La próxima vez que vea a María Corina...
Nos conocimos en Caracas, en diciembre de 2014, durante las elecciones parlamentarias que ganó la oposición democrática. A la delegación europea que encabecé le costó concertar una cita con ella porque sus propios compañeros, los líderes opositores, la relegaban de los puestos principales. Que si ambiciosa, que si demasiado de derechas, que si inflexible... No obstante, insistimos y logramos reunirnos en un lugar seguro. Aquel primer encuentro se alargó por horas, resultó la mejor conversación que mantuvimos en el viaje y de ahí nació una amistad que dura hasta hoy. Sin embargo, cada vez ha sido más difícil hablar con María Corina Machado porque la han perseguido hasta obligarla a vivir escondida en su propia tierra, pero también porque a mí me han retenido y expulsado dos veces del aeropuerto de Maiquetía y una de la frontera con Colombia, o sea, porque Maduro me tiene prohibido volver.
Pese a todo, no perdemos el contacto. Unas veces por teléfono, otras por mensaje y las más por videoconferencia, procuro estar al tanto de su situación, la de su familia y la de sus compañeros. Ayudo en lo que puedo y peleo siguiendo su ejemplo desde mi puesto europeo. Difícil, si no imposible, va a ser para ella presentarse en Oslo y pronunciar un discurso en la entrega del Nobel de la Paz. Por si alguien todavía no lo sabe, María Corina sobrevive, desde hace más de un año, oculta en algún lugar de Venezuela porque no quiere dejar sola a su gente. Si la encuentran, la van a asesinar y ni aun así se va. Más que a la propia muerte, teme fallar a los venezolanos. Es una santa civil, patrona de la dignidad democrática.
Cuando la conocí era la única en una coalición opositora masculina, también la última de la fila. Poco a poco, todos esos hombres fueron aclimatándose al régimen o marchando al exilio y no quedó más que ella, la mujer. María Corina encarna la resistencia de un pueblo bravo. Como a una madre de la patria, le tienden los niños para que los bendiga y los jóvenes se le ofrecen para militar bajo la gorra tricolor de las ocho estrellas (o las siete prechavistas), es una salvadora. Este premio reconoce su coraje y la injusticia sufrida por los incontables asesinados, desaparecidos, torturados, presos, perseguidos, hambrientos, desamparados..., es decir, el precio que pagan los demócratas frente a la tiranía. En una de mis expulsiones, me prometió que la próxima vez que nos veamos será a cara descubierta en una Venezuela libre, ese día está hoy un poco más cerca. Con María Corina y por la libertad de conciencia se va hasta el final.