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Familia riojana. Jéssica Pérez, Javier Ansoleaga y su hija Valeria, en la mañana de ayer, en un centro comercial. irene marsilla

Peñíscola, una tragedia entre 36 milagros

Decenas de personas salvan la vida al no estar en casa cuando se hundió el bloque | Los supervivientes del siniestro de Font Nova sienten que han «vuelto a nacer»: «Ahora tenemos dos cumpleaños»

Álex Serrano y Manuel García

Valencia | Peñíscola

Viernes, 27 de agosto 2021, 00:48

Valeria perdió una toalla de Dora la Exploradora y un cepillo de dientes morado. Antonio, una bicicleta con la que iba a participar en un ... triatlón el domingo. Pero podían haber perdido muchos más. Ellos, al menos, seguían vivos. La tragedia de Font Nova deja tras de sí 36 milagros, la misma cantidad de vecinos que se libraron de terminar bajo los escombros por salir instantes antes o por estar dando un paseo. O trabajando. O comprando.

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Una visita a un centro comercial fue la que libró a Jéssica Pérez y su familia riojana, compuesta por su marido, Javier Ansoleaga, y su hija Valeria de 4 años, de haber estado entre las víctimas del derrumbe. Los tres estaban fuera de casa y recibieron los primeros mensajes precisamente desde Logroño: «Mi cuñada nos avisó de lo que pasaba y cuando llegamos vimos mucha policía y no nos dejaron pasar. Nuestro apartamento se había derrumbado completamente». No fue hasta las doce de la noche cuando pudieron confirmar los daños en su domicilio.

Pérez explicó que llevaban alrededor de una semana en su apartamento, propiedad de su suegra desde hace alrededor de 30 años y tenían intención de disfrutar de unas jornadas de asueto hasta el próximo lunes, pero estos planes deberán cambiar bruscamente. Remarcó que la tarde anterior al suceso, la del martes, «nos quedamos en casa porque hacía mal tiempo. Podíamos haber estado». Recordó que, por fortuna, muchos propietarios decidieron volver a sus primeras residencias el pasado domingo, por lo que la presencia de turistas era mucho menor.

La 'grieta'. Maite Alarcón dice que se comentó que había aparecido una grieta en el edificio antes del derrumbe. IRENE MARSILLA

Ahora, aunque se han quedado sin todas las pertenencias que trajeron para disfrutar de sus vacaciones, es consciente de que son afortunados: «Lo material se recupera, otras personas han perdido mucho más que nosotros», declaró. Pérez, quien ayer tuvo que acudir de nuevo al centro comercial para comprarse ropa, agradeció a través de las redes sociales la respuesta tanto de los hoteles que recibieron a los afectados como de la Guardia Civil y la Policía Local.

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En declaraciones a À Punt, y aún con el susto en el cuerpo, Adrián Ríos, un joven zaragozano, explicaba que en el momento del derrumbe se encontraba en las calas: «Me empezaron a bombardear a mensajes preguntándome si estaba bien». Y reconoce que fueron unos minutos de mucha tensión hasta que volvió a la vivienda y vio el desolador panorama.

Maite Alarcón había salido a dar un paseo cuando escuchó «un gran estruendo» y vio «una columna de humo»

Antonio Pareja, de 67 años, y su esposa Mercedes se libraron porque él salió a correr. Tiene 67 años y hace triatlones. Se estaba entrenando para uno este domingo y en la mañana de ayer recorrió el centro de Peñíscola para comprar ropa: tuvo que ducharse y ponerse la misma ropa que llevaba, la de deporte, porque no le dio tiempo a coger nada de casa. El abuelo tiró de su mujer y de sus dos nietas, de 8 y 12 años, para salir a dar un paseo. Se llevó a la mayor a correr mientras que la pequeña, que no quería salir como reconocía su abuela entre lágrimas, caminaba con Mercedes. Apenas cinco minutos después, escucharon un estruendo. «El edificio se vino abajo. Cuando llevábamos trescientos metros me llamó mi mujer, no la creí pero luego volví porque insistió», relató Antonio.

