Naranjas: del precio en el árbol al precio en la tienda
El comisario Hogan asume el alcance de los graves problemas del sector tras reunirse con Intercitrus y promete acciones, si es que continúa en el cargo | Bruselas no se creía la gravedad de la crisis citrícola al confundir cotizaciones de fruta ya envasada con lo que cobra el agricultor
VICENTE LLADRÓ
VALENCIA.
Lunes, 6 de mayo 2019, 00:22
¿Quién no se ha enfrentado alguna vez a la cuestión de que alguien confunda el precio de venta final de un kilo de naranjas con lo que recibe el agricultor que las ha producido? Es algo que está muy presente en los debates: unas veces se confunden los términos, otras se apunta lo caras que se venden en unos sitios, pese a estar regaladas en el campo, o también lo contrario, lo baratas que se venden a los consumidores, por lo que cabe presumir que no quedará nada para el productor.
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Lo que ya es más raro o inexplicable a estas alturas es que una confusión de tal calibre permaneciera en las más altas esferas de la Administración. Y sin embargo, así lo han constatado los representantes de Intercitrus que se reunieron el viernes pasado con el comisario europeo de Agricultura, Phil Hogan, en un restaurante de Valencia, hasta lograr convencerle del error oficial de partida.
Porque la cuestión es que, tras ocho meses de campaña citrícola ruinosa, con una evolución que ha ido de mal en peor, en Bruselas no se acaban de creer la gravedad de la crisis. ¿Cómo es esto?, se preguntaban una y otra vez quienes iban y venían a la capital europea, enviaban documentos, debatían esto y lo otro, planteaban lo que había, aguardaban respuestas... y sin embargo sólo quedaban silencios, evasivas y olvidos.
Al final se ha logrado deshilar la madeja. Resulta que en la base de todo permanecía un increíble equívoco con los niveles de precios que se comunican oficialmente desde el Ministerio de Agricultura español y que se tenían por buenos en Bruselas. Cuando al comisario le presentaron datos apabullantes de la triste realidad del día a día, con listados y gráficas sobre los paupérrimos precios que se pagan en el campo por las naranjas y mandarinas, el señor Hogan indicó que el precio medio que él conocía no era de 5, 10, 12... céntimos el kilo, sino de 60, y, consiguientemente, no lo veía tan mal. Hombre, no es el 1,30 euros por kilo que reciben (en el árbol) los productores de clementinas de Córcega (Francia), como comprobaron recientemente (quedaron asombradísimos) los representantes citrícolas de España que se reunieron en dicha isla con colegas franceses, italianos y portugueses, pero, bien mirado, 0,60 por kilo tampoco es un precio de miseria... para el campo.
Hubo que detallar al comisario de Agricultura que no es verdad, que ese 0,60 por kilo es en todo caso el precio medio de una gran parte de la cosecha 'a puerta de almacén', no en el campo, no en la compra en árbol, no lo que recibe el agricultor.
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El Gobierno ofrece como precio de origen el que ya suma todos los costes de comercialización
Es decir, ese 0,60 que daba por cotización buena 'en origen' es en todo caso el precio al que se vende la fruta ya confeccionada y 'normalizada' al frutero o a la cadena de supermercados, que la venderán kilo a kilo al consumidor. Ese 0,60 engloba la suma de todos los costes de 'transformación' necesarios hasta ese punto: recolección, transportes, manipulación en almacén, destríos, envases, gastos generales de la firma comercializadora (sueldos, alquileres, maquinaria, electricidad, vehículos, teléfonos...), comisiones, impuestos... Más el precio de compra al agricultor, o el de liquidación final, que en teoría funciona a la inversa: restándolo todo del precio de venta. El drama es que muchas veces, pagados dichos costes intermedios, del precio 'a puerta almacén' no queda nada para el productor, el que cultiva la naranja que justifica lo demás. Ahí está la crisis.
Cuentan quienes estuvieron horas explicando y debatiendo con el señor Hogan que lo entendió, que quedó aclarado el entuerto, que en ocasiones hasta se llevó las manos a la cabeza al descubrir qué entidad tenían los errores de concepto, y que buena prueba de que asumió lo que le indicaron es que repasó al final las cuestiones y las detalló como se las habían expuesto, para concluir además que tomaba buena nota y emprendería las acciones adecuadas.
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Otra cosa será si el señor Hogan continúa de comisario dentro de pocos meses, porque lo más probable es que, tras las elecciones europeas del día 26, con las nuevas mayorías en la Eurocámara y la nueva Comisión Europea, más los repartos de comisarías entre países, haya muchos cambios, y Agricultura no va a ser la salvedad.
De todas maneras quedan los altos funcionarios del departamento, a quienes cabe insistir en lo mismo, y la gran enseñanza para todos de lo acontecido con Phil Hogan: no hay que dar nada por supuesto o sabido, hay que explicarlo una y otra vez en directo, insistiendo lo que haga falta. Eso es hacer verdadera labor de lobby, ahora que tanto se habla de ello. Explicar, insistir, deshacer equívocos, averiguar por qué no se entiende tal cosa, acudir a quien sea... empezando de primeras con el nuevo comisario agrícola, si fuera el caso.
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Y a todo esto, ¿cómo es posible que se produzca tan inexplicable confusión en la comunicación de niveles de precios; cuál es el origen, por qué se ha mantenido el error y el desconocimiento de que se yerra; cómo no se han dado cuenta antes quienes están o deben estar en ello, con tantos viajes, tantas reuniones..?
Más asombroso es conocer que el error parte del propio Ministerio de Agricultura y que se relaciona con complejas normativas que fijan las comunicaciones de precios agrarios en distintos puntos de la 'cadena'. En este caso los 'comunicadores' se fijan en los precios de las organizaciones de productores de cítricos (OPCs); como éstas suelen ser entidades asociativas, en las que no hay compras a los socios, sino liquidaciones finales, se toman por buenos sus precios de venta 'a puerta de almacén'. Y nadie caía en la cuenta de que eso no es lo que cobra el productor, ni muchísimo menos. A ver si vale de algo haber deshecho al fin tal entuerto.
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