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El fregadero es uno de los espacios que más uso recibe a lo largo del día. Desde el lavado de frutas y verduras hasta el aclarado de platos, vasos y cubiertos, todo pasa por él. Sin embargo, este uso constante también conlleva ciertos inconvenientes que, si no se atajan a tiempo, pueden derivar en molestias mayores.
Uno de los problemas más comunes tiene que ver con los restos de comida que se acumulan en el desagüe. Aunque a simple vista parezca que el agua arrastra todo, lo cierto es que pequeños fragmentos de alimentos tienden a quedarse atrapados en el sifón o en los tubos del fregadero. Con el paso de los días, estos restos comienzan a descomponerse, generando olores desagradables que pueden impregnar no solo la pila, sino también el ambiente general de la cocina.
A este problema se suma otro igual de molesto: la acumulación de grasa. El agua caliente y el jabón no siempre son suficientes para disolver los aceites y grasas que se cuelan por el fregadero, y que se adhieren a las paredes del conducto. Con el tiempo, esta grasa puede endurecerse y dificultar el paso del agua, favoreciendo atascos y ralentizando el desagüe.
Ante esta situación, muchos hogares recurren a productos químicos agresivos que, aunque efectivos, no siempre son la mejor opción ni para las cañerías ni para el medio ambiente. Pero existe un truco sencillo, económico y sorprendentemente eficaz que ayuda a prevenir ambos problemas de forma natural: echar sal en el fregadero.
Sí, el mismo ingrediente que se utiliza a diario para cocinar puede convertirse en un gran aliado para mantener el desagüe limpio y libre de olores. La sal gruesa, vertida directamente en la boca del desagüe y seguida de agua caliente, actúa como un abrasivo natural que arrastra la suciedad acumulada en las tuberías. Además, su capacidad para absorber la humedad y neutralizar olores contribuye a que el mal olor desaparezca o, al menos, disminuya notablemente.
La aplicación es sencilla: basta con verter media taza de sal en el fregadero, dejarla actuar unos minutos y, después, añadir una olla de agua hirviendo. En caso de que el problema persista, se puede repetir el proceso una vez por semana como mantenimiento preventivo.
De esta manera, la sal soluciona dos problemas de una vez: combate los olores desagradables y ayuda a prevenir obstrucciones causadas por restos de comida y grasa. Un remedio casero, accesible para todos los bolsillos y respetuoso con las tuberías y el entorno.
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