

Secciones
Servicios
Destacamos
«Quererte fue fácil, olvidarte imposible. Siempre estarás en nuestros corazones. Te queremos Manolo». El mensaje, escrito en una cartulina amarilla, presidía un altar dentro ... del bar situado en la Plaza de la Afición número 5, con Mestalla de testigo. Ahora con el nombre de Cervecería Splash, pero que siempre será el bar de Manolo para los aficionados al fútbol. Así se le sigue llamando por parte de todo el mundo. Junto a esas líneas de cariño, el último bombo que utilizó Manuel Cáceres Artesero, dos fotos con la Copa del Mundo ganada por España en Sudráfica en 2010, dos rosas rojas y otras dos amarillas y su imponente boina. Ese fue el simbólico homenaje, en el primer partido en Mestalla tras el fallecimiento del aficionado más reconocido de la selección española, y del Valencia, que nos dejó el pasado 1 de mayo en Vila-Real a los 76 años. El bar, un museo que el aragonés de nacimiento quiso regalar a la ciudad donde siempre tuvo joyas de coleccionista, se convirtió en un homenaje continuo de valencianistas que quisieron hacer de maza para que el bombo de Manolo nunca deje de sonar.
Emocionado viendo esas escenas se encontraba Paco Membrilla. Su mejor amigo. La persona que estuvo con Manuel Cáceres en sus últimos días y que le abrió las puertas de Moncófar al que consideraba como un hermano para que tuviera un nuevo hogar en sus últimos años, tras el traspaso del local que siempre tendrá su huella personal. «Tengo dolor en el corazón porque me gustaría estar aquí sentado con Manolo», se sinceró a este periódico dentro del local. «Fui la persona que avisó, en el centro de salud, que había fallecido. En los cinco días que estuvo ingresado estuve a su lado en la habitación», rememoró antes de hacer una definición clara de Manolo: «Era una de las mejores personas que he conocido en mi vida y tengo 72 años. Honrado, noble y demasiado generoso. Lo conozco desde que montó el bar de la Calle Bailén porque trabajaba en lo que entonces era el Gobierno Civil. Le hice la instancia para pedir la licencia y desde entonces no he conocido a una persona tan buena». Preguntado por cómo definiría la importancia que tuvo, con su bombo, para el fútbol puso un ejemplo simbólico: «Si vas China, Corea del Sur, Finlandia o Filipinas y preguntas quién es el presidente del gobierno de España no saben quien es pero todo el mundo sabía quién era Manolo el del Bombo. En cualquier país del mundo le conocían y eso hay muy poca gente que lo haya logrado. Lo logró una persona que comenzó de camarero y que se dedicó a su pasión que era seguir a la selección española».
Amparo, su sobrina, no pudo evitar emocionarse cuando recordó la figura de su tío entre tantas muestras de cariño: «Si me pongo a pensar aquí dentro del bar lo primero que me viene a la mente es un ¡sobrina, rubia bien de olivas eh! o alguna broma parecida. Eso y la imagen de hacerse fotos con toda la gente que venía. Le tendrán que haber abierto una puerta especial para que haya podido entrar con el bombo». La lágrimas aparecieron en su rostro en una reflexión que hizo poco después de ceder uno de los bombos a la Curva Nord para ser utilizado en la animación en Mestalla en el partido contra el Getafe. Así fue, bien visible, en la grada de animación. Resonando al cielo de Valencia, con ese sonido tan característico cuando la maza impacta en su caja de resonancia.
Serían cientos los testimonios que se podrían recoger de los aficionados, y amigos por tanto, de Manolo que se pasaron, como cada día de partido, por el bar para tomar algo en la previa. Uno de ellos es Isidro, que durante más de 30 años repite ese ritual: «Siempre que veníamos nos nombraba por Burjassot, por nuestro pueblo. Nos reconocía y así empezábamos siempre con las bromas y a tomar algo. Traíamos a todos los amigos de equipos que venían a Mestalla, de Valladolid o Málaga. Se nos ha ido un grande del fútbol y era no sólo el bombo de España sino también del Valencia. Lo bueno que tenía es que era una persona tan humilde que a todo el mundo, llevara la camiseta que llevara, si lo pedían les dejaba entrar dentro del barra, les ponía la boina y se hacía con ellos una foto con el bombo. Eso era muy grande». Emocionado, pone el foco en que su figura es una de esas que no se pueden reemplazar porque no hay molde: «Ocurrió también cuando falleció Españeta. Lo que tenemos que hacer todos los aficionados es recordar siempre a estas personas porque cada vez quedan menos que nos dejen ese arraigo».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.