A las librerías les cuesta salir del barro
La ayuda del gremio y las compras online fueron el primer salvavidas para unos establecimientos que en algunos casos han tenido que cambiar de local y en otros todavía no funcionan al 100% después de la dana
Las librerías se ahogaron. El 29 de octubre de 2024, en las poblaciones afectadas por la dana, nadie echó de menos los libros. Primero hubo ... que serenarse, un poco, lo suficiente para ponerse manos a la obra: a llorar a los que de repente ya no estaban, a ayudar a los que lo habían perdido todo, a limpiar lo que se pudiera mientras venía esa ayuda tan necesaria... y todo eso trabajando de sol a sol. Literalmente, porque cuando caía la noche llegaba la oscuridad. La real, porque la retórica, la que ensombrece el alma, era perenne. No, definitivamente no había tiempo para la literatura. Bueno, sí que hubo un grupúsculo de personas que sí los echaron de menos: sus guardianes, esto es, ese bibliotecario y el librero que te recomienda una obra porque ya te conoce y sabe lo que te gusta.
Era necesario que esa gente se levantara. Bueno, sigue siéndolo, porque no acaban de salir del barro. Que sí, que la inmensa mayoría ha recuperado la actividad, pero han quedado unas deudas que casi en ningún caso cubren del todo las ayudas y un déficit de energía que tardarán en compensar. Ese respaldo, el más efectivo, es no quedar sumidos en el olvido: que sigan llegando clientes desde los cuatro puntos cardinales, como cuando anunciaron que empezaban a vender online mientras reabrían sus tiendas.
Porque ese fue el denominador común de casi todas las librerías afectadas o arrasadas por la dana. Hoy en día el librero no es una persona que monte un negocio con el afán de hacerse rico. No. Es una persona que ama con pasión la literatura y quiere convertir ese sentimiento en su modo de vida. A ganas de currar no suele ganarle nadie. Y lo demostraron después del 29 de octubre. Con la ayuda del Gremi de Llibrers, que respaldó a una decena de establecimientos, siete de ellos pertenecientes a esta agrupación y otros tres que no, pero se les apoyó igualmente: Librolandia y Somnis de Paper (Benetússer), Bufanúvols (Catarroja), La Moixeranga y Passarella Store (Paiporta), L'Esplai (l'Alcúdia), Samaruc (Algemesí), Passarella Store (Picanya), La Casa del Paper (Algemesí), y Lazarillo (Albal).
«Llevamos a cabo la campaña 'Tornem a la vida les llibreries' y fue un éxito increíble, porque recibimos ayudas de particulares, asociaciones y empresas. Recogimos más de 140.000 euros. Además, llevamos a cabo un asesoramiento legal, y para gestionar las subvenciones y las indemnizaciones de los seguros», explica Pau Pertegaz, presidente del Gremi de Llibrers. A esto hay que añadir la infinidad de autores, como Luis Zueco, que realizaron publicaciones instando a los lectores a comprar en estos negocios para ayudarles.
Porque lo cierto es que las librerías, estas diez y otras que no entraron a este programa, como Cultur-Art de Albal, prácticamente en ningún momento han permanecido cerradas a cal y canto. Físicamente, las más afectadas reabrieron entre final de mayo y principio de junio. La venta online ha sido uno de sus salvavidas. «Me llegaron compras de toda España, de Francia o de Italia... de muchos. Eso es lo que nos ha permitido volver a abrir, yo tenía una deuda de más de 100.000 euros en libros», afirma Javier León de Librolandia. Tras la dana se encontró su local destrozado: suelo arrancado, pareces afectadas, ni rastro del sistema eléctrico y la fotocopiadora convertida en chatarra, en medio de la calle: «Aún nos queda más de la mitad de la planta baja por rehabilitar, pero hemos acondicionado hasta donde ha llegado el dinero y ya estamos funcionando».
Anelia Belda se encontró seis coches dentro de lo que había sido Cultur-Art. El local estaba en la confluencia de los dos barrancos de Albal, así que da gracias que la dana no le pillara trabajando. Ha tenido que cambiar de sede, y también se siente afortunada por esto: «Hemos pasado de tener 120 metros cuadrados a la mitad, pero nos vamos adaptando», señala. También quiere acordarse de las donaciones, como la librería de Madrid. «En Albal montamos una asociación de 130 comercios, y cuando uno volvía a la actividad se le hacía una especie de pasillo y se le aplaudía en el momento de reabrir. Cuando nos tocó a nosotros fue muy emocionante», recalca.
Aún así, una cosa es arrancar y otra es limpiarse el barro del todo. Estos libreros han tenido que rehacer su negocio de cero y sufren de un agotamiento físico y mental. Les sucede a Arantxa y a Eva, que regentan La Moixeranga desde 2023, cuando le cogieron el relevo a Gloria, que la fundó en el 2000. «Jamás pensamos en no volver a abrir», afirma Eva aunque, estando en el corazón de Paiporta, pueden imaginar lo que quedó del negocio: «Los vecinos, cuando iba hacia el local, me decían que no me acercara». Tocó arremangarse, pero en otros lugares más necesarios, en las casas de vecinos que no tenían ni donde pernoctar. Y entonces se hizo la magia: «Cuando volvimos a limpiar la librería ya lo habían hecho los voluntarios». Otro chute de energía, pero aún quedaba otro: «El de la comunidad lectora, que nos ha apoyado. Pero tanto jaleo nos ha hecho mella. Ahora estamos recuperando las presentaciones de libros».
Lo mismo admite Yolanda, que regenta Bufanúvols y, como en el caso de Cultur-Art, se vio obligada a cambiar de local. «Nos entraron tres metros de agua, donde estábamos era inviable seguir. Estamos agradecidos a la providencia de que encontramos una planta baja en un momento en el que en Catarroja era complicado», asegura: «Llegué a pensar que me quedaba sin negocio. Pudimos volver gracias a la ayuda del Gremi y a la web. Y luego la gente se ha volcado mucho con el comercio local. Cuando abrimos, además de la felicidad por volver, algunos días te llevabas la alegría de ver a alguien de quien no sabías desde antes de la dana».
Ante tanta carga emocional y de trabajo, las librerías siguen luchando por salir del barro: hallar tiempo para recuperar cuentacuentos y clubes de lectura es darle una nueva vuelta de tuerca más al día. Jorge Cabezas se auto impone hallar momentos para el descanso, porque de lo contrario dedicaría el icónico 24/7. Somnis de paper fue noticia por reabrir temporalmente en un puesto del mercado de Benetússer cedido por el Ayuntamiento. Perdieron 100.000 euros en libros, recibieron ayudas, pero las familias recibieron ayudas para el material escolar, uno de los caballos de batalla de casi todos estos establecimientos. «Y no nos quejamos», incide Cabezas. Los libreros son sin duda un ejemplo de resiliencia.
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