Los pacientes del hospital Doctor Moliner: «Están acelerando todas las altas que puedan, nos preocupa dónde nos trasladarán»
Los familiares de los enfermos del centro de Porta Coeli critican la «incertidumbre» que viven en las últimas semanas antes el cierre total por la reforma de un centro «muy viejo»
Quedan apenas unas semanas para que el hospital Doctor Moliner de Porta Coeli, en Serra, cierre sus puertas durante los próximos cinco años por ... la reforma integral que va a realizar Sanidad. Un cambio de planes sobre la idea inicial, que era sólo cerrar zonas por fases, que ha cogido con el pie cambiado tanto al personal como a los familiares de los pacientes. El centro, dedicado a enfermos crónicos y de larga estancia, está vaciando sus habitaciones pero aún no ha comunicado a los pacientes dónde los va a trasladar ni cuándo, aunque como informó este diario, se repartirán entre el Padre Jofré, el reformado hospital Militar de Mislata (a partir de agosto) y el Arnau de Vilanova en agosto, además de los que queden en la hospitalización domiciliaria desde casa.
Por los alrededores del recinto del Moliner pasean diariamente los enfermos con sus familiares, aprovechando que es una zona muy apartada en medio de la naturaleza y gozan de tranquilidad. Entre ellos está Amparo, que tiene ingresado a su hijo Jorge. «Están despistados hasta el personal, que no sabía nada hasta hace poco, porque ha todo sido muy de repente, improvisado, y no se esperaban que cerrara del todo», explica la mujer.
La señora, que también ha hablado con otros familiares sobre el inmediato cierre del centro, indica: «Mi sensación es que aceleran los procesos para mandarnos a casa, los que se puedan, aceleran las altas. Y los que no se pueda, los tendrán que trasladar a otros centros. El que no esté en condiciones seguirá en otro sitio». Y como ella, esa percepción también la tienen en muchas habitaciones, mientras nadie del hospital les dice ninguna comunicación oficial.
«Llevamos desde septiembre y estaban haciendo la reforma externa, con máquinas haciendo ruido, no se podía salir a las terrazas. Decían que por dentro lo iban a reformar, porque está muy viejo. Al principio decían que iban a hacer algunas obras. Pero no sabemos nadie por qué, de la noche a la mañana al personal le dicen que lo van a cerrar varios años», apunta Amparo sobre esta situación.
Y mientras los días pasan, las habitaciones se van vaciando. «Desde el 16 de abril ya no cogen altas nuevas. En el pasillo donde está mi hijo son 22 habitaciones y ya sólo quedan pacientes en 12. Si mi hijo no estuviera para irse, pediría quedarme en el centro que fuera, que lo trasladaran», asegura. «Él tiene una lesión cerebral, se cayó y se golpeó la cabeza. Nos mandaron aquí para la rehabilitación. Nos vamos a ir a casa pero estoy tramitando la dependencia en grado 3. Aquí hay dependientes físicos, psíquicos, gente con cáncer terminal en cuidados paliativos, hay de todo», expresa Amparo.
También va en su silla de ruedas Juan, llevado por su hija mientras toma unos rayos de sol. «Sabíamos que lo iban a reformar pero no imaginábamos que nos iba a pillar como pacientes. Mi padre lleva aquí desde febrero. No nos han dicho nada directamente, no ha habido un protocolo de informar a cada paciente. Nos hemos enterado en el bar, en los pasillos, en la prensa, pero de forma oficial no», lamenta la hija.
«Sentimos incertidumbre porque mi padre está aquí y no sabemos hasta cuándo va a permanecer aquí, estamos preocupados por dónde nos trasladarán y tenemos el miedo de que no haya suficientes hospitales para reabsorber a todos los pacientes que lo necesitan», añade la mujer sobre el futuro que le espera a su familiar cuando el Moliner cierre sus puertas.
El centro tiene capacidad para 180 personas, pero tras un mes sin recibir ninguna persona nueva y con las altas que se dan diariamente, quedan poco más de un centenar de enfermos todavía en las habitaciones. «Si los que quedan aquí se tienen que trasladar a otros hospitales, no sé si habrá capacidad. Sabemos que aquí ya era difícil entrar porque estábamos en lista de espera», explica.
«Tengo mucho miedo de qué va a pasar ahora, igual que lo tuve antes de venir aquí al Moliner. En Jofré y el Militar tendrá que compartir habitación con otros pacientes. Pero el miedo mayor es que lo manden a casa sin que esté para eso», explica la hija de Juan, que sufrió un ictus en diciembre y está en el Moliner para rehabilitar el daño cerebral. «Si vas preguntando al médico que lo lleva, lo que cada uno sabe te lo va diciendo. No se oculta, pero estamos en una incertidumbre», dice.
Y esa incertidumbre son varias alternativas abiertas. «Lo pueden derivar a otro hospital o llevarlo a casa, hay varias opciones. Lo normal es que la mayoría de la gente se vaya al hospital Militar. Lo he hablado con otros familiares. El hospital lo están vaciando, cada día se van pacientes y se están llevando mobiliario de algunas habitaciones que ya están vaciando». Esos muebles irán destinados a habilitar las de Padre Jofré, que serán 30, ya que duplicarán la capacidad de los actuales cuartos individuales que hay en el centro de crónicos de Valencia.
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