Con este ADN está prohibido rendirse con 2-0

Levantarle un 2-0 al Villarreal no es desde luego empresa fácil. Menos aún hacerlo en algo menos de media hora. Cuando todo invitaba a pensar que al equipo de Emery, muchísimo más experimentado y hasta ensamblado, iba a dejarse llevar gracias a esa ventaja hasta el final, los zarpazos de Manu Vallejo y Cheryshev cambiaron de arriba a abajo la escena. En un arranque de orgullo, el Valencia se quitó el nudo en la garganta y dio tantas bocanadas como pudo, desde el remate del siempre voluntarioso Vallejo, hasta el penalti que luego él mismo transformó (su gesto de rabia era más propio de una eliminatoria importante que de un bolo de verano), sin olvidar por último el complicado remate del ruso para hacer el tercero tras un acertado centro de Jason.

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Algunas más cosas se vieron sobre el césped del complejo hotelero de Oliva. Por ejemplo, Bordalás decidió ensayar con su gente en posiciones poco habituales. Se vio a Yunus como mediapunta; a Correia en la segunda mitad por la izquierda; a Hugo Guillamón de pivote, como también a Guillem Molina en el inicio de la reanudación en el centro del campo; y por primera vez se vio con la camiseta del Valencia a Jorge Sáenz (ha tardado dos años en hacerlo) y a Omar Alderete. Sería tan precipitado decir que Sáenz tiene nivel para el Valencia como asegurar que con Alderete y Paulista la defensa tiene todas las garantías, pero sí es verdad que el paraguayo dio muestras de tener oficio y no andarse con contemplaciones.

De igual manera, es un riesgo considerar con solo un partido que Yunus funciona mejor por el centro que por la banda, pero lo cierto es que el joven futbolista mejoró conforme fueron pasando los minutos. Es más, fue de los pocos que aguantó la hora y media de una tarde sofocante, y en la segunda parte no sólo ayudó en las tareas defensivas sino que revolucionó a su equipo en las transiciones. A golpe de músculo claro está. Yunus necesita césped para carburar. Porque Bordalás lo que quiere es que los suyos muerdan a la hora de proteger al portero (Cillessen jugó todo el encuentro) y que vuelen a la contra. El número de faltas en el primer tiempo refuerza la primera tesis. Luego, con todos los cambios al descanso, parecía que el Valencia iba a descontrolarse pero pasó justo lo contrario. No le perdió la cara y la presión acabó por dar la recompensa. Es probable que quizás excesiva, pero desde luego el valencianismo necesita este tipo de alegrías.