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Baile de votos

Baile de votos

El 'dancing' de la vicepresidenta fue gestado entre platos de ensalada y pollo en una comida en La Moncloa con Pablo Motos

icíar ochoa de olano

Domingo, 11 de octubre 2015, 21:01

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Dicen que fortalece el sistema muscular, reduce las posibilidades de desarrollar osteoporosis, aporta flexibilidad y espabila la autoestima. Pero, más allá de las propiedades terapéuticas que conlleva su práctica, bailar tiene la rara facultad de humanizar a los políticos. Incluso de hacer que parezcan seres simpáticos. Al candidato del PSE a la Generalitat, Miquel Iceta, ya nunca le veremos como el tipo anodino que parecía antes de que se sacudiera en público los demonios de la campaña al ritmo del eléctrico Dont stop me now y empequeñeciera al mismísimo Pedro Sánchez. Difícil encontrar hoy a un solo ciudadano que no le conozca y al que no le parezca un salado. Desesperadamente necesitado de una píldora mágica que haga pedazos su imagen rígida, el PP ha pasado de ridiculizar el desinhibido dancing del candidato socialista a abrirse paso en la pista, de criticar a Sánchez por entrar en directo en Sálvame a mandar a su vicepresidenta del Gobierno a El hormiguero.

A menos de diez semanas de las elecciones generales, el meneíto de Soraya Sáenz de Santamaría logró sacar chispas a la parrilla televisiva. Elegía unos tejanos desgastados, unas plataformas y el formato ideado por Pablo Motos para su bautismo bailongo televisado. Lo hacía acompañada por el propio conductor del programa y varios miembros del equipo, quienes se sincronizaron para hacer la coreografía que el martes puso fin al espacio con el Uptown funk de Mark Ronson cantado por Bruno Mars. Un melodía estimulante a cuya disposición Michelle Obama ha puesto sus caderas en varias ocasiones demostrando un groove innato que la portavoz del Ejecutivo de Rajoy ni siquiera podría soñar. Aun así, Soraya mostró soltura en una actividad que le gusta y que practica cuando puede. Por ejemplo, en las cenas anuales con pinchadiscos que organiza junto a «los segundos y los terceros de los ministerios», con los que se reúne los miércoles para preparar el Consejo de Ministros. «Alguno de los más reticentes a estas quedadas ha acabado bailando Numerao, numerao, viva la numeración», confesó sin rastro de pudor después de someterse dicharachera a las bromas de las lenguaraces hormigas.

Tras estas concesiones y otras, como que elegiría Como una ola para cantar en un karaoke o que el presidente Rajoy es «bailongo» y «ochentero» a la hora de mover el esqueleto, Sáenz de Santamaría calcó la coreografía y la remató con un beso en la misma calva que cada noche bendice Pablo Motos con sus labios. ¿El resultado? Más de 4,7 millones de espectadores pegados a la pantalla para ver a la número dos del Gobierno en versión funky. Fue el minuto de oro del día y El hormiguero más visto de todos los protagonizadas por invitados políticos.

Tres ensayos y a plató

Su irrupción en la tele de esa guisa no se fraguó en cuatro días. Pero sí se precipitó sin pretenderlo. Ocurrió en la fiesta del 25 aniversario de Antena 3, donde se dieron cita un buen número de dirigentes y miembros del Ejecutivo. «Estabamos charlando en un corrillo al que se unió Soraya. Por un momentó pensé ¿Y qué le digo? Y no se me ocurrió otra cosa más que invitarla a que viniera al programa. Para mi sorpresa, me salió con un Ah, vale y, acto seguido, le dijo a María (su directora de gabinete y mano derecha) que tomara nota de nuestro teléfono», cuenta el productor de El hormiguero y socio de Motos, Jorge Salvador. La llamada se producía días después para citarle a él y a Motos a una comida que, finalmente, y a través de un whatssapp se fijó en La Moncloa.

