El estado del barro
Mañana comienza en Les Corts el Debate de Política General tras el año más duro que se recuerda en Valencia desde hace casi un siglo. ¿ ... Cómo definir el estado de la Comunitat, que aún vive dolorida y, en parte, postrada por la tragedia sin caer en el desánimo? Al común de los mortales lo que nos nace es abrazar y preguntar en qué se puede ayudar, pero a buena parte de nuestros políticos esa humanidad les resulta ajena porque han cambiado la pregunta por otra que suena parecida pero es muy distinta: ¿en qué me puede ayudar?
Seguramente, esta semana lo harán enfangados en el barro y no en el solidario de las manos que acompañaron sino en el que mancha, el de la guerra política entre el «váyase, señor Mazón» y el «cómo corre el galgo de Paiporta». Ahí están nuestros representantes cuando ni siquiera se ha celebrado aún el funeral de Estado por las 229 víctimas que tendrá lugar en el primer aniversario, el próximo 29 de octubre.
El mes que comienza esta semana debería ser como los días que vivirá la comunidad judía valenciana a partir de hoy. Es su Año Nuevo, pero no resulta nada fácil celebrar el comienzo de otro año marcados por su pertenencia a la misma comunidad del primer ministro israelí y receptores, por tanto, de todos los odios solo por eso. Nuestros compatriotas judíos, nada más empezar el año, dedican unos días a la reflexión y la penitencia, como siempre se ha hecho en el catolicismo durante el tiempo de Cuaresma.
En ambos casos es un tiempo de revisión y de arrepentimiento al que, sin connotaciones religiosas, deberían dedicarse sus señorías antes del Debate de Política General. No ha habido nada parecido en todo el año. Ni una culpa asumida, ni una palabra de perdón profundo y sincero, ni una pizca de propósito de enmienda. Al parecer, las urnas son más condescendientes que el Altísimo. Supongo que lo que sucede es que son más manejables.
Sin embargo, debería centrar la mayor parte del Debate junto a la revisión conjunta y desapasionada de lo ocurrido: por qué se gestionó tan mal, qué falló, de quiénes son las responsabilidades, cómo se han asumido, qué se ha hecho para evitar que vuelva a suceder, cómo se ha intentado paliar el impacto en la vida de tantas personas, familias y negocios, qué falta por hacer y por qué no está terminado.
Y, posiblemente, esas preguntas saldrán en los reproches, pero lo harán sin ánimo de saber la respuesta sino de espetar al otro la propia pregunta-bala. Para herir y, si es posible, neutralizar, no para ayudar. Ojalá nos sorprendan y hayan aprendido algo del barro.
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