y el agua turbia invadiendo calles y casas, garajes y fábricas, hemos pasado al marrón del barro que lo ensucia todo y que hasta ha cambiado el paisaje de l'Horta Sud que se ve desde el aire. El dolor por las víctimas no ha permitido el consenso político. El mayor desastre natural del siglo, la peor riada en la historia de Valencia, no ha obrado el milagro. Sigue el tacticismo, el electoralismo, el partidismo, los 'ismos' de corto recorrido que tanto daño hacen a las instituciones, a la democracia, a la credibilidad del sistema. Por eso, tras la decepcionante sesión parlamentaria del miércoles, el editorial de LAS PROVINCIAS -reproducido en la portada del diario-reflejaba el pesar por una clase política que ha transitado desde la ausencia a la hiperactividad sin pasar por la mesura y el sentido común: 'Fango sobre el fango'. Aún queda mucho por retirar en las poblaciones damnificadas. Pero antes o después, recuperarán su aspecto anterior, quedarán limpias, volverán a lucir, a tener vida, a congregar vecinos. Lo que es imposible saber es cuándo desaparecerá el barro tóxico y maloliente que desde hace años impregna la política española y que en Valencia ha estado tan presente desde que las nubes enloquecieron y arrojaron en pocas horas la lluvia de todo un año.
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