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El Levante solo había levantado el título de campeón de Segunda División en dos ocasiones: en la 2004-05 y en la 2016-17. Era ... el único incentivo que quedaba en esta última jornada de LaLiga Hypermotion, esa categoría del demonio que el conjunto granota deja por fin atrás tras tres años sufriendo de lo lindo. El ascenso, ya conseguido la semana pasada con el épico e histórico gol de Carlos Álvarez ante el Burgos, dejaba este último compromiso ante el Eibar con un toque descafeinado. Era de esperar. Nadie iba a meter la pierna jugándose una lesión a las puertas del verano. Pero el partido fue digno. Apenas hubo ocasiones, y el gol, de Dela y en los últimos minutos, fue de penalti. No porque no se intentara, si no porque no hubo acierto. No pasa nada. El empate valía igualmente, incluso con el triunfo del Elche en Riazor. Pero sabe mejor proclamarse campeón con una victoria. Doble ascenso directo de equipos de la Comunitat, pero lo importante, es que el Levante termina la temporada como campeón de plata.
El partido, para ambos equipos, se notaba que era un mero trámite. Unos ascendidos y los otros con una permanencia tranquilamente sellada, poco tenían ya que jugarse. Sí, vale, el Levante tenía medio millón de euros en juego si quedaba primero o segundo, pero es que un empate bastaba. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que los jugadores granotas quizá todavía estaban un poco renqueantes de esa efusiva e histórica celebración del ascenso, tanto en Burgos como en la ciudad de Valencia. La primera ocasión eso sí fue granota. Al minuto 8, un centro lateral de Pablo Martínez —al que se le vio mucho más cómodo jugando como centrocampista puro y no caído a banda— fue rematado de cabeza por el centenario Roger Brugué. No obstante, un acertado Jonmi Magunagoitia desvió a córner. Tuvo una acción similar el Eibar tres minutos después mediante un testarazo de Jon Bautista, que detuvo bien el debutante Alfonso Pastor en su primera intervención en un partido oficial con la camiseta del Levante.
El Eibar demostró que no venía a pasar el rato, y que aunque no se jugaba nada clasificatoriamente hablando, no quería ser el mono de feria del Levante e iba a plantar cara. Así lo escenificó el tiro cruzado de José Corpas, que avisaba de que los armeros iban a intentar aguar la fiesta del liderato. Tuvo que reaparecer poco después ya antes del descanso Pastor con una intervención de mérito ante Corpas. El miedo en el cuerpo lo llegó a poner Iván Gil, que sacó un disparo lejano desde fuera del área, en la última jugada antes del final del primer tiempo, que se estrelló con el travesaño.
Tras la reanudación, el Levante no hizo modificaciones inminentes, pero el Ciutat de València rápidamente empezó con su lista de deseos. «Calero saca a Espí», cantó como viene siendo habitual el graderío, y el técnico no tardó en responder. Triple sustitución a los 52 minutos de encuentro, más pronto de lo habitual. Fuera unos ovacionados Sergio Lozano, Pablo Martínez y sobre todo un rejuvenecido José Luis Morales, que lució un tinte de color rubio platino fruto de alguna apuesta que habría hecho por el ascenso. Dentro Ángel Algobia, Álex Forés y el aclamado Carlos Espí. Pólvora arriba en busca del gol que diera la última victoria en Segunda División. Y la tuvo el delantero cedido por el Villarreal —que regresará a Castellón al término contractual de su préstamo pero entre clubes ya hay contactos para alargar su estadía en Orriols más tiempo—, con un remate al primer poste que se estrelló en el lateral de la red. El pase al hueco filtrado, cómo no, fue de Carlos Álvarez, que jugó pese a que confesó que tenía unas molestias en el pubis. Estuvo batallón, como siempre, Espí, bajando balones de espaldas. El Ciutat seguía con sus peticiones y entonaba un diferente cántico: «Calero saca a Víctor». El joven excanterano del Valladolid apenas había participado este curso y el graderío granota quería verle jugar. Eso sí, no pudo ser finalmente, ya que el técnico escogió para sus últimas dos sustituciones a Vicente Iborra y Giorgi Kochorashvili, que se despidió de Orriols antes de poner rumbo al Sporting de Portugal.
El tiempo iba corriendo y pese a que el empate a cero hacía campeón de plata al Levante, el Eibar seguía teniendo sus tímidos intentos sobre la portería granota que hacían ver que no estaba todo tan controlado como parecía. Y es que un error tonto que provocase un gol de los armeros podía costar bien caro a las arcas levantinistas, con un mordisco de casi medio millón de euros y una copa menos en las vitrinas. La tuvo Dela en un saque de esquina, intentando una chilena que Magunagoitia tuvo que detener con una gran estirada. Y en el siguiente córner, caída en el área de Forés y penalti señalado. Dela cogía el balón y asumía la responsabilidad desde los once metros. Con un sutil disparo abajo a la derecha de la portería, engañaba al guardameta armero y destaba la locura en Orriols, que encima podía celebrar un último gol en Segunda antes de volver a su casa, la elite, la Primera División.
A pesar de que la megafonía insistía a la afición de que se mantuviera sentada en sus butacas para celebrar el ascenso y el campeonato todos juntos, los seguidores azulgranas querían repetir la estampa de El Plantío y cantaban «invasión, invasión».
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