Rodrigo empuja al Valencia a la tragedia
La expulsión del delantero por una supuesta agresión acaba por desbaratar a un equipo que nunca supo cómo frenar el ímpetu rojillo
Juan Carlos Valldecabres
Valencia
Domingo, 27 de octubre 2019
El Valencia CF visita al Atlético Osasuna (domingo 21:00 h, estadio del Sadar) con la vuelta de Gayà y el regreso de Rodrigo a la convocatoria. la intención blanquinegra es romper la floja impresión que dejó el equipo en Lille (1-1). Osasuna pretende no verse envuelto en la zona baja de la clasificación y para hacer historia: lograr su mejor racha en casa, en lo que serían 30 partidos sin conocer la derrota ante su afición.
Alineación del At. Osasuna. Once de Jagoba Arrasate: Rubén Martínez; Nacho, Aridane, Navas, Estupiñán; Oier, Darko; Roberto Torres, Rubén García; Adrián, Chimy Ávila.
Alineación del Valencia CF. Once de Albert Celades: Jaume Domènech; Thierry Rendall Correia, Gabriel Paulista, Ezequiel Garay, José Luis Gayà; Geoffrey Kondogbia, Dani Parejo, Carlos Soler; Rodrigo Moreno, Kevin Gameiro y Denis Cheryshev.
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Previa del Osasuna - Valencia, por J. C. Valldecabres
La última vez que el Valencia pasó por El Sadar fue hace algo más de dos años (9-1-2017) y se llevó un punto (3-3). Lo más significativo de este desplazamiento no fue el tanto de un lateral como Montoya, ni el acierto de Munir ni el gol en propia puerta de Oriol. Fue, cómo no, el tsunami en el que por entonces se encontraba la entidad de Mestalla. Había dimitido Cesare Prandelli (con lo raro que es que un entrenador cese por su propio interés); le había secundado en la renuncia dos días antes del partido García Pitarch, y Peter Lim tenía el miedo en el cuerpo por no saber cómo resolver el desbarajuste que amenazaba con hundir al Valencia (iba el 17 en la tabla). En Singapur tuvieron entonces la idea de mantener a Voro en el banquillo y apostar por Alesanco para el despacho. Hoy, 33 meses después de aquella visita al estadio rojillo, el Valencia demuestra ser fiel a sí mismo y vuelve a medirse a Osasuna con la habitual agitación interna. Celades es el entrenador pero tiene al responsable del área deportiva (Alemany) a punto de firmar la rescisión (todo indica que será mañana) y aún no se saben los planes de Meriton.
En el hotel de concentración de Pamplona, en aquel soleado día de enero de 2017, el hoy presidente del club, Anil Murthy, mantuvo un almuerzo/reunión con la entonces presidenta (Layhoon) y después de ese encuentro que duró casi dos horas, decidieron cargar con artillería pesada contra García Pitarch, que para el día siguiente había planificado una comparecencia de prensa de la que no salieron bien parados dirigentes y empleados. Hoy, el Valencia vuelve a trasladar a Pamplona la sensación de ser un club que vive en una permanente agitación interna. Nunca hay tregua por Mestalla y Meriton no acierta a la hora de dar con la tecla. Cada vez que Lim se mueve es para abrir heridas. La calma parece que aburre en Singapur.
Y siempre se ha dicho que ese malestar repercute en el vestuario. De aquel equipo de 2017, sólo repiten esta noche Carlos Soler, Parejo y Rodrigo. Es de hecho este último futbolista –que pagó las consecuencias del atrevimiento del seleccionador de utilizarlo lesionado–, el principal motivo para creer que el Valencia no repetirá los errores que dejaron en muy mal lugar al equipo en el último encuentro, el de Lille. Allí, de nuevo con el 4-4-2, Celades no pudo evitar que sus jugadores hicieran posiblemente el peor partido de lo que se lleva de temporada. Se supone que el equipo francés tiene más calidad que Osasuna, pero de todos es sabido la pasión que ponen los navarros.
Llevan sólo dos puntos menos que los valencianistas y ya han anticipado que van a salir a imponer un ritmo alto desde el minuto uno. Del Valencia hay varias incógnitas. Desde saber por qué sistema se decantará Celades, hasta ver las rotaciones. Sin Kang In sancionado, pueden entrar Correia por Wass; Gayà por Costa al estar ya recuperado; Diakhaby otra vez en defensa; Soler o Ferran por la derecha, y quizás hasta Coquelin por la izquierda para no saturar a Cheryshev, con Guedes aún de baja.
El Valencia empieza a acumular varios problemas y uno de ellos, el de las expulsiones, le está costando tantos disgustos como puntos. Cuando no es por culpa de uno, es por otro. Empezó la temporada Coquelin ganándose dos amarillas justo en la primera jornada; en el Wanda se excedió de furia Kang In; en Lille pecó de inocente Diakhaby, y en Pamplona el que sucumbió en ese peligroso virus fue Rodrigo. Si el delantero soltó con fuerza el codo, cuando caía, hacia la cara de Estupiñán de manera intencionada es algo que sólo lo sabrá él y su conciencia, pero en las imágenes de televisión se ve una ligera impresión de que el valencianista tuvo un momento de excesiva rabia. Por supuesto, queda luego la interpretación que cada uno pueda darle al asunto y más en concreto la opinión del colegiado y, en este caso en concreto, el de su auxiliar. La acción, muy cerca de la banda y cargada de fuerza, acabó con el punta y el lateral rojillo por los suelos y aunque se observó que Rodrigo no miraba cuando caía al césped, también es verdad que a veces no hace falta desviar la mirada para saber dónde está el contrario.
