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La filoxera del siglo XXI

La filoxera del siglo XXI

La alarma aumenta entre los viticultores porque crece el número de vides que mueren y no son suficientes las medidas preventivas

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 30 de noviembre 2015, 00:50

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Puede llegar a pasar como cuando la filoxera casi extinguió los viñedos en Europa, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Al igual que ocurría al principio de extenderse aquella plaga, muchos también consideran hoy exagerado el temor a que la yesca pueda extender grandes niveles de mortandad en las vides. Sin embargo la preocupación va al alza en sectores donde proliferan los problemas de podredumbre de las cepas, porque antes no se daba esto con tanta incidencia y, encima, no existe hoy ningún medio de cura, desde que se prohibió, en 2003, el arsenito de sodio. La prohibición se debió, lógicamente, a su elevada peligrosidad para el ser humano y para el medio ambiente en general. Su propio nombre ya asusta.

La yesca está cobrando tanta relevancia que algunos ya la llaman 'la filoxera del siglo XXI', y la revista especializada Phytoma la ha incluido en lugar preferente entre los temas a tratar en unas jornadas sobre las enfermedades de la vid que se celebran a partir de mañana, día 1, en la Universidad Politécnica de Valencia. Estas jornadas se desarrollarán hasta el próximo jueves, día 3, y cuentan con la participación de grandes especialistas en todo tipo de dolencias de los viñedos.

Los temas que se desarrollarán en estas sesiones técnicas se basan en la premisa de que para contar con vinos de calidad hay que disponer de viñas sanas. Y entre las preocupaciones principales está la yesca, una dolencia que mata las cepas y frente a la cual no se dispone de remedio para curarla; solo cabe recomendar medidas preventivas que son de resultado desigual. Naturalmente todo esto es importante para la calidad del vino, pero más esencial es aún para la rentabilidad del viticultor, ya que además de fallar la calidad puede quedarse sin cantidad.

Medidas preventivas

Los especialistas denominan también a la yesca con las siglas EMV (Enfermedades de la Madera de la Vid), porque en realidad se trata de un mismo efecto, que es la podredumbre de la cepa, o de brazos de la misma, por la acción de diversos hongos. Se habla de casi un centenar de enfermedades fúngicas que pueden ser la causa y cabe que actúen varias a la vez.

El denominador común es que estos hongos que penetran en la madera de la vid, debilitándola hasta pudrirla, encuentran la vía fácil de entrada en las heridas de poda. Cuanto más numerosas y más grandes, mayor riesgo. Por eso las medidas de lucha estriban en la prevención y en la desinfección. Para prevenir es básico cuidar la sanidad del material vegetal utilizado, para que injertos y portainjertos no lleguen ya infectados de otros campos y viveros. Igualmente se deben desinfectar las herramientas de poda, procurar que los cortes realizados sean lo más verticales posible, para que el agua de lluvia y de rocío no se quede en las heridas, y cubrir éstas con productos desinfectantes y protectores.

Sin embargo, la aplicación de estos y otros cuidados no supone una garantía para librarse del mal. La yesca se extiende de manera creciente en España y en casi todo el mundo, y si antes se veía ocasionalmente alguna cepa vieja atacada hasta morir, ahora incide también en las jóvenes. La tendencia a industrializar y mecanizar las labores del cultivo supone en contrapartida facilitar que se extienda la dolencia, porque se multiplican las heridas sin cuidados posteriores, y para mayor quebradero de cabeza del viticultor, una vez se establecen los hongos que provocan la yesca se suman otros como los de la armillaria o la eutipiosis que provocan la muerte súbita de la cepa.

La yesca tiene dos tipos de evoluciones: lenta y rápida, dependiendo del tipo de suelo y la climatología de cada lugar. Es más rápido el desarrollo de la enfermedad en lugares secos y con tierras más pobres.

Como es natural que ocurra, los fabricantes de productos fitosanitarios se afanan en formular y probar toda clase de compuestos nuevos, por ver si alguno se demuestra por fin eficaz contra la yesca, pero hasta el momento no se ha producido el milagro.

También se multiplican las pruebas de los propios viticultores con todo tipo de productos químicos a mano, y a menudo se anuncian supuestos resultados espectaculares, pero a la larga no acaba de fructificar ninguno. Se ha probado con numerosas formulaciones a base de azufre o cobre, que son los fungicidas básicos por excelencia. También con sosa cáustica, compuestos nitrogenados, cal, lejía, ácidos, plata coloidal, oxígeno y hasta desinfectantes utilizados en veterinaria y para uso humano, sin que ninguno se haya revelado como el salvador que todos esperan.

Uno de los últimos proyectos de investigación se basa en el uso de la nanotecnología para introducir en los tejidos de la vid microcristales de sustancias minerales que fortalezcan la capacidad de resistencia frente a los hongos.

Es de esperar que algo cuaje antes de que pueda ser demasiado tarde.

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