Lunes, 27 de agosto 2018, 12:48
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Es una de esas zonas poco conocidas de Valencia. El barrio de Campanar reúne todas esas características que se espera encontrar en un remoto y solitario pueblo, y no en plena urbe. Calles tranquilas, casas antiguas, fachadas con un encanto diseñado por el paso del tiempo. Recorrer sus aceras es pasear por un rincón de paz, ajeno al constante ajetreo de la ciudad. Una especie de paréntesis entre el tráfico, ruido y bullicio, en un lugar donde el reloj parece detenerse, mientras las sombras del atardecer se van colando por cada resquicio. Entre paredes blancas, tonalidades ocre, fuentes y ventanas que se asoman a décadas de historia, permanecen mosaicos en honor a lo que el pueblo fue. Azulejos que recuerdan al oficio hornero y la patrona, la Virgen de Campanar, cuelgan de paredes en las que los ladrillos soportan más años que peso. Casas, unas bajas y otras ilustres, que recuerdan un tiempo no tan lejano, muestras de la Valencia pasada rodeadas de la ciudad actual.
Andoni Torres
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
-
1
La madre de la niña de cuatro años salvó la vida de su hija al no hacer caso al anestesista y llevarla al hospital
-
2
El anestesista detenido por la muerte de la niña sustrajo los sedantes del Hospital de Manises
- 3 Encapuchados siembran el temor en Náquera con una oleada de robos a chalés: «Yo no me quedo sola en casa»
- 4 Muere en Madrid una mujer tras precipitarse desde un décimo piso con sus dos hijos de 3 años, ambos muy graves
-
5
El WhatsApp de Pradas a Mazón justo antes de la comida en El Ventorro: «La cosa se complica en Utiel»
-
6
«Cojonudo»: el WhatsApp de Mazón a Pradas tras ser informado de la situación en La Ribera y el Poyo el día de la dana
-
7
Las notas de la moleskine del cerebro de la dana revelan el primer Es Alert
- 8 Calles cortadas en Valencia por el Maratón 2025: así afecta al tráfico
- 9 Muere Alfonso Ussía a los 77 años
-
10
Varias clínicas dentales borran en sus webs el nombre del anestesista detenido por la muerte de la niña de Alzira
-
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad