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La libreta gris

Una odisea despacio

«Nada viaja más rápido que la velocidad de la luz, con la posible excepción de las malas noticias». 'Informe sobre la Tierra' (1992), novela del británico Douglas Adams

Gaspar Macià

Domingo, 11 de diciembre 2016, 09:18

«Nada viaja más rápido que la velocidad de la luz, con la posible excepción de las malas noticias». 'Informe sobre la Tierra' (1992), novela del británico Douglas Adams.

En estos días de largo asueto -para algunos- puentil ando yo también viajando. Pero no en parámetros y distancias terrestres, sino deambulando por el espacio sideral, saltando de una galaxia a una nebulosa pasando por un anillo de asteriodes, de un agujero negro a una supernova o sumergiéndome entre los pliegues cuánticos del elástico tejido espacio-temporal. Todo ello guiado por el conspicuo físico teórico francés Christophe Galfard y su ameno, instructivo y divertido (que ya es bastante para un tema tan espeso) libro 'El universo en tu mano'. Y en uno de mis quiméricos devaneos cósmicos observando ilusoriamente el resultado del devenir de planetas, satélites, asteroides y demás cuerpos celestes, caigo en la cuenta de que las fuerzas cosmológicas también rigen la política local y tienen incluso su reflejo más allá de las estrellas (o entre ellas, al menos). Einstein tenía razón no solo en que el universo se expande sin parar -y encima, para más recochineo, se comba y se dobla a su antojo-, sino también en que todo es relativo según se mire y las gafas que lleve uno puestas. Así, en una de mis correrías extracorpóreas reparo en una galaxia elíptica enana bautizada por los científicos como Alpha Illicitanus C-3PO (ya sé, muy imaginativos no han sido en la numeración), en la que parecen regir las mismas fuerzas físicas que en la política local, como ya apuntó certeramente Isaac Newton. Resulta que en el centro hay una gran estrella refulgente, por supuesto, bautizada como Calendura R2D2 (seguimos en la misma tónica: cosas de la NASA), en torno a la cual orbitan dos planetas más o menos del mismo tamaño: PS-8 y PP-9. El primero ha logrado atraer hacia sí, merced a su gravedad transparente y participativa, a dos planetas menores cercanos (aunque en términos siderales están ambos a años luz). Se trata de CMPRMS-4 y PE-1, que pese a compartir los beneficiosos efectos de ahorrar energía mutualizando su órbita, se cuidan mucho de acercarse más de lo debido para no acabar engullidos por su campo gravitatorio y convertidos en unos meros satélites sin personalidad galáctica ni brillo propio, limitados por los siglos-luz de los siglos-luz a reflejar la luminiscencia de Calendura R2D2 sobre PS-8. Además, en su fuero interno magnético son conocedores lo que le pasó a IxE-2, ahora un exoplaneta que hace millones de años luz (o unos simples meses en la vida humana: cosas de la relatividad) se pasó de revoluciones cósmicas en su trayectoria balística alrededor de PS-8 y adquirió tal fuerza cinética que acabó saliendo lanzado hacia otra galaxia muy, muy lejana, convertido en un planetoide errante en busca de una estrella que lo cobije y le dé cariño astral. Así que lo mejor es guardar las distancias. Juntos que no revueltos, ni siquiera en la sopa cósmica. Por si acaso acaban engullidos los tres por un agujero negro.

Pero como el universo en general e Illicitanus C-3PO en particular están en constante movimiento y transformación, el telescopio Hubble ha observado -y yo mismo, desde mi visión sideral- que en los últimos millones de años luz -siguen siendo unos meses para nosotros-, otro planeta se ha ido acercado al espacio que controla PS-8. Se trata de CS-3, que aunque describe trayectorias erráticas (unas veces pasa cerca, para alejarse a continuación), tiende a aproximarse cada vez más a la atrayente órbita participativa de PS-8 y compañía, sin que de momento se observen que ni CMPRMS-4 ni PE-1 le repelan. La impresión que sacan los astrónomos que no tienen otra cosa mejor que observar es que se va hacia una confluencia galáctica cuatriplanética, algo frecuente pero de duración improbable, que pudiera devenir en colisión si no se controlan las distancias estelares.

A todo esto, ¿qué pasa con PP-9? Pues nada, ahí sigue dando vueltas pero en solitario, como ensimismado, lejos de los demás cuerpos astrales de su galaxia. Y es que pese a tener un peso atómico mayor que PS-8 no ha logrado atraer a su campo orbital a ninguno de los planetas vecinos. Todo lo más alguna aproximación de IxE-1, aunque su trayectoria errática le impide fijar una órbita estable y va y viene, impulsado por el polvo cósmico y las tormentas geomagnéticas que abundan por el cosmos. Así, sin astros amigos ni satélites a su alrededor, a PP-9 no le queda otra que girar en la distancia a la espera de que algún acontecimiento cataclísmico lance hacia su órbita a alguno de los planetas que ahora se mecen plácidamente en la dúctil malla espacio-temporal y las ondas gravitaciones de PS-8. Seguiremos atentos a posibles cambios en la galaxia, por lo que pueda pasar. Hasta el infinito y más allá.

Bien, de vuelta al planeta Tierra, a la izquierda según se entra en la Vía Láctea, también se observan movimientos y órbitas elípticas en el panorama político ilicitano. Sin ir más lejos, esta semana hemos asistido a un acercamiento entre la Diputación Provincial que preside el popular César Sánchez y el gobierno tripartito que lidera Carlos González, a costa de tres subvenciones que ha concedido el organismo provincial para carriles bicis y riego en parques. Pero no ha venido en persona el presidente -todavía no- sino un mandado, el diputado Bernabé Cano, junto a su compañera de grupo y a la sazón exalcaldesa Mercedes Alonso. Para que vean que la Dipu se preocupa de Elche, pese a lo que diga el gobierno local de que solo mira por la capital (y por municipios gobernados por el PP). Nada más lejos de la realidad, aseguraron al unísono los cargos provinciales. Illice también existe. El alcalde cogió los 750.000 euros por no hacer un feo, pero vino a decir con la mirada que esta cantidad no tapa pasadas afrentas y desagravios, y que seguirá reclamando lo que toque. Como tiene que ser. No somos un satélite de nadie, sino un sistema solar con su propia fuerza gravitatoria. Ojito con los agujeros negros.

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