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Josep Vicente Boira suspira mientras ataca el cafelito a media mañana en Mercado Colón: «Si llego a saber dónde metía, no sé yo…» Puntos suspensivos ... en alusión al monumental tomo que preside la conversación: el libro 'València. La ciudad', recién publicado por la editorial Tirant. Coordinador del Gobierno para el desarrollo del Corredor Mediterráneo, exalto cargo del Consell durante la presidencia de Ximo Puig, en su condición de geógrafo ha alumbrado este grueso y adictivo estudio sobre la historia de la ciudad donde nació en 1963. Una criatura que vio la luz en el año 2011 y ahora, recién actualizada, arroja luz sobre nuestra historia, pero también sobre el proteico presente. Incluso se asoma al futuro, a la Valencia postdana.
- ¿Responde a una inquietud propia o es un encargo editorial?
- Mitad y mitad. Siempre he tenido un amor extraordinario por la ciudad de Valencia, una de las ciudades más extraordinarias que hay en España. Y el libro respondía a la idea de divulgar cómo es esta ciudad tan poco conocida. Y es la primer sorpresa que he tenido. Encontrarme con gente que lo ha leído y se ha dado cuenta de las ganas que tenía de conocer las cosas que cuento, de enterarse de detalles de los que había oído hablar pero ni tenía una explicación ni un conocimiento exacto.
- ¿Es una ciudad poco conocida en España y poco conocida también entre los valencianos?
- Sí, es cierto. Indudablemente.
- ¿Y era una sensación que ya tenía cuando abordó la escritura del libro o se ha arraigado a medida que avanzaba con ella?
- A ver, a mí me preocupa mucho el tema de la memoria urbana. Yo creo que las ciudades que triunfan, y sobre todo las que van a triunfar en el siglo XXI, son aquellas que son capaces de mantener viva la memoria. Y ese es uno de los temas que se reflejan en este libro, la necesidad de preservar la memoria urbana para explicar la historia a la gente y proporcionar un hilo conductor, desde la fundación romana hasta la actualidad para que comprendan su ciudad. Y esto me parece que es aún una asignatura pendiente, sobre todo de cara a las nuevas generaciones que han fragmentado mucho su conocimiento del mundo. Hoy los jóvenes conocen pedazos de la realidad, pero es difícil tener una visión completa, una narración. Y este libro pretendía recuperar la memoria urbana y explicar a la gente que no conocía la ciudad cómo es Valencia y sus más de dos mil años de historia pero que a la vez pueda ser un libro capaz de ser leído por personas interesadas pero no especializadas en la historia de la ciudad.
- ¿Y cómo se explica Valencia desde ese punto de vista a un profano o a quien ha nacido aquí o lleva toda la vida en la ciudad?
- Le diría que Valencia es una ciudad con muchas caras. No existe una sola palabra para definirla, es una realidad compleja en sí misma, con diferentes almas. Al menos tres: la Valencia marítima, la Valencia de la huerta y la del Turia. O sea, tres ciudades con dinámicas y realidades culturales muy distintas. Y le diría que debe tener siempre en cuenta que Valencia es una ciudad muy vital. Esa vitalidad ha hecho que no dominara una única visión de la ciudad. Y esto es hoy una ventaja.
- Un activo.
- Un activo, sí. Ahora están surgiendo una serie de ciudades mediasen toda Europa, desde Leipzig hasta Valencia, que no destacan por un solo aspecto pero que sí juntas todos ellos te dan un perfil muy contemporáneo y muy atractivo. Y de hecho, la vertiente turística de Valencia viene un poco de la mano de este elemento. Cuando yo escribí la primera versión en 2011, no era una ciudad turística. Y hoy, evidentemente, hay que dedicarle un capítulo a la Valencia turística, junto a otros elementos que nos hacen también reflexionar a los habitantes de la ciudad, sobre su valor y sobre la importancia de elementos patrimoniales y artísticos históricos a los que muchas veces no dábamos importancia. Los hemos descubierto gracias al turismo.
