Lo de siempre. Un café o una cerveza en la terraza, unas compras en el imperio de Amancio Ortega o el reencuentro en casa de los abuelos. La nueva normalidad de quienes ya disfrutan de la fase 1 deja las imágenes de antes pero con mascarilla, pantallas faciales y distancia social. Aún queda por confirmar si la ciudadanía cambiará y de qué modo tras la pandemia. De momento, la crisis sanitaria derivada de la Covid-19 ha revelado con mayor nitidez las virtudes de la sociedad, que pasan por el esfuerzo de personas que reman más que antes y redoblan su voluntad ante la adversidad, y los defectos. Los días pandémicos no nos ha librado del mercadeo político a cuenta de los fallecidos, de la vagancia de los que aprovechan el parón para recostarse aún más en la poltrona o de la insensibilidad de quienes viven de espaldas a lo que sucede en la calle. Lo de siempre. No hay virus que derrote la ley del sálvese quien pueda.