«Iba a matarme, no paraba de pegarme hasta que partió el gayato, era como una fiera»
Un vecino de Macastre de 89 años relata la brutal paliza que le propinó una sobrina para robarle cien euros. La detenida ya ha ingresado en prisión
«La sangre del ojo no me dejaba ver nada, solo golpes y más golpes, pensé que hasta aquí había llegado, que me mataba y que el siguiente golpe iba a ser el último». La fortaleza de Vicente, un vecino de Macastre de 89 años, evitó el triste desenlace que cualquiera de los que entró en su domicilio y presenció el dantesco escenario de la agresión y el estado en el que fue encontrado el anciano daban por seguro, su muerte.
Si ya es inhumano un ataque de estas características contra una persona mayor, que el mismo lo cometa alguien de tu propia familia, a traición y sin mediar palabra, agrava todavía más si cabe lo ocurrido el pasado viernes 18 de julio en la localidad valenciana de Macastre. Agentes de la Guardia Civil han arrestado a una sobrina de la víctima como presunta autora de la brutal paliza. La detenida, de nacionalidad francesa, ha ingresado en prisión provisional dada la gravedad de los hechos y el riesgo de reiteración delictiva. Por el momento se le imputan los delitos de lesiones graves y robo con violencia tras haberse apoderado de unos cien euros y una cadena de oro que portaba el octogenario, aunque la acusación particular, ejercida por el letrado Vicente Monzó, sostiene que se trató de una tentativa de homicidio/asesinato.
La arrestada es hija de un sobrino de Vicente, quien la ha visto crecer desde que la niña regresó con su familia de Francia a los trece años. Según explica el agredido, su relación era buena, aunque siempre ha sabido que interesada por parte de ella, quien solo acudía a verlo cuando quería dinero o necesitaba algo. El buen carácter de Vicente, apreciado y querido en el municipio precisamente por su personalidad -tras años como voluntario de Cáritas y juez de paz– hacía que siempre tuviera un plato de comida en la mesa para su sobrina, sin importarle lo conflictiva que fuera.
El anciano pudo pulsar el botón de teleasistencia cuando su agresora se marchó y fue evacuado al Hospital de Manises
Así, el día anterior a la paliza la ahora detenida estuvo en la vivienda de su tío. «Me dijo que había ido a por unos papeles al ayuntamiento», recuerda Vicente. No llega a media hora el tiempo que estuvo en la casa, al parecer, ya iba con la idea de volver al día siguiente y la presunta agresora estaba analizando la situación.
Ataque sorpresivo
A la mañana siguiente, en torno a las 12.30 horas, tras esperar a que saliera del domicilio la empleada del hogar que trabaja en la casa, la sobrina del anciano tocó el timbre. Directamente se dirigió al salón para sentarse y una vez se sentó el octogenario en el sillón de al lado, la presunta agresora se abalanzó sobre él sin intercambiar ni cuatro palabras. «Saltó sobre mí y cogiéndome del cuello empezó a gritar que la iban a matar si no le daba 300 euros», relata la víctima, que se recupera ya en su domicilio tras tres días hospitalizado y todavía con curas diarias.
«Como pude me la quité de encima, pero seguía pegándome y con el ojo hinchado y la sangre ya no veía nada». El hombre recuerda que su agresora cogía «todo lo que pillaba» para seguir pegándole, hasta una silla metálica que había en el comedor. Mientras, él le intentaba tranquilizar para que parara. «No me pegues más, me vas a matar y si me matas a mí te matan a ti», le suplicaba haciendo referencia a esa supuesta deuda de 300 euros que ella le había confesado -aunque desconoce si realmente era cierto o hay más personas presuntamente implicadas–.
A rastras lo sacó hasta otra estancia de la casa, donde su agresora prosiguió dándole golpes, esta vez con el gayato de madera del propio anciano, mientras este trataba de defenderse a duras penas. «Intentaba evitar sus golpes poniendo los brazos y las manos, pero ya no podía más». «Iba a matarme, no paraba de pegarme hasta que partió el gayato, era como una fiera», confiesa el octogenario, quien en ese momento, tendido en el cuarto de baño sobre un enorme charco de sangre, pensó que había llegado su hora.
«No sé quién hizo el milagro, pero el gayato se partió». El anciano -que no llegó a perder el conocimiento en ningún momento- aprovechó para «buscar una solución para que me dejara con vida», y le dio el poco dinero que tenía en la cartera y un cajón, unos cien euros. Con ese exiguo botín, una cadena de oro y llaves de la casa, huyó su agresora.
Vicente, que hasta ese instante ni había podido reparar en el botón de teleasistencia que tiene en casa, lo pulsó y rápidamente acudió al domicilio el marido de su cuidadora. Tras ser asistido por el médico y la enfermera del centro de salud de la zona, el anciano fue evacuado al Hospital de Manises.
Autónomo e independiente
La hija del agredido, muy reacia a hacer declaraciones sobre la brutal agresión que sufrió su padre, solo ha accedido a hablar con LAS PROVINCIAS para que la información sobre este tipo de barbarie sirva de algún modo para que no vuelva a ocurrir nunca más. “Que se proteja a nuestros mayores, que deciden vivir a su manera porque pueden”, añade. De hecho, antes de recibir la paliza que a punto estuvo de costarle la vida, Vicente era una persona totalmente independiente y autónomo, y a sus 89 años seguía haciendo vida social y yendo al campo donde tiene olivos y hortalizas.
En contraposición a lo que describe como “la mayor bajeza del ser humano”, por la acción por la que su sobrina está ya en prisión, la hija de Vicente destaca al vecindario de Macastre, que desde el primer momento se volcaron con su padre y acudieron a ayudar en lo que fuera necesario, incluso hasta para limpiar la sangre. Después de varios días todavía hoy los signos de la brutalidad del ataque son visibles en el techo.
Por su parte, la Guardia Civil prosigue sus investigaciones y no da el caso por cerrado con la detención y encarcelamiento de la sobrina del anciano. “Desde el minuto uno iba con la intención de matarle, pero mi padre es muy duro”, remarca la hija de Vicente. La víctima no pierde el ánimo y espera poder regresar al campo “con sus olivos y hortalizas”.