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Fue un partido raro. Parecía que el Valencia no se jugara nada, que todo el foco aguardaba el final del choque para despedir a Jaume ... Doménech y a Mamardashvili –habrá otros que se irán pero deberemos esperar–. La opción de disputar la Conference League seguía latente pero como si diera igual volver a Mestalla los jueves por la noche ante rivales casi anónimos. El Valencia estaba agotado, los futbolistas y la afición. El esfuerzo realizado desde la llegada de Corberán al banquillo ha brotado. El equipo no da para más. La plantilla es la que es. El técnico tenía pocos recambios a los once habituales y el esfuerzo ha hecho mella. Este conjunto no aguanta dos partidos en una semana. Además, la consecución del verdadero objetivo de la entidad, que era evitar el descenso, ha relajado los músculos de los futbolistas. Entre la laxitud del equipo y la presencia de un enfrente de un bloque envidiable dirigido por un técnico maravilloso, la lógica mandó. Y para envolver el choque llegó regalo al fútbol que fue el disparo de Berenguer desde fuera del área que se coló por el único sitio al que el gigante Mamardashvili no llegaba. Una delicia de chut, muy al estilo Messi o Lamine Yamal aunque con la pierna contraria.
La derrota deja al Valencia en la duodécimo posición. Hay quien se sentirá defraudado al ver que la opción de Europa se presentaba factible. Pero que nadie olvide que el equipo era colista hace sólo cuatro meses. Una decisión elogiable de Corona permitió que llegara al banquillo un entrenador con las ideas claras y el entendimiento necesario para sacar el mayor rendimiento de una plantilla con demasiados agujeros. Con el técnico de Cheste se ha caído ante los grandes –Barça, Real Madrid, Atlético y Athletic– además del Alavés, pero ahí la mano negra del árbitro fue la justiciera. Gil Manzano dio el toque de gracia al apetito continental. Ahora hay que visitar Sevilla para medirse a un Betis que sí jugará en Europa. Será el epílogo para una temporada de la que aprender. Hay que esperar que en Singapur entiendan algo que jamás lo han hecho desde que Peter Lim lamentablemente aterrizó en Valencia, que hay que invertir para hacer un buen equipo. En el fútbol hay pocos milagros. Ganan los que mejor equipo tienen y los que cuentan, además, con un entrenador que sabe. Nada más.
Ante el Alavés no sólo capitalizó el choque el colegiado, también el fútbol insulso del Valencia. Fue un miércoles de paella empastrada. La cocina no mejoró el domingo, el día tradicional del plato valenciano. El arroz estaba duro, la carne sin hacer, la verdura no valía nada. Tampoco llevaba caracoles. Vamos, para tirarla a la basura. Y eso que en esta ocasión el centro del campo era el titular de Corberán. Regresaba Javi Guerra y poco se notó. No hubo creación de juego, únicamente momentos de pases horizontales y algún que otro intento por llegar al ataque, pero sin orden ni concierto. En sólo dos ocasiones hubo acciones ante la portería de Unai Simón, un tiro al palo corto de Luis Rioja en la primera mitad y un cabezazo de Diakhaby en la prolongación de la primera mitad. En la reanudación no hubo ni juego, ni ocasiones, ni ganas de nada. Al menos el personal pudo disfrutar de uno de los goles de la temporada. El talentoso Berenguer fue centrándose desde la banda izquierdo y en la frontal del área sacó el guante para colar el balón en la escuadra. Antes pudo anotar Guruzeta y después la tuvo Unai Gómez.
El Valencia sólo quería que el árbitro pitara el final, deseaba homenajear al gato de Almenara, uno de esos futbolistas necesarios en un vestuario por su vitalidad y su carisma. Las dos plantillas formaron un círculo y Jaume, con lágrimas en los ojos, pudo despedirse de su público. Luego fue manteado y pudo fundirse en abrazos varios. También tuvo su momento Mamardashvili, que tendrá que decidir si su tiempo en el Liverpool ha comenzado o la presencia de Allison le lleva a otro equipo en calidad de cedido. Sin estos dos arqueros sólo queda Dimitrievski en la plantilla. Llega el momento de decidir si el club opta por algún fichaje o por la promoción interna de algún chaval de la cantera. Se trata de un puesto clave para no fallar.
Una vez se apaguen las luces de los estadios se ponen en marcha las de los despachos. En el de Corona muchas veces ha habido apagón. Ahora tiene que escuchar a Corberán, que se ha ganado al menos que atiendan sus peticiones, y conocer cuanto antes de qué dinero disponen. En función de ello sabrán si hay que vender a alguna de las figuras –Javi Guerra o Mosquera– o se consigue mantener la estructura y reforzar los puestos más desvalidos. La continuidad de Barrenechea sería una buena opción y Sadiq ha aportado en los minutos de que ha dispuesto, pero no parece que el club pague los nueve millones necesarios para que el nigeriano siga en Mestalla.
Guillamón, Canós, Yarek o Jesús Vázquez no tienen garantizada su presencia en el Valencia en función de la escasa confianza que les ha prestado Corberán. Hay que conformar un buen once y un fondo de armario completo para evitar sustos iniciales que lleven al equipo de nuevo a posiciones complicadas. Nadie cree que con Meriton puedan regresar los momentos de dulce, pero al menos que no nos amargue temporada tras temporada.
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