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Con ropa de deporte. Antonio y Mercedes tuvieron que ir a comprarse ropa porque salieron con la de deporte. LP

Su hijo se llevó a sus hijas anoche, pero ellos se quedarán unos días en Peñíscola para arreglar las cuestiones del seguro. Mercedes lo pasó mal la primera noche, con una crisis hipertensiva, y ayer apenas podía hablar sin que se le entrecortara la voz. La vecina explicó que el edificio «tenía grietas», pero que llevaban ahí «casi una década». Ambos insistieron en que lo ocurrido fue «un milagro». «Si hubiera pasado de noche...», dijo Mercedes antes de que se le rompiera la voz. Su marido confirmó que muchos vecinos «se fueron el pasado domingo». «Había poca gente en el edificio», indicó. El matrimonio fue acogido por Isabel, una vecina de la zona a la que conocieron ayer, hacia la que están muy agradecidos. Ambos aseguraron, además, que no escucharon ningún ruido ni sintieron ningún temblor antes del hundimiento.

Tampoco notaron nada los vecinos de bloques cercanos (el complejo está formado por varios edificios que suman un total de entre 55 y 58 viviendas). Maite Alarcón, residente todo el año en la zona, indica que escuchó «un gran estruendo» y vio una «gran nube de humo». «Lo peor es la incertidumbre, no saber quién está afectado y quién no», contó ayer a pie de siniestro.

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Algunos de los afectados recuerdan que la tarde anterior al derrumbe se quedaron en casa debido al mal tiempo

«Vivo en la otra parte, en uno de los bloques que se han salvado», señaló Alarcón, que indicó que en la tarde del miércoles salió con sus hijos «dar un paseo» a un edificio cercano. «Entonces escuché un estruendo muy grande. Pensé que se había derrumbado este edificio», dijo, mientras señalaba una promoción que quedó a mitad construir pared con pared con el complejo afectado. «No das crédito. La familia que lo ha sufrido lleva viviendo aquí cuatro o cinco años», lamentó. Respeto a las causas, Alarcón reconoció que esa semana «llovió una barbaridad», pero que no se cree que el agua «pueda llegar a hacer esto». Como otros vecinos , Alarcón reconoció que en la urbanización se comentó que había aparecido «una grieta grande en el edificio», pero las fuentes oficiales no confirman que hubiera ningún problema estructural en el inmueble. El testimonio coincide con el de Joan Morán, un vecino francés que fue de los primeros en llegar al lugar de los hechos. «Vi cómo se caía la segunda parte del edificio», dijo.

LAS FRASES

  • Antonio Pareja, vecino de Olesa de Monserrat «No quiero ni pensar en qué habría pasado si esto hubiera sucedido de noche o en la primera quincena de agosto»

  • Jéssica Pérez, vecina de Logroño «Aunque hemos perdido el apartamento, todo lo material se recupera, otras personas han perdido mucho más»

Solidaridad en el pueblo

«Cuando nos enteramos, no lo dudamos ni un segundo». Francisco Ribera es el presidente de la Agrupación Empresarial Turística de Peñíscola (Agretur) además de director del Gran Hotel de la ciudad. «Muchos de los compañeros del sector enseguida se ofrecieron y creamos una lista de alojamientos», declaró.

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Por el momento, explicó, los afectados, alrededor de una treintena de personas, están alojados en cinco hoteles de la ciudad después de no haber podido pasar la noche en sus casas por haberse visto directamente afectadas sus casas o por el riesgo existente. «Lo que queríamos era facilitar las cosas a la gente y que no tuvieran que ponerse a buscar como locos en unos momentos además tan complicados», relató Ribera.

«Siendo un municipio plenamente turístico no podíamos fallar en este tipo de casos. No se trata ya de si dejamos de ganar o si perdemos dinero. Esto se llama empatía y ponerte en el lugar del otro», explicó. En el caso de estos apartamentos, la mayoría de afectados son propietarios procedentes de diferentes comunidades españolas.

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El responsable de los empresarios turísticos relató que había sido «una noche muy larga», ya que, por ejemplo en su caso, las familias no llegaron a su hotel hasta las dos y media de la madrugada, porque estaban preocupadas por las labores de desescombro que se estaban efectuando. Otros de los afectados fueron más allá «e incluso no han dormido en toda la noche».

Además de a personas que han perdido sus viviendas o no pudieron regresar a ellas, algunas habitaciones de hoteles han sido ocupadas durante unas pocas horas por efectivos de las labores de desescombro «para descansar un par de horas y asearse», señaló Ribera.

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El responsable empresarial reconoció que si hubiera sido un mes de agosto al uso, sin restricciones por la pandemia, como cualquier otro ejercicio, podrían haber tenido más problemas para realojar a todas las personas afectadas, pero en este caso, al no estar llenas todas las habitaciones, han podido ofrecerlas sin mayores problemas.

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