Entre sol y sombra: cómo es un día en la piscina del parque del Oeste
La piscina municipal está abierta hasta el 7 septiembre
No esperaba que al acudir a la piscina un miércoles pudiera encontrarme una larga fila de personas que estuvieran esperando a entrar. Ni yo, ni el resto de la gente que iba llegando, supongo. Uno tiende a pensar que la gran mayoría de personas se encuentra trabajando, por lo que serán pocas las que puedan permitirse ir a la piscina de buena mañana. Pero es verano, hace calor y hay que buscar soluciones al calor. También, al ser pleno julio, es lógico que las escuelas de verano programen visitas de niños, que hacen aumentar las colas de acceso.
Se formaron dos colas: la primera para las personas que habían comprado la entrada online, y la segunda para los que querían obtener el ticket presencialmente. A pesar de que no lo especifica en ningún espacio, se permite entrar primero a los que han comprado la entrada por internet. Ténganlo en cuenta los que, como yo, planean pasar el rato en la piscina del parque del Oeste, que se construyó en 1995, en los terrenos del antiguo cuartel del Ejército del Aire.
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Una vez dentro, llega la hora de encontrar un sitio en el que dejar las trastos y extender la toalla. Había tanto césped real como artificial. Queda para la elección de cada cual la zona en la que prefiera estar. La decisión depende de muchas variables. De si eres alérgico al césped, por ejemplo. Con el sol azotando sin piedad, los huecos de sombra están bastante solicitados. Los altos árboles son un buen refugio. La zona de picnic también, habilitada detrás del bar, en la que están dispuestas las mesas con sombrilla para tomar algo de manera relajada.
Las piscinas son lugares alegres y eso se agradece. En la del Parque del Oeste la alegría se podía palpar en cada metro cuadrado. Esa sensación de verano consigue llenarte todo el cuerpo y te acompaña hasta los primeros días de septiembre. En los vestuarios, las más pequeñas metían prisa a sus madres al grito de «¡venga, vamos al agua!»; mientras que las más jóvenes se preparaban con calma, entre risas con sus amigas, comentando cómo había ido la noche anterior. Todas quieren aprovechar el tiempo.
Bajo el refugio de los árboles, cientos de botes de crema solar se van abriendo. Nadie quiere arriesgarse a quemarse durante el día, aunque tras el primer chapuzón a más de uno se le olvidaría volver a ponersela. Niños corriendo, jugando por los alrededores de la piscina o en el parque multiaventura que se encuentra al final de la hierba, voces por todos lados. El silencio no estaba presente en el recinto, pero tampoco se le esperaba.
Paisaje colorido
¿Qué paisaje ve uno un día cualquiera en una piscina municipal? Variado. Toallas azules, rojas, verdes… Una fiesta de colores que se mezclan. Jóvenes diviértonde con una baraja de cartas española. Un grupo de monitores de campamento, intentando que los niños no dejen todas sus pertenencias esparcidas, mientras muchos de ellos ya corren a lanzarse de bomba a la piscina.
Cuando uno piensa que lo más difícil ya lo ha hecho, encontrar un sitio para la toalla, resulta que falta entrar al agua. Y más importante que entrar, localizar un hueco donde flotar, en una piscina que aunque carece de indicadores de profundidad, rondará los dos metros. Una vez dentro parece que el resto del mundo desaparece, no importa cuantas personas haya alrededor, tan solo estás tú.
Para lanzarse por los toboganes conviene aprovechar la hora de la comida las escuelas de verano, que están mucho más despejados. Sobre una pequeña torre se encuentra la atracción principal de la piscina, tres toboganes que desembocan en el mismo espacio de seguridad que han marcado con una cuerda en la piscina.
Dos abiertos y uno cerrado, con distintas alturas y velocidades. El que más triunfa es el del medio: el tobogán naranja. La adrenalina apenas dura un segundo, suficiente para entretenerse y que queden ganas de repetir.
El reloj marca las dos y media de la tarde y el estómago comienza a avisar de que es momento de parar a comer. A pesar de que se debería comer en la zona de picnic, las toallas se llenan de tuppers, bocadillos y bolsas de patatas fritas. La mezcla de olores se hace evidente, llegando desde distintos lados el olor a tortilla de patata y a ensaladilla rusa. La oferta del bar incluye bocadillos entre 4,50 y siete euros, y platos combinados entre 9,50 y 12 euros
Tras la comida el cansancio se empieza a notar, por lo que mientras que muchos optan por descansar un poco bajo la poca sombra que les queda, otros deciden sentarse en el bar para tomar un helado o granizado, cualquier cosa que ayude a sobrellevar mejor el calor de la tarde. Es en esos momentos en los que miras al frente y te planteas reservar unas tumbonas a la sombra para el próximo día. Son 15 euros más pero ofrecen un lugar más cómodo en el que descansar.
Tal vez, lo que más se ha echado en falta durante el día es el circuito de hinchables que prometían en su página web, pero que nunca se llegó a ver. A pesar de ello, la entrada vale la pena si lo que se busca es un día de diversión y tranquilidad.
Durante el verano, la piscina abre sus puertas de lunes a viernes entre las 12 y las 18 horas; y los fines de semana y festivos de 11 a 19 horas. Además, todos los viernes de julio y agosto, de 21 a 1 horas, ofrece fiestas nocturnas con temáticas. Se puede disfrutar hasta el 7 de septiembre.
La entrada tiene un precio de 3,35 euros para adultos, y de 1,70 euros para los menores de 15 años. Se puede llegar a través del transporte público con las líneas de EMT: 3-20-70-71-72-73-N4-N5; y con las líneas 3, 5 y 9 del metro.