Se enfrenta a seis años de prisión por enseñar a su hija de 9 años a masturbarse con un vibrador en Valencia
La menor apoya a su padre, asegura que nunca la tocó y dice que no se sentía incómoda al hablar de sexo con él
¿Dónde está el límite entre un padre moderno hablando sobre sexualidad con su hija y la protección de la libertad sexual del menor? Esa es la cuestión que debe dilucidar la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Valencia en el juicio contra un hombre que se enfrenta a una petición de pena de seis años de prisión por un delito continuado de abuso sexual a su hija, desde los nueve a los once años, a quien le facilitó un vibrador y le enseñó a usarlo.
La menor, cuya declaración mediante cámara Gesell ha sido reproducida en el juicio, ha apoyado a su padre y niega que él estuviera presente cuando se masturbara, que jamás le ha realizado tocamientos y que no se sentía incómoda al hablar de sexo con él. La víctima ha calificado de «tontería» el motivo por el que su madre interpuso una denuncia contra él, y ha roto a llorar al recordar que desde entonces no puede verlo.
Los hechos se destaparon en noviembre de 2021 cuando en el colegio la menor se lo comentó a unos compañeros cuando estaban hablando sobre la masturbación. La víctima recuerda que sus compañeros «se metieron con ella» y cuando su madre se enteró, denunció al padre biológico, al que la niña conoció cuando tenía cinco años.
El acusado alega que la niña lo encontró en su mesita y él solo le explicó para que servía: «Si alguna vez quieres, úsalo»
Por su parte, el acusado alega que «jamás le he enseñado a mi hija a masturbarse». Aunque sus explicaciones, tras solicitar declarar en último lugar, indican lo contrario. Sobre el uso del citado vibrador, el acusado, de 37 años, sostiene que la niña se lo encontró en el cajón de su mesita, en la habitación que compartían -él dormía entre semana y su hija los fines de semana que se quedaba en su casa-. «Solo le expliqué para qué servía y le dije: Si alguna vez quieres usarlo, úsalo». Y argumenta que le dijo que lo hablara con su madre, «que ella iba a saber más que yo», pero que su hija tenía más confianza con él, hecho que corrobora la menor.
El procesado admite que días después le preguntó a su hija si lo había usado por cuestión de higiene, «para lavarlo». Y reconoce que en una ocasión, al asomarse a la habitación para comprobar si la niña se había dormido, escuchó el sonido del vibrador y se acercó solo para apagarlo.
La madre de la víctima asegura que la menor se ha intentado suicidar en dos ocasiones y tiene episodios autolíticos
Pese a que durante todo su testimonio la menor trata de exculpar la conducta de su padre, insistiendo en todo momento que no se sentía incómoda con que su progenitor le enseñara cuestiones relacionadas con su sexualidad, hay una serie de manifestaciones que, aunque la víctima no fuera consciente, llaman la atención, como que en ocasiones se duchara con su padre, teniendo ya ella once años, o que durmieran en la misma cama algunos fines de semana.
Además, aunque la menor dice que su padre no estaba presente cuando usaba el vibrador, sí reconoce que en alguna ocasión se quedaba dormida usándolo y su padre se lo paraba. De igual modo, antes del día en que le dejó el vibrador en la mesita de su cuarto -en una fecha que no recuerda- su padre ya le había enseñado a masturbarse con los dedos, y en ese momento sí que estaba presente.
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Respecto a si su padre la grababa o usaba el teléfono móvil cuando le enseñaba a masturbarse, la víctima asegura que nunca la grabó, y explica que colocaba un espejo para que ella viera dónde tenía que tocarse para excitarse para encontrar el punto G.
El tribunal ha interrogado al acusado sobre esta cuestión y este reconoce que colocó un espejo y le iba dando indicaciones a la menor, aunque matiza que simplemente le estaba explicando las partes de su aparato reproductor mientras él lo gestualizaba con sus manos pero sin acercarse a ella. «No tenía temas tabú con ella, cuando yo tenía su edad lo que más odiaba es que me dijeran eso te lo explicaré cuando seas mayor», ha argumentado el acusado.
Daño psicológico
El testimonio de la víctima mediante cámara Gesell refleja la vulnerabilidad de la menor, con una personalidad todavía muy infantil e inmadura, más centrada en hablar de los Pokemon, y con conocimientos sobre sexualidad muy reducidos, como así ha explicado en su informe la psicóloga del Instituto de Medicina Legal de Valencia. «Tiene nula conciencia de que han pasado cosas graves», ha remarcado la perito.
Por su parte, la madre de la menor ha relatado varios episodios autolíticos de su hija recientes -posteriores a la cámara Gesell- y dos intentos de suicidio. La menor está con tratamiento psicológico semanal y la psicóloga que trabaja con ella ha confirmado las autolesiones con cortes en brazos y pechos. Incluso ha desarrollado un rechazo hacia los hombres y ha mostrado su intención de cambiar de género. «Siente que si fuera hombre no le habría pasado esto», explica la especialista, quien concluye que «no hay nada educativo en que un progenitor enseñe a esas edades a masturbarse a un hijo, su cerebro no está preparado».
El Ministerio Fiscal solicita una pena de seis años de prisión por un delito continuado de abuso sexual a víctima menor de 16 años, así como tres años de libertad vigilada. Asimismo, que se le retire la patria potestad durante seis años y una inhabilitación especial para el ejercicio de cualquier profesión u oficio relacionado con menores en un plazo de tres años superior al cumplimiento de la pena de prisión. Mismo periodo de tiempo que se le prohíbe comunicarse y aproximarse a menos de 300 metros de su hija. Mientras que la defensa pide su libre absolución al entender que los hechos no son constitutivos de delito alguno.