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Con el paso de los años, las dolencias en las piernas, la rigidez articular o la pérdida de fuerza muscular son situaciones frecuentes que pueden condicionar, y mucho, la vida cotidiana de quienes superan los 65. A menudo, caminar durante un largo rato se convierte en un esfuerzo, subir escaleras cuesta más que antes, y actividades que antes resultaban sencillas ahora provocan molestias o inseguridad. Sin embargo, seguir en movimiento es clave para conservar la autonomía y evitar un deterioro más acelerado. La pregunta, por tanto, no es si conviene hacer ejercicio, sino cuál es el más adecuado cuando las piernas ya no responden como antes.
La respuesta, en muchos casos, está en el agua. La natación y los ejercicios acuáticos se han consolidado como una de las mejores opciones de bajo impacto para las personas mayores, especialmente para aquellas que padecen artrosis, problemas circulatorios o pérdida de masa muscular en las extremidades inferiores.
A diferencia de otros ejercicios, la natación y las actividades acuáticas no exigen al cuerpo el mismo esfuerzo que se realiza en tierra firme. El agua reduce el peso corporal hasta en un 90 %, lo que significa que las articulaciones sufren mucho menos impacto. Este alivio permite que personas con molestias en rodillas, caderas o tobillos puedan moverse con mayor libertad y sin dolor, algo difícil de lograr en otras disciplinas.
Además, el agua ofrece una resistencia constante y suave, que ayuda a fortalecer los músculos sin necesidad de cargar pesas ni hacer movimientos bruscos. El resultado: mejora de la movilidad, aumento de la fuerza, mejor equilibrio y, por supuesto, una mayor confianza para las tareas del día a día.
No hace falta nadar largos para beneficiarse del medio acuático. De hecho, muchos mayores que no saben nadar disfrutan igualmente de clases de aquagym, estiramientos en piscina o simples caminatas dentro del agua. Estas actividades, guiadas por profesionales, permiten adaptar los ejercicios a las condiciones físicas de cada persona y evitar riesgos innecesarios.
También existen rutinas específicas para trabajar el equilibrio, mejorar la circulación o reforzar la musculatura de las piernas. Algunos centros incluso utilizan elementos como tablas, churros de espuma o pesas adaptadas para trabajar de forma divertida y eficaz.
En términos generales, se recomienda realizar actividad física moderada al menos tres veces por semana. En el caso de las personas mayores con problemas en las piernas, una rutina acuática de dos o tres sesiones semanales puede marcar una gran diferencia en cuestión de pocas semanas. No solo ayuda a frenar el deterioro físico, sino que también mejora la calidad del sueño, la digestión y la autoestima.
No obstante, antes de comenzar cualquier programa de ejercicio, especialmente si se padece alguna enfermedad crónica o limitación importante, es recomendable consultar con el médico de cabecera o el especialista. Él podrá valorar si la actividad acuática es adecuada o si hay que tener alguna precaución específica.
Por otro lado, es importante elegir centros que cuenten con monitores formados y que trabajen con grupos reducidos. Las piscinas climatizadas, con acceso adaptado y supervisión continua, son la mejor opción para quienes se inician.
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