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Chelsea-Valencia.

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Chelsea-Valencia. AFP

Rodrigo da luz en las tinieblas

El Valencia, con un nuevo dibujo táctico, se lleva los puntos de Londres

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Martes, 17 de septiembre 2019

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Chelsea FC y Valencia CF se enfrentan en la primera jornada de la fase de grupos de la Champions League. El partido arrancará a las 21 horas y se juega en el Stamford Bridge.

La crisis del club de Mestalla ha llegado a Londres en unos días que prometían ser ilusionantes y emocionantes cuando el conjunto blanquinegro logró la clasificación para disputar de nuevo la Liga de Campeones.

Ayer, el nuevo técnico del Valencia, Albert Celades, compareció solo ante la prensa, sin ningún jugador a su lado. Un situación castigada por la UEFA con una multa. Una decisión que tomaron los propios jugadores según explicó el entrenador.

Once de Celades: Cillessen, Wass, Gabriel Paulista, Garay, Gayà, Kondogbia, Coquelin, Parejo, Cheryshev, Rodrigo y Gameiro.

Once del técnico local, Frank Lampard: Kepa, Zouma, Christensen, Tomori, Azpilicueta, Alonso, Kovacic, Jorginho, Willian, Mount y Abraham.

Sigue minuto a minuto el partido de la Liga de Campeones en lasprovincias.es.

LA PREVIA de J.C Valldecabres desde Londres

«¿A qué hotel en Londres va el equipo? Como ya no nos dicen nada y como ya ni hablan...» El Valencia está más irreconocible que nunca y si encima pierde lo mejor que tiene, que es el roce con sus propios aficionados, va camino de convertirse en un ente extraño. La pregunta anterior la efectuaba una de las aficionadas más acérrimas que tiene el equipo, de esas que no se pierden un partido de su gente sea donde sea, invierno o verano, Liga o Champions, y que se montaba este lunes por la mañana, camiseta oficial puesta, en un vuelo para la capital londinense. El espíritu de los seguidores que han decidido, pese a todo, estar hoy junto al equipo en este estreno de Champions es posiblemente la única llama que persiste pese a los bombazos que se han lanzado entre unos y otros. El Valencia, deportivamente hablando, ha entrado en una descomposición general, instalada en ese desafortunadísimo «es lo que hay» que, si nadie lo remedia a tiempo, puede acabar en tragedia global. Toda esa corriente de acontecimientos hace que lo de ganar hoy en Londres sea a estas alturas algo alejado de una entidad con un sinfín de frentes abiertos, empezando por un dueño que hace y deshace a su antojo sin dar explicaciones a nadie; siguiendo con un presidente que prefiere manejar las redes sociales a hablar a la afición; con un entrenador sin curriculum que da la impresión se sentirse abrumado por la escena; contando también con unos jugadores que ahora son mudos fuera del campo pero que dentro, donde verdaderamente importa, no hablan tampoco; siguiendo por un director general que cobra muy bien por no gestionar ahora casi nada, y terminando por una afición que no entiende por qué el club disfruta pegándose tiros en el pie. Con esos ingredientes, lo mejor que podría pasar es salir más o menos indemne de Stamford Bridge.

Ayer, en Londres, los periodistas locales se esforzaban en intentar entender qué es lo que ocurre exactamente en las tripas del Valencia. Y, ojo, que ellos también han vivido lo suyo cuando Róman Abramóvich apareció un buen día por Londres dispuesto a comprarse un club de fútbol. Meriton se esfuerza cada día en sacar pecho por los 200 millones que ha puesto Lim para 'salvar' al Valencia poco menos de la ruina, pero el magnate ruso, en 2003, desembolsó 165 para evitar la quiebra del Chelsea. Eso sí, aunque las cifras ya se sabe que son discutibles, Abramóvich se ha gastado luego la friolera de 1.600 millones de euros en comprar jugadores en esos más de quince años de gestión. Pese a haber inflacionado desmesuradamente el mercado y a pesar de las tremendas pifias que ha cometido, las recompensas han llegado: cinco Premiers, cinco FA Cups, tres Copas de la Liga, dos Community Shields, una Champions y la reciente Europa League (ya tenía otra). Por aquí han pasado desde Benítez hasta Mourinho, pasando por Villas-Boas (uno que siempre gustó en Mestalla).

Eso no garantiza ni mucho menos que esta noche el equipo dirigido por Lampard (un seminovato en el banquillo) tenga ya adjudicados los tres puntos y por consiguiente esos 2,7 millones de euros de premio que se lleva el club por la victoria (el empate sale a 900.000). Un pico jugoso para cualquiera. Con el ánimo de ingresarlos en el Valencia, Celades es más que probable que apueste por el once de Marcelino con alguna posible variación.

El Valencia vuelve a respirar y de qué manera. Vino a Londres con un colorcillo de muerto que asustaba nada más verlo y regresó con una bocanada de esas que hace que se escupa toda la bilis que llevaba acumulado en los seis días anteriores. La Champions ha devuelto a la vida a un equipo descompuesto y superado por los acontecimientos. Pegado a Stamford Bridge hay un singular cementerio que parecía escribir el peor de los presagios para los valencianistas, metidos hasta las trancas en una crisis sin precedentes. Pues bien, hasta con un penalti en contra a apenas unos minutos para el final consiguió el nuevo equipo de Celades resistir la contaminación interna. No es que este Valencia, ni mucho menos, sea el mismo equipo imperial que ganó esa Copa que tanto dolor de cabeza ha creado, pero arrancar la Champions con tres puntos es lo mejor que podía pasar. Quizás lo único. Y, encima, fue Rodrigo, el mismo al que Lim quiso vender casi hasta el último instante de mercado, el que resolvió todas las dudas que se habían generado en torno a este grupo y su hipotética respuesta. El gol, la manera de celebrarlo, el gesto del colectivo al final en dirigirse hacia la esquina donde estaban situados los cientos de seguidores valencianistas da pie a pensar que el grupo no ha arrojado la toalla y que entiende que hay seguir empujando la nave. Pensar que las aguas han vuelto a su cauce es quizás ir más rápido que los propios acontecimientos pero la perspectiva que se genera tras esa acción de estrategia que nació de las botas de Parejo y culminó Rodrigo es mucho más interesante que las tinieblas que desde Singapur se habían dibujado. La vida vuelve a sonreír para miles de aficionados que sólo entienden de fútbol y de amor a unos colores, más allá de disputas empresariales internas.

