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Imagen de Lalo Salvo, vicepresidente técnico de Power Electronics LP

Las claves para pasar de facturar mil millones de pesetas a mil millones de euros en veinte años

La sesión de Fundación LAB Mediterráneo repasa de la mano de Lalo Salvo la transformación de Power Electronics, grupo valenciano que lidera tecnologías críticas para la transición energética

Kike Cervera

Valencia

Viernes, 28 de noviembre 2025, 13:20

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El nombre de Power Electronics ya aparecía en la primera diapositiva de la sesión organizada este jueves por Fundación LAB Mediterráneo en el Espacio Hub del Banco Sabadell en Valencia. Y no como una empresa más del ecosistema tecnológico valenciano, sino como el caso que explica cómo un proyecto nacido en un pequeño local de Benimaclet puede convertirse, casi tres décadas después, en un líder mundial en inversores solares, almacenamiento energético y recarga eléctrica.

En ese sentido, Lalo Salvo, vicepresidente técnico del grupo, ha desgranado una lección de crecimiento empresarial que suena a épica industrial: pasar de facturar mil millones de pesetas en 2001 a mil millones de euros en 2021, hacerlo sin endeudarse más de lo prudente y manteniendo la cultura de «empresa familiar con alma de pyme» pese a tener ya 3.700 empleados en el mundo.

Fundada en 1997 por Abelardo Salvo, Power Electronics arrancó literalmente con un destornillador: tres personas montando a mano equipos electrónicos en 150 metros cuadrados. Su fundador, fallecido en 2018, apostó desde el principio por fabricar sus propios componentes —una integración vertical que aún define a la compañía— y por un modelo centrado en la atención personalizada al cliente.

Aquella cultura germinal, basada en escuchar a quien compra, invitarlo a comer y aprender de él, marcó la hoja de ruta que hoy continúan sus hijos al frente del holding. Esa filosofía, sumada a la expansión de la división solar a partir de 2008, situó a la compañía en más de 40 países y la consolidó como uno de los grandes actores globales en renovables.

Durante la charla, Lalo Salvo ha resumido el camino con una frase que se repitió varias veces: «Las empresas son personas». Según ha explicado, el grupo ha crecido de forma orgánica, invirtiendo todo lo que generaba en stocks, planta, automatización y ampliación tecnológica, especialmente en sus instalaciones de Higueruelas y en su parque tecnológico.

Nada de aventuras inmobiliarias ni inversiones ajenas a su negocio: la regla interna siempre fue que sólo se pediría un préstamo si la empresa podía devolverlo incluso si su facturación cayera a la mitad. «Nunca nos ha bajado la facturación a la mitad —recordó—. Al contrario, hemos crecido de media un 25% anual». Esa prudencia financiera es la que explica hoy su holgada posición de tesorería y un Ebitda previsto de 260 millones de euros para este ejercicio, que la compañía o bien retiene en caja o reinvierte directamente.

Multinacional con alma de pyme

La relación con el cliente aparece una y otra vez como la clave del éxito. El propio Salvo insistió en que, pese a ser una multinacional, siguen funcionando «como una pyme», con una agilidad interna que les permite reaccionar rápido, solucionar problemas sin generar otros y mantener un nivel de servicio insólito en el sector. Esa cultura se pone a prueba cada año con las 100–200 nuevas incorporaciones que entran en la empresa: «Transmitir esta filosofía cuando creces tanto es lo más difícil», admitió. Viajar, no creerse menos que nadie y superar los «complejos innecesarios» que arrastran muchos empresarios españoles ha sido, según él, decisivo para conquistar mercados como Estados Unidos, donde Power Electronics posee ya un 35% de cuota.

El mercado estadounidense es hoy el motor del grupo, con el 60% de sus ventas, y también la razón por la que sus decisiones estratégicas han tenido que adaptarse a un escenario internacional convulso. Las guerras arancelarias, la volatilidad del dólar y la amenaza regulatoria les obligaron este año a acelerar envíos o cambiar rutas de transporte «por cuestión de horas». Pese a ello, la empresa prevé cerrar 2025 con 1.400 millones de euros de facturación, un 28% más que el año anterior. Eso ocurre mientras ajusta su proyecto industrial al otro lado del Atlántico: en lugar de levantar la gran planta de 170.000 metros anunciada en 2023, empezará fabricando en Houston en 2026 desde una nave alquilada de 15.000 m², ampliable a 25.000. El grupo reconoce que no existe en EE UU una industria proveedora capaz de acompañar su modelo de integración vertical, por lo que negocia incluso que proveedores europeos se instalen junto a ellos.

«No estirar más el brazo que la manga»

La integración vertical —con la que producen internamente la mayoría de los componentes de cada inversor— es, precisamente, una de las señas de identidad que más les diferencia. «Nunca hemos elegido el camino fácil de subcontratar», insistió Salvo. Este modelo les hace más competitivos frente a competidores asiáticos en mercados con aranceles, como EE UU o Reino Unido, mientras que en Europa el reto es mayor porque los productos chinos entran sin barreras. De ahí que el vicepresidente no ocultara un deseo: «A ver si los políticos se animan con algún arancel». Pese a esas tensiones, Power Electronics mantiene 3.000 empleados en España y continúa automatizando procesos gracias a su capacidad de inversión: «Tenemos dinero porque no lo hemos gastado en tonterías».

El directivo ha querido cerrar su intervención recordando que la compañía no ha dejado de crecer porque nunca ha estirado «más el brazo que la manga» y porque ha sabido sostener un servicio cercano incluso mientras multiplicaba su tamaño. El reto ahora es conservar esa identidad en una etapa de automatización, expansión internacional y transición energética en la que el mundo demanda más de lo que pueden fabricar. La historia que comenzó en un pequeño local de Benimaclet —y que hoy incluye récords de beneficios, millones invertidos en depósitos y una plantilla global en expansión— se resume en una fórmula tan simple como difícil de ejecutar: cliente, prudencia y mucha, muchísima agilidad.

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