A quien no le hizo falta revisar la imagen en la televisión por el VAR fue a Jaime Latre. Rodrigo quedó sentenciado casi al instante y arrastró con ello a su equipo. En un campo como el del Sadar y con un rival tan profundamente entregado a la causa como Osasuna, no se puede andar nadie con despistes de esta envergadura. El Valencia sabía a lo que se enfrentaba. Estaban de sobra avisados. A Pamplona siempre hay que venir poco menos con el cuchillo en la boca. Y si cuando el duelo ofrecía un equilibrio de once contra once no quedaba claro la disposición suficientemente enérgica de los valencianistas, con diez ya quedó descaradamente claro que no era ni mucho menos la noche del grupo de Celades.
Y aquí es donde empieza la cosa a complicarse. Descargar toda la culpa del partido en esa roja es no querer asumir otras responsabilidades. A Rodrigo hay que recordarle que se puede ser igual de bueno o más abrochando una rebeldía que ya, con su experiencia, debería ser un tema superado. Rodrigo lleva cinco expulsiones en su curriculum. Demasiadas. Pero si a Rodrigo, pese a que es verdad que lleva un año cargado de acontecimientos, hay que leerle la cartilla por lo que supuestamente hizo (le puede caer más de un partido aunque lo lógico es que el club recurra), al resto de compañeros también hay que cogerles para recordarles que cuando los partidos se ponen cuesta arriba hay que remar con más fuerza si no quieres que la corriente acabe por llevarte al fondo.
En Lille se jugó mal, rematadamente mal y anoche esa sensación volvió a estar presente de manera sospechosa. Osasuna es un candidato a luchar por no descender, pero suple sus limitaciones técnicas -que no tácticas- con una entrega descomunal. No corrían, mordían. No presionaban, asfixiaban. No metían la pierna, ponían el alma en cada balón. Con esas aportaciones, es difícil imaginar que uno pueda salir vivo de allí sólo con diez. Con once fue capaz el Valencia de golpear primero. Lo hizo con una inspiradísima acción de Gameiro. Para que el francés dejara sentado a Raúl Navas en el recorte, tuvieron que intervenir previamente Jaume, Correia y Carlos Soler. Llevaron el balón hasta la carrera del francés que dejó sentado al central y tuvo la habilidad de colocársela en bandeja a Rodrigo para que éste sólo tuviera que empujarla. Eso pasó en el minuto 13, cuando ya Osasuna había enseñado los colmillos.
El Valencia se había puesto por delante merced a un ramalazo de inspiración. Eso es lo que tienen los equipos grandes, que se cuelan por cualquier rendija para desangrar al rival. Error. El Osasuna no se estaba desangrando. Ni lo estaba haciendo con igualdad en el marcador ni lo sufrió cuando golpeó el Valencia. Ellos siguieron a lo suyo. A meter en problemas al Valencia en la salida del balón. Líneas adelantadas y todos a correr con sentido común. Es casi imposible salir sin rasguños en la guerra pamplonica. De ahí que pese a este inicio prometedor blanquinegro, el panorama nunca resultó satisfactorio en todo su esplendor. En ninguna de las líneas parecía el Valencia sentirse cómodo.
Celades, por aquello de no pisarse los dedos, había apostado por un guión ya conocido: el del 4-4-2. Metió a Correia por Wass, reapareció Gayà y Kondogbia tenía una nueva oportunidad para reivindicar su valía junto con Parejo en el centro del campo. Pero poco a poco Jaume empezaba a acumular trabajo. La insistencia en el robo de Osasuna llevó a los rojillos a jugar muchos minutos en el bloque alto. Al Valencia le costó horrores superar ese hándicap. Más aún cuando se quedó con diez. Ahí el equipo de Celades se descompuso sin que nadie evitara el desmoronamiento general.
El empate era sólo cuestión de tiempo. Y llegó. Con la defensa dando demasiadas concesiones, Rubén García le puso el balón en el centro del área para que Oier sólo tuviera que rematarla con un salto imponente. Kondogbia se dio cuenta demasiado tarde de la entrada de su oponente. Osasuna nunca bajó de revoluciones y nunca el Valencia acertó a contrarrestar ese aspecto.
La única esperanza que había era que al final los locales empezaran a acusar ese brutal desgaste físico y mental. Pero no lo hicieron. Es más, su salida tras el descanso todavía les dio una mayor vitalidad. A los dos minutos, el exlevantinista Rubén -de nuevo de cabeza- perforaba la sostenibilidad valencianista. El centro desde la derecha fue perfecto, el descontrol de Correia demasiado evidente y el anclaje de Jaume a su portería nada bueno. Con esos argumentos, a veces tan básicos pero eficientes, Osasuna le había dado la vuelta al marcador. Y lo peor es que lo había hecho con todo merecimiento, sin que el Valencia diera verdaderas señales para contrarrestarlo con argumentos fiables.
El avance de los minutos, por ejemplo, fue aumentando todavía más el porcentaje de posesión a favor de los locales. El Valencia estaba aniquilado. Algo había que hacer. Y Celades optó por variar las posiciones pero no el dibujo. Mantuvo el sistema pero desplazó a Soler al lado de Parejo quitando al desdibujado Kondogbia, salió Ferran para la banda, tiró a Gameiro a la izquierda y puso delante a Maxi. No fue suficiente para enderezar la caída. Cayó el tercero. Ojo que viene el Sevilla.