El Valencia llegó a Londres con un saco de interrogantes que atacaban incluso a la capacidad profesional del nuevo entrenador y sale cuanto menos aliviado y con la sensación de que no está todo perdido. Hay luz. Incluso de este primer reto europeo ha salido con algo más de color el propio Celades. Esa pincelada táctica que aplicó con la inclusión de Coquelin para reforzar el centro del campo (Marcelino también lo hacía), el matiz del nuevo dibujo con Rodrigo caído a la banda derecha, la predisposición a no perder la orientación defensiva en general y los dos amagos de estrategia que se vieron (el primero lo mandó a las nubes Gameiro y el segundo fue para dentro) dan algo de consistencia y credibilidad al nuevo director de orquesta.

Chelsea FC

Kepa; Azpilicueta, Tomori, Christensen, Zouma (Giroud, m.73), Alonso; Kovacic (Barkley, m.79), Jorginho; Mount(Pedro, m.15), Willian y Abraham

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Valencia CF

Cillessen; Wass, Garay, Paulista, Gayá; Coquelin, Parejo, Kondogbia, Cheryshev (Diakhaby, m.92); Gameiro (M. Gómez, m.70) y Rodrigo (Lee Kangin, m.90)

  • GOLEs: 0-1. Rodrigo, m.74

  • ÁRBITRO: Cüneyt Çakir (TUR) amonestó a Jorginho (m.33) y Giroud (m.90) por parte del Chelsea y a Coquelin (m.8) por parte de los visitantes

  • INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la primera jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones disputado en el estadio de Stamford Bridge (Londres) ante 39.469 personas

Celades, a quien no se le vio celebrar el gol, no se ha ganado todavía el respeto del vestuario. Eso está por ver y el devenir de las semanas irá dando pistas sobre este delicado asunto. Pero haber dado este golpe de efecto que pone al equipo en una inmejorable posición para pensar en los octavos de la Champions ya es un argumento sólido al que acogerse.

Eso sí, para llegar a ese 0-1 hubo que sufrir y hasta superar la prueba más difícil. En pleno acoso inglés, un segundo saque de esquina vuelve a levantar al público de sus asientos. Faltaban seis minutos para el final. El balón vuela casi tan alto como el salto de un gigante fibroso como Tomori. El central cabecea y la pelota va directa al brazo de Wass, despegado ligeramente del cuerpo. El árbitro no observa penalti pero el VAR le avisa por el pinganillo. Hay dudas y hasta le fuerzan a revisarlo por sí mismo. El colegiado turco lo examina y decide el penalti. Barkley lo tiene claro pese a las dudas que expresan algunos de sus compañeros. Tienen razón estos. Le pega fuerte pero la trayectoria va en ascenso hasta rozar por encima el larguero. Ni por esas pudo el Chelsea tumbar al Valencia.

Hasta llegar a ese momento, hubo que tragarse un partido que en muchas fases llegó a ser más anodino que otra cosa. Con la disposición táctica blanquinegra, Celades les dejó a Marcos Alonso y Azpilicueta toda la banda para progresar. Pero el centro estaba bien resguardado. Cuando el Chelsea quiso maniobrar por ahí, se encontró con demasiada dificultad. El Valencia fue llevando el partido donde quería. Dejó primero pasar los minutos, protegiéndose unos a otros y probando a ver qué tal resultaba esa disposición de Rodrigo a la banda derecha, por delante de Coquelin cuando había que atacar. A la hora de defender, el francés optaba por acercarse a Kondogbia y Parejo. Es el nuevo Valencia. Ya lo había avisado Celades, poco a poco iba a ir intentando introducir su sello personal. Eso siempre tiene su riesgo. Con el 4-4-2 inamovible, Marcelino ha ganado una Copa y devuelto la ilusión a la grada. Celades empieza a moldear a su gusto la antigua rigidez táctica que siempre caracterizaba al asturiano. Eso, además, requiere su tiempo y una complicidad absoluta de los futbolistas. Sin ellos, es imposible avanzar ni un metro.

Por otra parte, tampoco pasó desapercibida la presencia de Guedes... en el banquillo. Ni un minuto jugó y calentar por la banda, apenas unos instantes. No hubo sitio para él en ninguno de los tres cambios. Seguramente porque el partido fue discurriendo por la vía que más opciones daba a los valencianistas. Si en el primer tiempo sólo las arrancadas de Willian ponían en alerta a defensas y portero, en el segundo el empuje de este habilidoso y rápido mediapunta disminuyó de manera ostensible. Cada zarpazo que intentó tuvo a Cillessen bien colocado. Eso contribuyó de manera decisiva a que Parejo intentara con Rodrigo esa asociación que acabó en tragedia para los londinenses. Cuando más creía el Chelsea que iba a ser capaz de romper la rigidez visitante, una falta a Gayà dio pie al golpe mortal de la noche. Parejo se la puso en el sitio exacto para que Rodrigo encendiera la luz de la esperanza.

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