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Gerard Piqué, durante el partido ante Luxemburgo.
Hola, don Pepito; hola, don Piqué
eurocopa 2016

Hola, don Pepito; hola, don Piqué

Cada vez que el defensa entraba en contacto con el balón, la división de opiniones aparecía en la grada

Luismi Cámara

Viernes, 9 de octubre 2015, 21:54

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Forman parte de la fiesta. Toda gran celebración deportiva, concierto multitudinario o concentración festivalera que se precie tiene sus momentos de diversión y de interacción entre los asistentes para tapar los ratos de espera o los minutos de sopor. Están la ola humana, los gritos y los cánticos populares. Entre estos últimos, uno de los recurrentes suele ser una conocidísima canción que popularizaron 'Los payasos de la tele'. Su habitual interpretación tiene unas normas básicas que comienzan con una parte de la grada saludando a otra al grito medio entonado de 'Hola, don Pepito', y concluye con la segunda respondiendo con otro sonoro 'Hola, don José', en un bucle que finaliza cuando las gargantas se agotan. Con cosas así se entretienen los asistentes y los ratos se hacen más amenos en cualquier feria que se precie.

Lo que se vivió en Las Gaunas tenía esa parte de festejo que traen las ocasiones especiales. Y la de anoche lo era. Además de por la goleada que se llevó Luxemburgo (4-0, con dobletes de Alcácer y Cazorla), porque no es que Logroño esté acostumbrada a recibir a la selección española de fútbol habitualmente. Por eso, cada vez que La Roja se digna a aparecer por tierras riojanas el evento cobra un cariz más cercano a una fiesta patronal que a un acto deportivo de primer nivel. Además, como el carácter por estos lares es el que es, con tendencia a la juerga, y como cuando España juega en el estadio logroñés el partido suele ser amistoso o el rival normalmente tiene aspecto de cordero y asusta menos que un tigre de peluche, la tensión futbolística en la grada muta en un interés por rodear lo que pasa sobre el césped con un manto de cachondeo, alegría y parranda que convierta el duelo en especial.

Es cierto que España buscaba certificar con una victoria el pasaporte a la próxima Eurocopa, pero Luxemburgo no era ni mucho menos un rival que pudiera sembrar de dudas la obtención de ese objetivo. De hecho, una derrota ante un adversario de tan escaso nivel no entraba tan siquiera en los sueños más profundos y dulces de los propios luxemburgueses. Por algo sería.

Por eso, el encuentro debía encontrar otros alicientes ajenos a lo estrictamente deportivo para justificar el precio de la entrada (que, en esta ocasión, no es que fuera caro precisamente). En este contexto, absolutamente alejado de la frustración, cabía todo. Incluso los esperados pitos a Gerard Piqué, que se escucharon agudos entre parte de los aficionados, eso sí, mezclados con los aplausos de la otra parte de la grada, más sordos. El ruido se hace sentir más que la música. División de opiniones, como en los toros. Ni frío, ni calor. El #AplaudamosaPique que promovió en las redes sociales el diario La Rioja tuvo el efecto que se adivinaba, con unos apoyando la iniciativa y otros convencidos de que debían optar por lo contrario. Fue el 'Hola, don Pepito' contra el 'Hola, don Piqué'. Si los de un lado pitaban tímidamente, los del opuesto aplaudían. Entre medio, los naturales 'a por ellos, oé; a por ellos, oé; a por ellos, oé; a por ellos oé oé' y 'yo soy, español, español, español'.

Todo con un punto de guasa. Todo con ese punto entre lo cómico y lo ridículo de lo que se escapa a la lógica. Porque, mientras el balón pasaba por los pies del resto de jugadores, el silencio era todo lo que se oía, y sólo despertaba el público cuando el esférico era golpeado por el '3' o en las ocasiones de gol y los tantos de los de Vicente del Bosque. Lo de los pitos al defensor catalán se ha convertido en un elemento más que acompaña cada partido de España y que trasciende más allá de los comentarios políticos, los afectos o el recalcitrante antimadridismo de Piqué.

Tras León y Oviedo, Logroño no fue una excepción y no faltaron la banda de silbidos. Pero quizás no tengan que ver con el españolismo que contaba Miguel Ángel Lotina que se siente en La Rioja, ni con el madridismo que achaca Xavi Hernández a aquellos que hacen evidente su desencuentro con su excompañero de club y de selección. Los pitos son contexto, no excepción y, como prevé Del Bosque, todo se irá normalizando. Porque precisamente es el propio Gerard Piqué el primero en querer normalizar y naturalizar esta situación.

El culé no es de los más queridos de La Roja, pero muchos valoran y aprecian que ha sido una parte muy importante en los éxitos de la selección. El jugador se mostró sereno, seguro y tranquilo en un choque sin excesivas exigencias atrás, y apenas prestó atención a lo que sucedía en la grada. Saltó al campo de los primeros, al trote, con la cabeza baja y cara de concentración. Como un partido más. Porque él asegura que es así, que respeta el sentir de los aficionados y que sólo sufre por lo que pueda afectar esto a sus compañeros y a su técnico en el combinado nacional. Su solvencia se mereció incluso que su nombre fuera coreado por la mayoría tras evitar el disparo de un rival. Se repitió con timidez a lo largo de los 90 minutos y en los instantes finales, pero sin el sostén mayoritario y coincidente de los espectadores. Se retiró aplaudiendo y saludando desde el centro del campo.

En el deporte, y más en el fútbol, todo es fugaz y pasajero. Así, estos pitos pasarán a ser aplausos por la inercia del tiempo y, quién sabe, quizás vuelvan más adelante, hacia él o hacia otro. Pero aquellos que silban ahora, probablemente no recuerden entonces por qué Piqué era el centro de sus conciertos de pito.

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