La galería de logros de el hormiguero

  • El popular programa que dirige Pablo Motos cuenta en su palmarés con un listado de inusitados logros. Así, ha puesto a la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, a hacer un tutorial de coletas impecables; al ex ministro Arias Cañete, a zamparse un yogur caducado sin perder la sonrisa; al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, a debatir si mejor tanga o braga; al socialista Pedro Sánchez le pidió que evocara su pasado baloncestista y a Esperanza Aguirre la hizo cantar un chotis en inglés.

«Estuvimos allí como unas tres horas. Comimos una ensalada de judías verdes y pollo, y le contamos que queríamos hacerle una entrevista sin tapujos. No nos puso ninguna condición. Le planteamos hacerlo en directo o en falso directo y grabarlo un par de horas antes. Nos dijo que iría en directo. No quiso saber las preguntas, ni nos advirtió sobre temas prohibidos», asegura Salvador. Ante tanta disponibilidad por su parte, «sacamos el tema del baile. Comentó que le gustaba mucho y que lo veía con su hijo».

El martes, llegada la noche de autos, la vicepresidenta se acercó a los estudios de la cadena con antelación para ser maquillada, picar un poco de fruta y jamón del catering para invitados y dedicar media hora a memorizar los pasos con Motos y con el director de producción, al que terminaría besando en la calva. «En total lo hicieron tres veces. Se le da bien. Cuando terminó el programa lo vimos con ella y nos reímos mucho. Todo fue muy distentido», agrega Salvador, pletórico, al igual que Sáenz de Santamaría y su equipo, con los datos de audiencia conseguidos. «Fue divertido y se lo pasó muy bien», certifica la responsable de su gabinete, María Pico, quien perjura que su jefa no ha tomado nunca ninguna clase de baile. La vice confesó ayer que apenas había dormido por el subidón de adrenalina que llevaba cuando llegó a su casa.

Donde sin embargo sí practicó y mucho, fue en la boda del vicepresidente sectorial del PP y ex alcalde de Vitoria, Javier Maroto, con su novio de toda la vida, celebrada hace unas semanas en la capital vasca. El enlace sirvió de calentamiento para ella y de buscado baño de renovación y de iconografía gay para el presidente Rajoy, que se marcó incluso una conga al son de uno de los éxitos más sonados de Village People, un fetiche musical para la comunidad homosexual. Así se encargaron de difundirlo, hábilmente,varios invitados al enlace.

«Es fabuloso que fuera»

Esta repentina epidemia febril por el baile, el cante y el desenfado televisivo, que llevó al líder de Podemos Pablo Iglesias y al socialista Antonio Miguel Carmona a marcarse en público otra conga, al Ciudadano Albert Rivera a debatir con Motos entre el tanga o la braga, o a la impredecible Esperanza Aguirre a entonar un chotis en inglés con el mismo presentador, solo tiene efectos positivos «siempre y cuando se materialice de forma digna». Así lo defiende Julio César Herrero, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y especialista en Comunicación y Marketing Político. «El político en campaña tiene que lograr que su mensaje llegue a todos los rincones. Aunque no influya directamente en el voto. A la gente le gusta saber que tienes hobbies, que te ríes, que te emocionas. Y bailar, en el caso de Soraya, cuya imagen es muy institucional, la convierte en una persona normal y con cierta espontaneidad. Me parece fabuloso que fuera. Ha ganado enteros», afirma el docente, quien contextualiza la actuación en el marco de la campaña de los populares por corregir sus errores pasados de comunicación y «acercarse a los ciudadanos para ofrecer una cara más afable y humanizada».

En este línea se expresa el profesor de Comunicación de la Universidad de Málaga Teodoro León Gros. «El PP es lo que yo llamo el nasty party (partido desagradable). Tienen una imagen estirada, fea y seria. Justo lo contrario a la de sus principales rivales. Me refiero a Ciudadanos, que representan lo simpático-fresco-guapo. Ellos les han cambiado las condiciones del juego y ahora los populares están obligados a hacer de la necesidad virtud», expone el especialista, quien vaticina un despliegue de numeritos insospechados de aquí al 20-D. Todo sea por el voto.

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