La falta de climatización daña el producto en el Mercado Central
Los vendedores ponen los refrigeradores a todo gas para que la mercancía dure más de un día y sus motores generan calor en los pasillos
Martes, 12 de agosto 2025, 01:12
Valencia vivió ayer el día más caluroso del año, con 38 grados y alerta naranja. En las calles, los edificios parecían derretirse, y ... dentro de los establecimientos no había un panorama mejor.
En el Mercado Central, el calor no se quedó atrás. Los ventiladores giraban sin descanso, las neveras trabajaban a máxima potencia y los vendedores, armados con abanicos, intentaban mantener no solo la mercancía, sino también la paciencia.
En la pollería, María Pilar Pérez atendía con el rostro lleno de brillo por el sudor. «El aire aquí no se nota apenas. Los grandes ventiladores del Ayuntamiento, los que están arriba, lo único que hacen es mover el aire caliente», explicaba. Para soportarlo, ella y otros compañeros han comprado sus propios ventiladores y pagan el gasto eléctrico que ello supone. «El género aguanta menos, las neveras van a saco, y eso es más dinero que hay que invertir… y encima enfrían peor. Lo bueno es que el mercado abre a las siete y la gente local viene temprano, antes de que haga más calor y lleguen los turistas», se consolaba María.
En la parada de jamones, Ángel señaló un termómetro digital: 27 grados. «Y damos gracias porque que hoy no hay tanta humedad. Hemos llegado a estar a 37 aquí dentro. No se puede estar», recordaba el charcutero. Su clientela habitual, vecinos mayores del barrio, cada vez es más escasa: «Muchos ya no vienen por el calor. Tengo un aire acondicionado mío, costeado por mi bolsillo, porque si no, sería insoportable. La gente incluso se desmaya», se lamentaba el vendedor.
En la joyería, Cristina Anchel lidiaba con otro problema: el calor atrapado entre vitrinas y pasillos. «Con el ventilador estamos a 31 grados. Conforme avance el día, llegaremos a 35. Este mercado está dejado de la mano de Dios. Hablan de un estudio y un proyecto para mejorar, pero seguro que tarda cinco o seis años».
En el puesto de dulces, Cristina ha tomado una decisión drástica: «No traigo chocolates porque se derriten y se blanquean. Todos los años tiraba kilos y este año he dicho que no más». La clientela también ha cambiado: «Vienen menos turistas que de costumbre, y compran menos porque no se quieren quedar dentro de esta sauna. Los locales, si vienen, es entre semana», exponía la vendedora.
«Los turistas piensan que este calor es lo habitual, por eso no se quejan tanto. No obstante, sí que ha bajado mucho la cantidad de personas que entran y consumen en el Mercado», decía una de las dependientas de un puesto de fruta y frutos secos. Ella ha sufrido desperfectos en los cristales que protegen los productos debido a los contrastes de temperatura.
Los motores de las cámaras, de los pequeños aires acondicionados que funcionan enchufados y los ventiladores producen un calor residual que incrementa el malestar en los pasillos, donde están los clientes. Las medidas que toman para salvar su jornada son contraproducentes y repercuten en la recaudación diaria de forma significativa.
El calor del Mercado Central no solo acorta las visitas, también encarece los gastos y obliga a improvisar soluciones diarias. Entre ventiladores caseros y cámaras reforzadas, los vendedores saben que cada grado que sube el termómetro es una batalla que libran solos, mientras esperan una reforma una reforma que no llega.
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