- Lo cual es toda una invitación a reflexionar.
- Sí, porque tenemos el ojo mejor entrenado. Y es una reflexión colectiva y personal. Eso a mí me ha pasado con el barrio del Cabanyal. Yo soy de allí y tengo un doble sentimiento hacia él. Un sentido de orgullo, de reconocer que por fin el Cabanyal se valora por lo que es, no por lo que podría ser. Y por otra parte, también la queja por la uniformización excesiva, la turistificación o la gentrificación de un barrio que puede colapsar si no se toman medidas.
- Ese Cabanyal es emblema de la Valencia que mira al mar pero hay quien sostiene que comprender la esencia de la ciudad exige entender que nació como un enclave fluvial. ¿Está de acuerdo?
- Es que en origen lo era. El otro día hablaba con un amigo que ha escrito mucho sobre Valencia y me decía que por fin entendía la topografía de la ciudad. Y que era algo tan básico como entender que no es una ciudad llana y que en realidad es una ciudad que tiene su colina como Roma. Valencia tiene su pequeña topografía. Y esa topografía está ligada con el río, efectivamente. Los romanos eligen para asentarse la única elevación en varios kilómetros a la redonda. No es que fuera el Himalaya, pero sí que era una elevación que protegía la ciudad de las riadas del mundo. Y por tanto el origen de la ciudad de Valencia es fluvial, pero al mismo tiempo tiene un origen relacionado con la mar, porque inmediatamente los romanos saben que Valencia, en su combinación fluvial-marítima, iba a ser una ciudad importante. Y así lo fue. De hecho, el Turia fue un río navegable y ahí estaba el puerto que los arqueólogos encontraron al lado de las Torres de Serranos. Y esto hay que entenderlo para entender todo su proceso contemporáneo.
- Y está también la Valencia que nos rodea ahora. La del Ensanche. ¿Qué parte de este paisaje opera sobre el alma de la ciudad?
- Es una parte de ella, sí. La historia de Valencia es la historia de un éxito, el del Ensanche, y de un fracaso, el de la reforma interior. Desde el siglo XIX casi se podía definir así a Valencia, como la ciudad que intentó crear una ciudad nueva y lo consiguió con el Ensanche, aunque sea modesto en relación a otras ciudades, pero que tiene su valor y es realmente una parte importante de la ciudad. Y como la Valencia que intentó también una reforma interior, que en esa época era algo muy de moda para abrir la ciudad y su centro histórico. Pero eso fracasó y hay que dar gracias porque tenemos calles que se quedaron a mitad, como la calle La Paz o la avenida del Oeste, que de haberse realizado hoy el centro histórico sería muy diferente.
- ¿Y cuando puso el punto final al libro, qué consejo le hubiera dado a quienes idearon la Valencia que hoy conocemos?
- Les hablaría de eso. De cómo un fracaso al final puede ser un éxito. Y me gustaría transmitir la responsabilidad que hay en la intervención de la ciudad porque las intervenciones quedan y con ellas se marca el destino no solamente de una generación, sino de las sucesivas. Por eso, tomar decisiones sobre la ciudad es un elemento muy complicado, que precisa mucha reflexión. Y lo que les pediría a las autoridades es que tuvieran calma y sosiego a la hora de establecer operaciones urbanas, porque van a quedar para siempre.
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, hubo un momento, y lo sé porque lo he estudiado bien, en que Valencia estuvo a punto de naufragar, que fue en los años 70, cuando incluso a Estación del Norte pudo ser derruida. Había un plan específico para derruirla, cuando hoy es patrimonio histórico. Y hubo una polémica en la prensa, entre otros medios en LAS PROVINCIAS, que participó por ejemplo en la polémica sobre la urbanización del Saler o del jardín del Turia y su conversión del Turia en autopista, que fue un momento estratégico en que la presión social actuó como salvaguarda de la ciudad. En esos momentos se encontró que llevar adelante sus planes hubiera sido destruir una parte importante de la ciudad. Y esa es una lección esencial que debemos extraer.
