Ni el barro las frenó: las dos mejores alumnas de la selectividad de julio son de la zona cero
Las calificaciones más altas de Valencia pertenecen a Belén Cuevas, estudiante del instituto Andreu Alfaro de Paiporta, y Marta Ribes, del María Carbonell de Benetússer
Belén Cuevas, alumna del instituto Andreu Alfaro, y Marta Ribes, del María Carbonell, han conseguido las mejores notas de la selectividad de julio en la fase obligatoria. No se conocen pero tienen puntos en común: la excelencia en los estudios (obvio a tenor de los resultados), ser vecinas de dos de las localidades más afectadas por la dana del 29 de octubre, Paiporta y Benetússer respectivamente, y haber consumido su convocatoria ordinaria en julio en lugar de en junio, aprovechando la flexibilidad que se aplicó a los alumnos afectados para compensar, si querían, las semanas perdidas de clase.
Las consecuencias de la inundación han condicionado sus estudios, en un curso especialmente importante como 2º de Bachillerato. Y sus vidas, con pérdidas materiales. El coche familiar y el trastero en el caso de la primera, o la casa, que quedó muy afectada, en el de la segunda.
Según la información facilitada por la Conselleria de Educación, han obtenido los mejores resultados en la fase obligatoria de entre todos los que se examinaron en esta convocatoria en la Politècnica y en la Universitat de Valencia, respectivamente. Cabe recordar que en estas sedes no sólo se presentaban estudiantes de centros o localidades afectadas (469 en total), también del resto de centros que han llevado alumnos a julio, si bien en estos casos la convocatoria contaba como la extraordinaria (5.524, contando también los de las otras tres universidades públicas).
«Definiría el curso como diferente. La dana supuso un parón de un mes en las clases, a lo que hay que sumar que después costó reengancharse a la rutina tras lo vivido. Como a cualquiera, te afecta a nivel personal, y ponerse a estudiar después de la dana, teniendo en la cabeza las consecuencias, cuesta. Retomar la rutina fue lo más complicado», explica Belén durante un pequeño paréntesis para atender a los medios mientras disfruta de su viaje de estudios en Mallorca.
La joven ha conseguido un 9,160 sobre diez que, sumado a su expediente de Bachillerato y a los resultados de la fase voluntaria, dan como calificación final de acceso un 13,338 sobre 14. El curso que viene estudiará Ingeniería Biomédica en la Universitat Politècnica.
Belén no se esperaba convertirse en la mejor estudiante de la convocatoria, noticia que ha conocido por sus padres -«me han dicho que están muy orgullosos de mí»-, y da gracias de que la barrancada no le haya provocado daños personales, aunque sí materiales, como el vehículo familiar o el trastero. En los días posteriores a la tragedia fue una de las miles de manos anónimas que se dedicaron a ayudar al prójimo. Por ejemplo, con la limpieza del garaje o participando en la organización y reparto de alimentos en su instituto, que se convirtió en un punto de ayuda humanitaria. La dana le cogió estudiando. Exactamente, de cara a un examen de Historia de la Filosofía.
Marta Ribes cursará el doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales en la Universidad de Alicante, una de las pocas españolas que lo oferta (y la única valenciana). Le gustaría dedicarse a la diplomacia, y no le asusta alejarse de su zona de confort, pues ya tiene experiencia lejos de casa: en 1º de Bachillerato estuvo en Canadá, en un programa de intercambio. Su nota se eleva al 9,15 sobre diez, que se traduce en 13,186 sobre 14 en la nota de acceso. Sobra decir que de esta calificación, como de la Belén, se infiere que su expediente en la etapa postobligatoria rozó la perfección.
«Los profesores se implicaron desde el primer momento»
La joven vive en un bajo. Cualquiera puede hacerse una idea de los destrozos que provocó la riada, que superó el metro de altura en esa zona del pueblo. El día de la dana salieron al patio cuando se fue la luz y el agua ya llegaba a la altura de la acera. Junto a su madre, su hermana y su abuela, que estaba allí, cogieron lo indispensable (ella la mochila con libros y apuntes, el certificado C1 de inglés que acaba de conseguir y algunos objetos más sentimentales) y se refugiaron en la vivienda de un vecino de arriba. Los días siguientes fueron para limpiar, con la ayuda de amigos y voluntarios, y en cuanto «se calmó un poco la situación» se trasladaron a su segunda residencia. Posteriormente pasaron también por casa de la abuela -«me prepararon un escritorio y una silla para que pudiera estudiar»- hasta que pudieron volver a su hogar. En las semanas posteriores ayudó en todo lo posible a su madre con ayudas, seguros y demás papeleo.
El instituto de Marta fue uno de los que más tardó en recuperar la presencialidad ante la lentitud de los trabajos de reparación, y los estudiantes de 2º tuvieron clases online hasta pocos días antes de las vacaciones de Navidad, cuando pudieron volver. Eso sí, lo hicieron con un horario distinto, desde las diez de la mañana hasta las cuatro o cinco de la tarde. La planta baja seguía cerrada y había que reorganizar los espacios para dar cabida a todos los estudiantes.
«Los profesores se implicaron desde el primer momento, aunque al final no es lo mismo una clase online que otra presencial», explica Marta. «También perdimos una de las evaluaciones (se utilizan para hacer simulacros de la selectividad) o nos tuvimos que adaptar a un horario de tarde por ejemplo para hacer exámenes, cuando la concentración no es la misma. Hemos vivido una situación distinta a la del resto de alumnos», reflexiona, antes de señalar que cuando en febrero recuperaron la normalidad horaria intentó «esforzarse todo lo posible, a pesar de que era difícil abstraerse de la situación en la que estaba el pueblo».
Por último, Marta agradece el apoyo de su familia, la cercana y la extensa, y también el de «todas las personas que han ayudado tras la dana».