La prevención fue posible
El domingo por la noche, en plena alerta, me dijo una amiga que su madre se había ido a su casita del campo. Una casita, ... y lo digo con diminutivo porque lo es, apenas una mini parcela, rodeada de la nada cerca de Godelleta. «¿Hoy?», le dije, sin salir de mi asombro, «¡pero si estamos en alerta roja!». Su respuesta fue muy reveladora: «Dice que allí no llueve». Por un momento, me pareció volver a la noche del 29 de octubre del año pasado. No llovía. Ni en Valencia ni en Paiporta llovía aquella tarde. El Apocalipsis no llegó desde el cielo, sino desde los cauces que habían recogido lo que cayó en las cabeceras. Allí sí, el cielo se había desplomado y venía arrastrando todo lo que encontraba a su paso hasta llegar al mar.
Tampoco llovía el domingo pasado. Fue uno de los comentarios más socorridos en las terrazas del aperitivo: «dicen que viene lluvia», se escuchaba mientras alguien miraba al cielo y solo veía pasar alguna nube, indolente, en un fondo azul. «Pues no parece», se aventuraba alguno a poner en duda los pronósticos.
Cuando mi amiga me dijo lo de la madre intenté contenerme y no ponerle cara de espanto, aunque debió de notarlo porque la llamó enseguida y le dijo que volviera a casa cuanto antes. Mi inquietud fue constatar que no es tan fácil acostumbrar a la población a ser prudente y tomar medidas. Cuando recibimos el mensaje de Es-Alert, el que sí llegó a tiempo, pensé en que nos parece obvio decirle al vecino que se informe por los canales oficiales y por los medios de comunicación fiables, pero no siempre es evidente. O no lo es que el dato nos indique qué hacer. Como en 2024, la información de que estábamos en alerta era conocida. De que la alerta era inusual, también, y de que debíamos ser prudentes iba de suyo con una alerta de ese tipo. Eso lo sabemos ahora. Lo hemos aprendido con dolor y horror. Y, sin embargo, hay quien cree que quedarse en casa es pecar de excesivo.
Los hechos han demostrado que más vale pasarse de prudente que de lo contrario. En esta ocasión, la actuación de los responsables y de la ciudadanía fue la que se espera ante una alerta roja por lluvias en la Comunidad Valenciana. Es el único consuelo de quienes están sufriendo tanto por lo que ocurrió hace un año. Ya nada volverá a ser igual para ellos. Pero tampoco para los valencianos. Lo asombroso es que tantas riadas vividas antes no nos hubieran enseñado casi nada. Tal vez nos habíamos confiado, olvidando las lecciones de nuestros mayores, y convencidos de que nuestro avanzadísimo mundo era capaz de dominar a la naturaleza.
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