La orquesta La Pasarela se derrite a 39 grados: «Aquí lo importante es que la gente baile»
De Marisol a Tom Jones, esta formación lleva 35 años animando las fiestas populares con música de todo tipo y ya van por la tercera generación
A las ocho menos cuarto de la tarde, el termómetro del móvil marca 40 grados. El escenario está montado en un parking vacío, detrás del ... frontón. El sol todavía campea en un cielo azulísimo, aunque poco a poco se va escondiendo detrás de un edificio. Cuatro pelotaris calientan en una bocacalle; su partido comienza en quince minutos. La gente del pueblo pasa a su lado y les da ánimos con un puntito de sorna: «¡Hoy no hace falta que calentéis mucho!», les gritan. Ellos, concentrados, hacen como que no escuchan. En una lonja vecina, la Peña La Repeña ha montado un bar. Los mozos salen cargados con tanques de cerveza y piscinas de calimocho. En el parking reconvertido en pista de baile, el Ayuntamiento de Quel ha instalado dos tenderetes: en uno se fríe choricillo y en otro se reparten vasitos de vino tinto. Una hucha anima a depositar un euro para la ermita del Cristo.
«Hoy a 39 grados y el otro día, en Alesón, a 13», resopla Alberto Negueruela, trompetista, mientras se coloca la chaqueta rosa sobre un polo blanco. Están acostumbrados a los cambios bruscos de temperatura, aunque el cronista piensa que estos músicos tienen una resistencia casi sobrehumana, como los ciclistas que corren el Tour: de los 31 días de agosto trabajan 25. Hoy actúan en Quel, mañana en Vitoria, pasado en Golmes (Lleida), al día siguiente en Rincón de Soto, después en María de Huerva (Zaragoza)... «Si podemos, volvemos a casa a dormir; pero si nos pilla de gira por sitios más lejanos cogemos un hotel para descansar», explica Jordi Formoso.
Si habláramos en términos bursátiles, Jordi sería el CEO de la Orquesta La Pasarela; el que manda. En el escenario, sin embargo, ocupa un puesto discreto, a la izquierda de los cantantes. Profesor de guitarra clásica, asumió el legado de su padre, Paco Formoso, 'El General', un gallego afincado desde niño en Santo Domingo de La Calzada (La Rioja) que se hizo célebre por sus rancheras y que, después de recorrer España de actuación en actuación, fundó la orquesta. Paco murió en 2019, pero, 35 años después, su herencia sigue animando las fiestas de decenas de municipios. El GPS de los Formoso se conoce al dedillo las carreteras de La Rioja, del País Vasco, de Aragón, de Navarra...
Romper el hielo
En Quel, como en otros tantos lugares, la orquesta actúa en dos sesiones: de ocho a diez de la tarde y de una a tres de la madrugada. A las ocho y con este calor es como si los músicos tuvieran que despertar al pueblo de la siesta. En el escenario han dejado botellas de agua helada. Las dos cantantes, Andrea Martínez y Ana Rasines, rozando la heroicidad, suben al escenario con vestidos amarillos de fantasía y sus compañeros las rodean con sus chaquetas rosas. «Nuestro mayor orgullo es hacer que nuestro público baile y disfrute como nunca», dice Jordi. Y entonces atacan la primera canción, una declaración de intenciones: 'Let's get loud', de Jennifer López.
Los vecinos de Quel, muchos de ellos con el pañuelo azul, se acercan tímidamente, sin atreverse todavía a bailar. Es un pueblo curioso, Quel: una formidable peña lo protege y todavía son visibles, aunque ya deshabitadas, las antiguas viviendas excavadas en la roca. El padrón le atribuye 2.000 habitantes, pero en agosto, y sobre todo en fiestas, todas estas contabilidades administrativas saltan por los aires.
