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Domingo, 3 de noviembre. Tras cinco días donde la solidaridad suplió al abandono institucional, corrió el boca-oreja de que esa mañana visitarían el kilómetro ... cero de la dana los mandamases de este país. A los pies del Ayuntamiento de Chiva, en el pequeño tramo de la avenida Doctor Nácher que hay entre la Farmacia Elorriaga y la franquicia de Telepizza, el pueblo se agolpaba esperando la llegada de los Reyes de España; del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y del Molt Honorable, Carlos Mazón. Los chivanos, manchados de barro y con palas, escobones y haraganes en la mano, latían en una calma chicha mientras resonaban los vítores a los tractoristas y gruistas que se abrían paso como si escalaran el Alpe d'Huez en la etapa reina del Tour de Francia. En el ardor de esos momentos, donde la taquicardia es el pulso en reposo, siempre surgen agitadores espontáneos, que hizo que los de seguridad no vieran las cosas claras. La lluvia de barro en Paiporta también mojó las calles de Chiva, donde la tensa espera alimentó los ánimos de ajustar cuentas. El que más cerca estuvo de llegar al centro fue el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que se dio la vuelta en un coche del 112 en la avenida Maestro García Navarro, 15, tras conocer que Felipe VI y Letizia no acudirían por seguridad. De Pedro Sánchez no se supo más y los chivanos fueron las primeras víctimas de la riada abandonados por su presidente del Gobierno. A partir de ese momento, todo los demás.
Sánchez lleva seis meses ausente de la zona cero de la dana -pisó Valencia en un acto de partido y para una reunión con alcaldes-. Medio año de cobardía, incapaz de mirar a la cara a aquellos que perdieron su casa, de entender a los que se pasaron la noche en el techo de una gasolinera, de consolar a las decenas de personas que han perdido a un padre, un hermano o un hijo. De conocer algo más de las 228 vidas que se llevó la riada por la fuerza de una catástrofe y por la inoperancia de todas las administraciones, desde las locales a la Generalitat para acabar en el Gobierno. El presidente de todos los españoles no ha ejercido su responsabilidad sobre un territorio que estuvo durante días abandonando a la suerte e ingenio de sus propios vecinos, un ejército que sirvió para dar abrigo y consuelo a aquellos que se quedaron sin hogar.
El relato posterior a la dana, bien movido desde los flancos de la izquierda más activa, ha puesto en la diana al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que sin duda alguna es uno de los máximos responsables, o el que más, de una gestión caótica, desastrosa e inexperta para hacer frente a la mayor desgracia que ha vivido la Comunitat Valenciana. La condena de Mazón, más allá de su deficiente labor durante y después de la dana, es fruto de una falta de credibilidad palmaria a la hora de explicar por qué no estuvo en primera línea en la tarde del 29 de octubre. Las mil versiones que ha dado no son más que el síntoma de una falta de argumentos sólidos para justificar por qué no se enteró durante su ausencia del drama de aquellos a los que debía proteger. La jueza Ruiz Tobarra, que instruye por vía penal el caso de la riada, ha mordido fuerte en un punto en el que la relación de la demora del mensaje de alerta –el de las 20:11 horas– y el motivo del ahogamiento de la mayoría de las víctimas están tristemente encadenados.
Sánchez no anda muy lejos de la responsabilidad de Mazón. No en la gestión de la catástrofe sino en el auxilio a un pueblo que durante días quedó abandonado, que limpió sus calles de barro sin más ayuda que la escoba del bazar de la esquina, donde ni por tierra ni por mar ni por aire llegaron los efectivos que todos hemos visto en las películas.
La lluvia de barro de Paiporta fue la reacción al dolor, a la decepción de sentirse desprotegidos durante las horas clave de una tragedia con muchos muertos flotando e hinchados en cualquier cuneta. No es demagogia sino la pura realidad, como la que dibujaba la mañana de aquel domingo un militar y su escoba disfrazado de ratita presumida mientras una niña de 14 años cargaba con un escobón con lágrimas de barro porque ya no podía más. El mundo al revés.
La delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, ya en campaña electoral para ganar la alcaldía de Valencia, trata de tapar la ausencia de un presidente del Gobierno con una actitud impropia, indigna y cobarde, sin el sentido político de abordar los problemas de frente y capaz de parapetarse detrás de unos ministros, como Diana Morant, que no es nada más que una fantasma entre tanto drama.
¿Cuándo pisará Sánchez la zona cero? ¿Cuándo se reunirá el presidente del Gobierno con las víctimas de una de las mayores catástrofes que se recuerdan en España? ¿Cuándo tendrá la valentía de ejercer su responsabilidad como presidente del Gobierno?
Mazón no ha estado a la altura, ha perdido el relato y su agenda transita en la clandestinidad ante una lluvia de improperios e insultos. Pero Sánchez no debiera estar orgulloso de su ausencia, de sus seis meses de incomparecencia en un territorio que, sin duda alguna, ajustará cuentas con quien un 3 de noviembre les abandonó.
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