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Iñigo Pérez y Carlos Corberán charlaban al final del partido casi como dos colegas que se vuelven a encontrar años después de haber compartido ... vivencias en el instituto. Son dos entrenadores que a sus 37 y 42 años respectivamente esperan emular algún día a su maestro, el mismo que en su ideario tiene mensajes como este: «Para lo genial hace falta que Dios los ilumine. Para el despliegue y la solidaridad grupal sólo es necesario quererlo». Es más que probable que si Marcelo Bielsa hubiera estado viendo el partido desde el sofá, a la media hora habría apagado la tele para disfrutar cómodamente de la comida. No fue un duelo exquisito ni hubo iluminación celestial, pero al menos al Valencia le llegó la recompensa adecuada por ese esfuerzo grupal al que se dedicó especialmente en la segunda parte.
El punto deja a mitad de camino esas ilusiones europeas construidas con una base poco sólida, pero desde luego alimenta la sensación de que Corberán ha construido un equipo que aún en los momentos de tonos grises es capaz de salir airoso de situaciones que podían haber resultado comprometidas.
Rayo Vallecano
Batalla; Ratiu, Lejeune, Pedro Díaz, Pep Chavarría; Óscar Valentín (Isi, 83'), Pathé Ciss, Gumbau (Unai López, 71'); Álvaro García, Jorge De Frutos (Embarba, 71') y Nteka (Guardiola, 83').
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Valencia CF
Mamardashvili; Foulquier, Mosquera, Tárrega, Gayà (Jesús Vázquez, 66'); Barrenechea (Pepelu, 74'), Javi Guerra; Diego López, André Almeida (Sadiq, 66'), Luis Rioja (FRan Pérez, 54'); y Hugo Duro (Mir 54').
Goles: 1-0, Tárrega (p. p. 45'). 1-1, Sadiq (75')
Árbitro: Quintero González (Comité andaluz). Amonestó a Ciss, Chavarria, Lejeune y Sadiq.
Incidencias: 11.300 espectadores en el Estadio de Vallecas.
Lo anecdótico del caso fue que el gol que supuso un respiro valencianista llegó en la acción más estrambótica y hasta surrealista que uno pudiera imaginar. Centro de un Jesús Vázquez que salió por un irregular Gayà, Sadiq se adelanta a su vigilante y toca lo justo para enviarla al lado contrario de Batalla, el balón da en el poste y el rechace cae justo donde está el delantero, sentado en ese momento sobre el césped como si hubiera salido a merendar al campo. El nigeriano, que siempre apuesta por lo más irracional, hace intención de cabecear pero el esférico acaba de nuevo justo delante de él. Solo tiene que empujarlo como los niños en el colegio. De esta tan rocambolesca pero efectiva manera se llevó el Valencia ese punto de Vallecas cuando el partido parecía encarado a favor del Rayo, el equipo de Primera que más ventajas en el marcador ha dejado escapar. No fue la excepción.
El punto refuerza las fenomenales perspectivas implantadas por Corberán. Los números del técnico de Cheste son más que inmejorables: siete victorias, cuatro empates y tres derrotas. El Valencia no tiene abrazada todavía la permanencia pero casi. Será cuestión de días. Al menos supo salir indemne de uno de esos partidos jugado en tonos más que discretos, con infinidad de imprecisiones en el pase, con escasez de ideas y con una nota por lo general que no pasa del aprobado justo. Sólo los cambios introducidos en la segunda parte provocaron una mejoría sustancial en las dudosas sensaciones que durante muchísimos minutos parecieron afectar al Valencia. Con la entrada de Rafa Mir pero sobre todo con la aportación de Fran Pérez y Sadiq, el equipo experimentó una mejoría más que notable, hasta el punto de que llegó a dejar escapar la oportunidad incluso de darle la vuelta por completo al marcador.
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Lo curioso del asunto es que el arranque invitó a pensar precisamente en un encuentro de marcador color blanquinegro. En un arranque interesante del Valencia, por dos veces la tuvo Hugo Duro cuando ni siquiera se había llegado al minuto siete. En la primera cabeceó forzado fuera por poco y en la segunda la cruzó en exceso cuando quizás lo más fácil parecía haberla metido. Se lo merecía sobre todo por la inteligente asistencia que se inventó Diego López. A Hugo Duro no le sentó del todo bien la titularidad. Contra todo pronóstico, Corberán prefirió dejar a Sadiq en el banquillo y apostar de salida por el delantero madrileño, que con esas dos intervenciones pareció empujar involuntariamente a su equipo hacia una mediocridad que sólo se quitó de encima en el último tramo de partido.
Estuvo muy lejos el Valencia de plasmar una actuación interesante. Fueron tantos los fallos no forzados en la entrega que se cometieron, principalmente en el primer tiempo, que parecía complicado que alguien fuera capaz de mover el marcador por muchas ganas que tuvieran. Por ese irregular trance pasaron un buen puñado de jugadores. Barrenechea estaba desconocido, Javi Guerra desaparecido, Almeida perdido, los de arriba incómodos y los de atrás resistiendo. Nadie se esperaba, eso sí, que el Rayo pudiera romper la dinámica por calidad, pero en una desafortunada acción defensiva, los madrileños sacaron oro puro del hombro de Tárrega. El central quiso evitar el remate del zancudo Nteka y con su hombro acabó desviando lejos de Mamardashvili. La acción tuvo su miga. Primero porque Ratiu puso en jaque a Gayà –siempre sufrió el capitán– y segundo porque Barrenechea y compañía permitieron que Pedro Díaz girara sobre sí mismo dentro del área para centrar.
El Valencia se marchó a los vestuarios con algo de miedo en el cuerpo. Menos mal que acertó de lleno con los cambios Corberán, sorprendiendo eso sí al apostar primero por Rafa Mir y minutos después por Sadiq. En ese capítulo de revulsivos hay que mencionar también por merecimiento propio a Fran Pérez. Ágil e inspirado, el extremo puso hasta dos balones de gol ni Mir ni Sadiq aprovecharon. Una lástima porque de haber marcado, ahora estaríamos hablando de un Valencia salvado y que se atreve a mirar hacia arriba.
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