A las ocho y cuarto ya hay gente bailando. «Han roto el hielo», dice alguien de la orquesta y esa, a 39 grados, sí que es una metáfora arriesgada.Los rompedores de hielo se lo curran. Son siete parejas que bailan de maravilla, enlazándose y desenlazándose con gracia, lo mismo les da la Tómbola de Marisol que el Delilah de Tom Jones. «Ahí tenemos un nivel de baile alto», se asombra Jordi Formoso y les reta con un chachachá. Los interpelados superan el examen con nota. El cronista aprovecha que los bailarines se toman un respiro para hablar con Ángel, que ha dejado el grupito por un momento. Son –explica– varias parejas de la zona que se suelen juntar en el Hogar del Jubilado de Arnedo para bailar. «Y esta orquesta es magnífica», apostilla.
Lo mismo opina José Sánchez, que no ha podido resistir la tentación y se ha marcado un pasodoble con su mujer, Carmen Lara. José lo mira todo con ojos de asombro. Vienen de Eslida, un pueblecito de Castellón. «Tenemos unos amigos queleños que veranean en Nules y nos han invitado al 'panyqueso'. ¡Esto es espectacular!», exclama.
«Aguantamos este ritmo porque es nuestra pasión y nuestra vida»
Andrea Martínez
Vocalista
Aquí conviene hacer una explicación para foráneos (los riojanos pueden saltarse tranquilamente este párrafo). El 'panyqueso' es el nombre popular de las fiestas de Quel, las más antiguas de La Rioja y una de las pocas en la península cuya continuidad está documentada desde hace cinco siglos. En recuerdo de una peste que diezmó la población del municipio en 1479, todos los 6 de agosto, los trece miembros de la cofradía se asoman a la balconada de la ermita de la Cruz y arrojan bollos de pan y trozos de queso a la multitud congregada en la plaza. Del trance uno puede salir con almuerzo o con un ojo morado, según la suerte.
En la avenida del Ferrocarril, seis señoras han sacado sus sillas de plástico blanco a la calle. No se animan a bailar («uy, hijo, ya no tenemos edad»), pero disfrutan de lo lindo con la orquesta. El vozarrón de Fabio Fernández entona el 'Ay, Jalisco' y levanta la admiración de Ana María Echevarría, natural de Bilbao y vecina de Quel, y de su amiga Amparo Martínez, natural de Quel y vecina de Bilbao. Sus biografías, en cierto modo capicúas, han confluido en esta tarde tórrida a cincuenta metros de la verbena.
Tercera generación
Hacia las diez menos cuarto, la orquesta ataca las últimas canciones. Apenas corre viento. Los músicos se despiden hasta la sesión de madrugada, tres horas más tarde. Ahora cenarán algo y luego unos se irán a dar un paseo por Quel, otros escucharán música y no faltarán los que aprovechen para descansar –y quién sabe si echarse un sueñecito– en la furgoneta. Andrea Martínez, vocalista zaragozana, confiesa ser de estos últimos. En el escenario, Andrea y su compañera Ana acaban de pasarse dos horas cantando temas de los más diversos estilos, cambiándose varias veces de ropa, bailando enérgicamente, animando al público.De camino a la caseta, Andrea sonríe y atiende al cronista con una alegría que no parece impostada. «Aguantamos este ritmo porque es nuestra pasión y nuestra vida –enfatiza–; es un trabajo difícil pero bonito. A mí me encanta la posibilidad de ser en cada momento personajes diferentes».
El más joven del grupo, Jorge Formoso, tiene 21 años y vive su primera gira estival. Nieto de Paco e hijo de Jordi, el árbol genealógico de la Orquesta La Pasarela alcanza con él la tercera rama. Estudia piano en el Conservatorio de Haro, pero su instrumento favorito –el que practica desde que tenía 12 años y el que toca en el escenario– es el saxofón. «De todos modos, aunque tenga 21 años y engañe, lo mío es el rock», advierte con decisión.
– ¿Sí? ¿Por ejemplo?
– La Polla Records, Piperrak...
– Pues a esos no los frecuentaréis mucho.
– No, pero a ciertas horas los incluimos en un popurrí... ¡y es de los que más suelen gustar!
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