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«El consumo mínimo es de 40 euros por persona. De no llegar a dicho importe, se cobrará el mínimo establecido». Así lo advierte el ... restaurante Va de bo, en la calle Finlandia de Valencia, un requisito que se hizo viral en X (antes Twitter) por un comentario crítico de un tuitero. Pero, más allá de la polémica que siempre envuelve a las redes sociales, ¿es esta una práctica común, la del consumo mínimo?
Hay otro restaurante en Valencia, Flama, que también establece un consumo mínimo, y del mismo modo avisa en la web: «Con el fin de ofrecer un servicio excelente y procurar la máxima calidad del producto, el precio mínimo del cubierto será de 50€». Flama es uno de los restaurantes de moda en Valencia, hay que armarse de paciencia para conseguir una mesa y el ticket medio suele superar esa cantidad. «Este tipo de prácticas son legales siempre y cuando la organización o prestación de un servicio esté debidamente informado y lo sepan los clientes, antes de haber accedido al servicio, mediante su publicidad suficiente y expresa por los diferentes medios de información del local (carteles visibles, carta, web…)», explica Rafael Ferrando, secretario general de la Federación de Hostelería de Valencia. Sin embargo, reconoce que no es «una práctica habitual en la hostelería; la suelen realizar aquellas empresas en una determinada zona o por la tipología de clientes».
¿Qué otras normas han ido estableciendo los restaurantes que se van asumiendo por los comensales? Tras el confinamiento y el establecimiento de aforos, sumado a las ganas de disfrutar de terrazas y espacios para socializar, se fueron generalizando los tiempos limitados, favorecidos por plataformas de reserva online que han permitido optimizar tiempos y gestión para los hosteleros. Así, existen ya pocos restaurantes que no tengan dos turnos de comidas, y donde se avisa de que quienes se sientan tienen un plazo concreto para disfrutar de la experiencia gastronómica, y que suele alargarse entre 90 y 120 minutos. En los restaurantes coinciden en que este tipo de mejoras ha permitido mejorar el servicio.
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Pero, ¿qué sucede en las terrazas de los bares, donde nos sentamos a tomar un café, o una cerveza? Hace unos años se conoció el caso de un bar de la plaza del Doctor Collado, en Ciutat Vella, donde el tiempo para tomarse un café en la terraza estaba limitado a 20 minutos. En la actualidad, el bar ha decidido poner un cartel donde avisan de que no se sirven cafés, una fórmula para evitar que un consumo mínimo alargue el tiempo de estancia y, con él, la rotación de usuarios. El presidente de la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios (AVACU), Fernando Móner, cree que hay que tener en cuenta que las terrazas son espacios públicos, y que este tipo de medidas «deshumanizan el efecto de socialización», aunque admite Móner que la rentabilidad económica es un factor a tener muy en cuenta. «En todo caso, cualquier requisito que limite su uso tiene que estar debidamente comunicado», avisa.
En Barcelona, un bar había ido más allá incluso, y Soy Camarero, la cuenta que administra el valenciano Jesús Soriano, contaba cómo han decidido ir aumentando el precio del café, o la cerveza, según el tiempo que los comensales permanezcan sentados. Así, un espreso cuesta 1,30 euros, pero si para tomarlo necesita más de 30 minutos el precio sube hasta los 2,5 euros, que aumentan hasta los 4 euros por estar más de una hora en la terraza. Las reacciones no se han hecho esperar, y los internautas se han dividido a favor y en contra de la medida.
Óscar Carrión, director de Gastrouni, cree que el espacio «tiene un coste, y si alguien ocupa una mesa dos horas por un café en hora punta, estás perdiendo rentabilidad. Es normal que los locales busquen fórmulas para equilibrar esto». Carrión cree que este tipo de polémicas en redes muchas veces se traducen en visibilidad gratuita para el local. «Recuerdo un caso en París donde el precio del café variaba según cómo lo pidieras: si eras amable, pagabas menos; si ibas con prisas y sin saludar, más caro».
Algunos hosteleros se quejan además que en ocasiones las mesas se ocupan para teletrabajar, una práctica muy extendida sobre todo después de la pandemia. «En Japón muchos cafés cobran por tiempo, como si fueran coworkings», cuenta Carrión. En la Federación de Hostelería apuntan, no obstante, que son «lugares de socialización y encuentro de la sociedad, tal y como se ha demostrado recientemente con el apagón, donde los locales han sido un servicio esencial al que acudir en situaciones de emergencias».
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