Maltratadas por las pulseras
Las víctimas claman por el rosario de fallos de los dispositivos de Igualdad. No funcionan en zonas rurales sin cobertura, tardan «días críticos» en instalarse tras la orden judicial y no protege a los niños, expuestos a un ataque vicario del agresor
Silvia (nombre ficticio por seguridad) hacía la compra como cada sábado en un supermercado de la Petxina. Buscaba todo lo que más gustaba a sus ... dos pequeñas, sus dos soles. Las dos niñas de 6 y 8 años con las que hace casi dos años huyó del horror. Del infierno en que las había sumido un marido maltratador. El rosario de golpes que siempre decían que no iban a volver a repetirse y de maltrato psicológico tuvieron la culminación aquel día que, tras una discusión, él se fue con la pequeña de la casa en el coche. Todo el día sin saber de ellos. Sobre todo de ella. Con un escalofriante whatsapp en el móvil: «No nos vas a volver a ver».
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Silvia ya no lo dudó más. Acudió a una comisaría de la Policía Nacional y presentó una denuncia. Una primera para lo que estaba sucediendo. Cuando la pequeña llegó a casa y su pareja fue detenida, otras denuncias para desgranar cada bofetón, insulto y devoción. Ella puso tierra de por medio con las niñas. Él acabó con una orden de alejamiento y un dispositivo de control GPS, una pulsera Cometa para controlar que no volvía a acercarse a Silvia.
El lunes, en el 'super' de Valencia, ella toca en el bolso el pequeño receptor similar a un móvil que lleva, con botón del pánico incluido. Nunca sale sin él de casa. Al principio no lo escucha. Lo confunde con el hilo musical de la tienda. Hasta que comprueba que sí. Que el dispositivo está pitando. El zumbido del peligro. El aviso de que 'él' está en un radio de 100 metros a la redonda. Silvia entra en pánico. El aparato no deja de pitar. Ella echa a correr por los pasillos del supermercado. Se dirige a la salida. Empujando incluso el carro. El vigilante intenta interceptarla. Sale a la calle y se topa casi de bruces con una patrulla policial. La toman inicialmente por una ladrona. Hasta que ella explica lo que estaba pasando.
Llamada al centro Cometa (Centro de Control de Medidas Telemáticas de Alejamiento), una entidad privada formada por Vodafone y Securitas Seguridad y adjudicataria del servicio por el Ministerio de Igualdad. Los encargados de controlar las alertas y almacenar los datos, resuelve el misterio. Todo ha sido un fallo del dispositivo de protección. Un sistema que casi es todo lo contrario:una fuente constante de intranquilidad y desasosiego para las víctimas.
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Las víctimas claman: «Son fallos sistemicos y en el plano policial, judicial, sanitario y social»
La consecuencia la resume el juez Jesús Villegas, uno de la media docena de magistrados especializados en Valencia contra la Violencia sobre la Mujer: «Nosotros no solamente pretendemos evitar que se cometa el delito, pretendemos que la calidad de vida de esta persona mejore, que su temor decrezca, que su estrés disminuya, que en la medida de lo posible pueda llevar una cotidianidad dentro de los límites de la normalidad. Si resulta que la señora está pensando si eso va a funcionar o no, se produce una perturbación anímica que a mí me preocupa mucho».
Las víctimas son mucho más severas. Van más allá. «El sistema de protección no responde adecuadamente a mujeres y criaturas víctimas de violencia de género. Estas fallos no son puntuales; son sistémicos, multinivel y se reproducen en los ámbitos policial, judicial, sanitario y social». Lo retrata Chelo Alvárez, de la Fundación Alanna de mujeres maltratadas. Y detalla los muchísimos agujeros negros de las pulseras contra maltratadores. «Son un avance pero no son suficientes».
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No son infalibles, como demuestran sus recientes fallos. Y tienen verdaderas zonas de peligro sin cobertura. Las zonas apartadas de ciudades o ámbitos rurales en los que la falta de red telefónica o GPS abandona a su suerte a las víctimas. Y no protege a los niños. El objetivo de la cruel violencia vicaria. Aquella que tal vez pasó por la cabeza de la expareja de Silvia. «No protege a los niños y niñas de forma directa: la pulsera no impide un ataque a las criaturas durante las visitas o en los traslados», advierte Chelo Alvárez.
Responsabilidad de Igualdad e Interior
A pesar de las dudas que generan por sus fallos, las víctimas reclaman que se instalen más pulseras. Por ejemplo, «solo se otorgan en un número reducido de casos, incluso cuando hay riesgos evidentes de violencia vicaria», lamentan desde Alanna. Yque se acelere su implantación cuando lo ordena un juez. «Tardan al menos varios días y eso es un tiempo crítico para proteger». Precariedades de medios que dejan la pelota en el tejado del Ministerio de Igualdad. También en el del Ministerio del Interior. «Falta más respuesta inmediata cuando salta una alerta. Las patrullas tardan en llegar por falta de efectivos o distancia geográfica», subrayan desde la asociación de mujeres maltratadas.
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Un recado al Ministerio del Interior: «Faltan patrullas para un respuesta más rápida ante una alerta»
Pero el verdadero núcleo del problema está en la tecnología de Cometa. Lo que en la denominación popular ha venido a llamarse 'pulseras AliExpress'. Ya lo advirtieron hace un año los propios trabajadores del centro de control, con una carta abierta publicada por algunos periódicos nacionales. «Aunque se introdujo un nuevo set de dispositivos prometiendo mejoras, la baja calidad del material adquirido ha derivado en problemas críticos tanto para las víctimas como para los sancionados», sostenían. También alertaban de su incomprensible uso en pueblos pequeños. La cercanía de agresor y maltratada convertía en un agobio de pitidos constantes la vida de las mujeres. Revictimadas. Y así, las víctimas, en vez de protegidas, acaban maltratadas por las pulseras.
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