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El desembarco de bañistas se adelanta a las nueve de la mañana en la playas valencianas
Turistas y vecinos anticipan el momento de acudir a los arenales de la Comunitat para evitar las horas de más calor y la masificación
Rosana Ferrando
Valencia
Jueves, 24 de julio 2025, 00:30
La arena de la playa aún conserva el frescor de la noche entre sus granos cuando apenas son las nueve de la mañana de un ... cálido julio. Las sombrillas no han colonizado la orilla todavía y el mar parece una sábana azul extendida con arrugas suaves y simétricas. Es la hora en la que turistas y vecinos deciden ir a su refugio matutino antes de que el calor sofocante del verano invada la costa valenciana. El paisaje de los bañistas es variado, no solo hay jubilados con insomnio, como sería habitual pensar. Hay grupos de amigos, pescadores, embarazadas e incluso trabajadores nocturnos. Todos comparten una certeza: la playa solo se disfruta más y mejor durante los primeros momentos del día.
Dolores y María, dos mujeres de la tercera edad, se levantan a las seis de la mañana para ir a la Malvarrosa, su playa favorita. Lo hacen todos los días, es parte de su rutina: «Así evitamos el calor fuerte y los rayos del sol más molestos. A primera hora es cuando mejor se está». Alrededor de las once, las dos amigas recogen sus sillas y dejan sitio para quienes prefieren llegar más tarde.
«Yo acabo de salir de trabajar y aprovecho para venir porque por la noche no puedo, ya que empieza mi turno. Es la fórmula más eficaz para evitar el calor y la masificación de gente, por eso intento venir cada día, antes de irme a casa a dormir», comenta una chica de 43 años de camino a su coche mientras otros apenas acaban de abrir los ojos.
Unas adolescentes están sentadas en círculo sobre su toalla mientras desayunan un bocadillo: «Es la recompensa por haber madrugado. Hemos venido pronto para jugar a voleibol. Es la única hora en la que se puede hacer deporte en la arena sin morir en el intento. También hemos aprovechado para ver el amanecer y disfrutar de la playa casi desierta». Paula, una de estas chicas, dice que es un plan que hacen muy a menudo ahora que están de vacaciones.
Delia y su madre María Dolores también aprovechan para hacer deporte. Dan un paseo por la orilla todas las mañanas. Suelen llegar a las nueve para empezar el día con esta práctica. «Es lo primero que hacemos antes de continuar con nuestro trabajo. Así disfrutamos del mar sin gente y del buen estar que hace», explica la hija.
Los peces suelen buscar aguas que no estén muy calientes, por ello, es mejor pescar temprano o durante el atardecer. Pau, Cristian y Manu son conscientes de este hecho, por lo que han ido a las nueve a montar su kayak y preparar el cebo para poder adentrarse en el mar y tirar sus cañas. «Por la mañana entra mejor el pescado, sobre todo doradas, por eso venimos pronto», remarca Manu, el mayor de los tres jóvenes.
María y Lorena, una de ellas embarazada, valoran el momento de calma que ofrece el lugar: «Hay menos gente y la temperatura es muy agradable. Además, el agua está más calmada y limpia que en las horas centrales», exponen. Ellas han llegado a las 9:30 horas y se quedarán como mucho 60 minutos más. «Incluso, si puedo, repito y vengo por la noche. Evito venir en otros momentos en los que el calor es sofocante», dice la embarazada.
Los establecimientos de la costa también han notado esta tendencia: «Cada vez la gente viene más pronto. Cuando abrimos, ya se ve toda la parte de delante de la playa llena, de esquina a esquina, sobre todo en la parte de las hamacas», explica un camarero de El Chiringuito, en la Malvarrosa. «Es por el calor, es insostenible venir a partir de las 12 de la tarde», sentencia.
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José Pardo lleva a su mujer al Mercado Central cada mañana para trabajar y después va a la playa. «Estoy jubilado y prefiero venir aquí a pasar el rato a estar pegado a la tele todo el día con el calor que hace en casa», dice. Tiene como hobby pasar el detector de metales por la orilla: «No es un negocio, simplemente aprovecho para caminar y disfrutar del mar mientras no da el sol. Además, cuanto más pronto venga, más posibilidades tengo de encontrar tesoros y, de paso, limpio la playa».
La estampa es clara: las playas de Valencia llenas desde bien temprano y sus bañistas, aunque son muy distintos entre ellos, comparten el denominador común del odio al calor. Por ello, cuando llegan las once deciden abandonar le lugar y permitir a aquellos que les gusta achicharrarse conseguir sitio justo delante de la orilla, es un 'win-win' para todos.
No se sabe si Dios ayuda a quien madruga, pero sí que permite que puedan disfrutar de escuchar las olas del mar en silencio, antes de que el bullicio devore su son constante y el sol opaque cualquier atisbo de brisa marina. Es una forma de resistir al verano extremo.
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