- ¿Y se aprende esa clase de lecciones? ¿Cree que está en la mentalidad de quienes nos gobiernan hoy?
- Yo creo que hay que entender que a veces las ciudades tienen su ritmo propio. Y Valencia es una ciudad que tiene un ritmo, yo lo noto, y hay que dejar que respire. Es una ciudad a la que hay que dejar respirar, Una ciudad muy popular, con un vigor de su sociedad muy elevado, aunque fragmentado. Puede ser que sin una orientación determinada o única, pero sí con una gran vitalidad, que viene de muy antiguo. De Blasco Ibáñez y de los blasquistas, de las barricadas de 1869, de las Germanías, incluso. Viene de las cuatro guerras que tuvo que luchar en el siglo XIV y que forman su carácter. Todos estos elementos, con los he pretendido explicar cómo es Valencia en un único tiempo que es este libro, son los que conforman esta ciudad. Insisto. Lleva su ritmo especial, así que yo la dejaría hablar. Que se exprese.
- ¿Y de esa primera edición del 2011 a la del 2025, qué atributos han aparecido?
- Hablaba antes del turismo, por ejemplo. Lo primero que tengo que decir es que yo no soy historiador, sino geógrafo. Y por esa razón este libro tiene una visión muy espacial de la ciudad, panorámica. Hubo incluso algún editor a quien lo que le gustó fue justamente esta visión espacial de la ciudad y no los detalles históricos que seguro que un colega historiador hubiera hecho mucho mejor. Y esa visión espacial de la ciudad me hace reflexionar sobre puntos concretos que hasta ahora no hemos tenido. en cuenta. ¿Y qué otros elementos encontré yo desde esa visión más panorámica además del turismo? Pues otro tema que en aquel momento no estaba en la agenda, el de la vivienda. Qué queremos construir en la ciudad. Me parece que es uno de los retos fundamentales de todas las ciudades y sobre todo de las ciudades medias como Valencia. Y el de la movilidad, que también ha aparecido ahora. Pero además hay otro que en 2011 estaba ya encima de la mesa pero que ha emergido incluso con más fuerza después de la dana que es la reflexión sobre el área metropolitana. Esas son las asignaturas que van a marcar el futuro de la ciudad: qué hacemos con el turismo, cómo solucionamos el problema de la vivienda, sobre todo pensando en la gente joven, cómo gestionamos la movilidad y cómo se aborda el debate sobre el área metropolitana. Ahí se juega el futuro de Valencia.
- Acaba de citar el hito dramático de la dana, que casualmente se registra cuando su libro concluye. Si tuviera que redactar un apéndice sobre su impacto en Valencia, ¿por dónde iría?
- Sería crítico y al mismo tiempo humilde. El libro está escrito desde esa visión espacial que mencionaba, sobre cómo nos relaciona con la naturaleza, algo que está en el origen de Valencia. Yo no sé Madrid cómo empezó pero sé que Valencia empezó por un motivo puramente geográfico, relacionado con un riesgo natural que era las inundaciones. Y ahora estamos hablando otra vez de inundaciones, dos mil y pico años después. Por tanto, debería escribir sobre la humildad que debe presidir nuestra relación con el entorno. Y en segundo lugar, más humildad: la escala municipal ya no es suficiente para responder a los retos que tenemos. Creo que la dana nos lo ha dejado bien claro. Ningún municipio va a poder salir solo de esta situación: se necesita una visión metropolitana. Y el municipio mejor armado para estructurar esa respuesta es justamente el de Valencia, que tendría que liderar ese proceso. Esa es mi sugerencia: un proceso de reconstrucción territorial después de la dana, de base metropolitana, liderado por Valencia.
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