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Cuando tenemos parones por selecciones o, como este pasado fin de semana, por la disputa de la final de Copa, lo cierto es que echamos ... de menos un poco de acción futbolera. Así es la vida, el valencianista pasa angustiado la semana para que su equipo gane los domingos y salga del descenso... y cuando llega un parón echa de menos la Liga. Por más disgustos que le dé su equipo. Precisamente por eso, porque es su equipo. Y todos echamos de menos las cosas que queremos cuando no las tenemos.
Por eso es tan importante el partido de este fin de semana para el Valencia. Porque, por primera vez de forma real -aunque no matemática- el equipo de Corberán puede decir adiós al descenso. Si gana en el Gran Canaria a Las Palmas, se acabó. El Valencia se habrá salvado con cuatro jornadas de margen. Serían 10 puntos sobre el descenso quedando 12. Un escenario imposible cuando el mismo equipo canario pasó por Mestalla en la primera vuelta. ¿Se acuerdan? Las Palmas ganaba 2-3, enviaba al Valencia al último puesto de la clasificación y provocaba la famosa noche de las cargas policiales y los contenedores quemados en la calle tras la debacle. Aquella noche todos vimos que el Valencia podía bajar de verdad. Pero una vuelta más tarde, y ante el mismo rival, casi el mismo Valencia -en cuanto a plantilla- puede cerrar el sábado la permanencia y hundir al mismo equipo que le mató aquella noche de octubre en Mestalla. Lo que es la vida... y la Liga.
Los números del Valencia en la segunda vuelta son de Champions y ningún colista al final de una primera fue capaz de darle la vuelta a todo de una manera tan escandalosa. Nunca perdamos el foco de lo realizado tarde más o menos en salvarse el equipo de Corberán, es alucinante lo conseguido. Lo digo porque somos muy de ilusionarnos rápido y decepcionarnos a la misma velocidad. Tras ganar al Sevilla el valencianismo empezó a mirar hacia arriba por primera vez en todo el año pero los empates ante Rayo y Espanyol diluyeron la palabra 'Europa' dando la razón a la cautela de Corberán. De hecho, todos somos conscientes de que falta una victoria para sellar la permanencia porque los de abajo están ganando cuando todo parecía finiquitado. Perder ante Las Palmas sería volver a un lío del que el Valencia escapó hace tiempo. Que nadie se equivoque con esto.
Ahora bien, si pasa lo contrario -es decir, que el Valencia gana- comprobaremos todos que la realidad numérica de la clasificación sigue siendo tan tozuda como en las jornadas anteriores. Parece que la Liga se haya empeñado en esperar al Valencia y, si el equipo consigue cerrar -a la tercera- la permanencia podremos disfrutar de cuatro jornadas en un universo desconocido: el de disfrutar en lugar de sufrir. Porque, si hoy el Valencia está a partido y medio de Europa -cinco puntos de distancia- pese a dejarse cuatro de los últimos seis... ¿a cuantos puntos estará el domingo por la noche si gana en el Gran Canaria? A tres, cuatro... o a los mismos cinco en el peor de los escenarios a falta de doce.
Imagínense ese Valencia-Getafe en Mestalla de la semana siguiente con el campo a reventar -como todo el año- y la gente no mirando al descenso de una puñetera vez. Pues permítanme pensar que eso está a 90 canarios minutos de suceder. Primero porque la solvencia y regularidad del equipo de Corberán invita al optimismo y, segundo, porque estoy harto de contar penas cada semana. Tengo unas ganas enormes de volver a contar alegrías. Aunque sean pequeñas y efímeras. En la mediocridad del Valencia de Lim cualquier cosa medio digna parece extraordinaria.
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