Afrontar la selectividad tras sufrir la dana: «Era difícil estudiar con todo destrozado»
Semanas sin clase, temarios pendientes y el daño emocional justifican que medio millar de alumnos hayan retrasado sus Pruebas de Acceso
Los exámenes de julio de la selectividad, que desde ayer afrontan 5.600 estudiantes, tienen un plus de dificultad para el medio millar de alumnos ... de centros afectados por la dana que afrontan su convocatoria ordinaria tras aprovechar la posibilidad de esperar un mes más para presentarse. Como todos, se enfrentan al cambio de modelo -que provocó una bajada de las notas en junio-, pero además interviene el factor emocional y organizativo tras un curso caótico, marcado por los daños, cuando no la destrucción, en sus entornos conocidos, con suspensiones de clases o traslados que han restado tiempo de estudio o han interferido, con toda la lógica, en la necesaria concentración.
La Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Politècnica acoge a los estudiantes de los dos institutos de Paiporta, la localidad más afectada. Se trata de los IES Andreu Alfaro y La Sénia. En el caso del primero, de 72 alumnos de 2º de Bachillerato, 65 se presentan por primera vez ahora, frente a los 7 que optaron por consumir su convocatoria ordinaria el pasado junio.
Semejantes números se entienden teniendo en cuenta que perdieron cinco semanas de clase (entre la suspensión de la actividad y los primeros días centrados en el aspecto emocional), lo que impidió abordar todo el temario en varias materias. Por ello el profesorado optó por prolongar las sesiones lectivas hasta el 13 de junio, dejando dos semanas para el estudio personal.
«No quería presentarme sabiendo que había conceptos y temas sin dar que podían caer», resumía Mireia Albaga para justificar por qué ha retrasado casi un mes su selectividad. Reconoce que ha sido un periodo duro, encerrada para estudiar todas las horas posibles, igual que lo fue la vuelta a las aulas tras la riada. «El temario lo reanudamos poco a poco, sin sobrecargarnos; los profesores sabían que no podíamos. El pueblo estaba destrozado y lo que menos pensabas era en ponerte a estudiar», describe.
Casi la misma idea trasladaba su compañero Ferran Ferrer - «era casi una obligación esperar para acudir con más seguridad, con las materias más trabajadas»-, mientras que Nayara López incidía en el enorme esfuerzo que ha supuesto sacar adelante Bachillerato y selectividad en el curso más difícil: «Durante semanas no me veía capaz, no podía concentrarme por el impacto emocional y por el ambiente en las calles, con ruido y máquinas pasando constantemente».
A Irene Ruiz le sucedió lo mismo -«pasamos de estar limpiando barro, con todo destrozado, a estar en clase viéndolo todo, con los militares ahí fuera»-, mientras que Carmen Cortijo recordaba que hubo que adaptarse y cambiar las rutinas de estudio, «con gente con su casa destrozada o, en mi caso, sin poder acudir a la biblioteca». «No sólo fue el tiempo dedicado a limpiar o perdido por no tener clase. Es que costó mucho recuperar la concentración para estar al cien por cien», sentenciaba Alicia Peña.
El IES La Sénia, por su parte, ha presentado a una decena de estudiantes en esta convocatoria, entre los que se cuenta Óscar Navarro. Como las anteriores estudiantes atendió a LAS PROVINCIAS tras la prueba de Castellano. «Después de la dana perdimos bastantes clases durante un mes aproximadamente, y pensé que hacer ahora la ordinaria me daba más tiempo para repasar algunos contenidos que quedaron más en el aire», explicaba. En su caso, estuvieron varios días limpiando el garaje de casa y tuvo que trasladarse durante un tiempo a Valencia por los problemas en el suministro de luz y agua.
Las pruebas también reúnen aspirantes que quieren subir nota o suspendieron en junio. «Me confíe», reconoce Natalia
En el campus de Tarongers, de la Universitat de València, se han presentado los alumnos del IES Albal, que ni siquiera han podido terminar el curso en su instituto. Como Fran Llop, que aludía a los problemas de espacio en el centro de acogida, Carles Vila -«fue duro estar casi un mes sin clase»- y Héctor Ramírez, que sufrió destrozos importantes en un negocio familiar. «Con un mes extra tenía tiempo para organizarme mejor; de haber acudido en junio no me habría visto bien preparado», alegaba.
Javier Máñez, de Maristas Valencia, representa a otro de los perfiles de esta PAU. Participó en la convocatoria ordinaria, pero la nota de acceso no le dará para cursar el grado deseado -Ingeniería en Tecnologías Industriales-, por lo que se presenta ahora a dos materias de la fase voluntaria en las que obtuvo una nota discreta -suspenso en Matemáticas y aprobado raspado en Dibujo Técnico- para elevar su media. Caso distinto es el de Adama Ndiaye y Natalia Asprilla, del IES Rascanya, que no llegaron al cinco en la fase obligatoria, por lo que tocaba volver a intentarlo, pues sacar adelante la convocatoria extraordinaria les permitirá participar en la preinscripción una vez adjudicadas todas las plazas a los de la ordinaria. «No diría que fuera muy complicada, pero me afectó la falta de tiempo para prepararme. Y los nervios. Me confié», decía la segunda.
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