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El fútbol puede ser cruel y mágico. Tiene dos caras. Por estas fechas, hace dos años, el Ciutat de València lloraba desconsolado por ver cómo ... se le escapaba de las manos el regreso a Primera División en el último minuto de la prórroga de la final del play off como consecuencia de un polémico penalti. Este domingo, en la misma grada, igualmente abarrotada, se volvían a humedecer los ojos de los miles de hinchas. Pero por motivos muy diferentes. Era por la emoción de, esta vez sí, regresar a ese lugar del que nunca debió salir el Levante. El partido ante el Eibar, con el ascenso certificado la semana anterior en El Plantío, sirvió para eso. Para disfrutar, desde la paz de tener el objetivo en el bolsillo, de los sentimientos que fueron cercenados el 17 de junio de 2023. La de esta noche fue una fiesta completa, ya que los de Julián Calero necesitaban sumar al menos un punto para garantizarse el título de campeones de Segunda División. Y no fallaron. Con el pitido final, los futbolistas y los eufóricos hinchas se fundieron en una celebración memorable. La invasión de campo que el club pretendía evitar fue incontenible. El césped, como en las grandes ocasiones, fue ocupado. Seguidores tumbados sobre la hierba para sentir el escenario donde se ha labrado la historia. Carlos Álvarez, Brugui, Espí e Iborra, a hombros. Numerosos granotas se apelotonaban en las porterías para cortar un trozo de red. Otros se llevaron partes del terreno de juego. El momento glorioso llegó cuando el capitán levantó la copa.
Tras el partido final, con miles de personas sobre el césped, los miembros de seguridad formaron un pasillo con vallas por el que iban a desfilar los grandes protagonistas de la gesta. Uno a uno. Conforme pasaban, besaban el trofeo, que descansaba en el centro sobre un pedestal. Uno de los más ovacionados, el héroe del ascenso, Carlos Álvarez. También Giorgi Kochorashvili, quien se despidió con unas palabras conmovedoras: «Quiero dar las gracias a todas las que han trabajado en el Levante porque me lo habéis hecho muy fácil desde que llegué con 19 años. Era un niño y me voy como un hombre ahora mismo. No es un adiós, es un hasta luego». El georgiano, quien disputó los últimos minutos pese a los problemas físicos que arrastra, se marcha traspasado al Sporting de Portugal.
Después de que Rafael Louzán, presidente de la Federación Española, entregara la copa a Iborra, los fuegos artificiales decoraran el cielo de Orriols y sonara el clásico ‘We are de champions’; el capitán tomó la palabra: «Ser los mejores de la categoría no es casualidad y ha sido gracias a este gran grupo humano que tenemos. Hemos superado un año complicado en nuestra ciudad y va por todos aquellos que desgraciadamente no pueden estar con nosotros». A partir de ahí, comunión entre jugadores y afición y desenfreno. Julián Calero se colocó la peluca que tanto le han reclamado tras el ascenso.
Con todos los honores. Antes del pitido inicial, al saltar al césped, el Eibar formó un pasillo para esperar a los futbolistas del Levante. Los sentimientos estaban a flor de piel. Y así siguieron durante los 90 minutos. Y después. Porque iba a ser una noche en la que nadie quería poner el punto final. En el palco, al margen de Louzán, también se encontraban la alcaldesa de Valencia, María José Catalá; y la delegada del Gobierno en la Comunitat, Pilar Bernabé. Tampoco se perdió la cita Felipe Miñambres, el director deportivo que ha confeccionado la actual plantilla pero que ya no forma parte del club.
El descanso también dio juego, ya que se ensalzó la figura de Pau Ballester, quien cumple 30 años como speaker del Levante. El presidente del club, Pablo Sánchez, le entregó una camiseta conmemorativa. Y él, la inconfundible voz del club en el Ciutat, no pudo contener las lágrimas al recibirla y mostrarla al graderío.
El fervor fue en línea ascendente. Ya en el segundo acto, se escuchó con fuerza «¡Som de Primera Divisió!». Y no faltó la ironía: «Es un choto el que no bote», «Peter, quédate»... Ya en el minuto 55, la ola. No era para menos. Y tras el gol de Dela, el éxtasis se apoderó de Orriols. Bufandas en alto y grito de «campeones, campeones».
La Comunitat se convierte en la región con más presencia en la máxima categoría del fútbol español junto a Madrid. El conjunto franjiverde y el Levante se unen al Valencia y el Villarreal en la élite. De esta forma, igualan el protagonismo sumado entre el Real Madrid, el Atlético, el Rayo y el Getafe. Este domingo, Orriols disfrutó de esa fiesta que le debía el fútbol.
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