Amigas de la pareja atribuyen a Gabriel malos tratos a sus hijos

En otra ocasión vio cómo zarandeaba «violentamente» al menor. Tanto le importunó estas conductas que pidió a Gabriel que se marchara de su casa. «No les trataba bien, ni a ella ni a los niños, y le aconsejé a María que se separara. Poco a poco fue apartando a todas las amistades de ella para controlarla mejor». Según su testimonio, «Gabriel atribuyó a su madre abusos sexuales en la infancia y hasta un secuestro».

Poco antes del crimen, Karim propuso a María que se fuera con ella y los niños, que huyera de casa para dejar a Gabriel y protegerla de él. «Al principio aceptó, pero luego no respondía, pregunté a Gabriel por móvil pero él tampoco contestó».

En una visita a María en prisión, «me dijo que en una carta en prisión él le decía que, como era inimputable, asumiera toda la culpa y así luego podrían marcharse juntos».

Julia fue amiga de la pareja en Rocafort. «Fui a la casa un día y Gabriel estaba con la bebé Ixchel llorando. Tenía hambre y él decía que se dormirá de hambre. Tuvimos que comprar leche para que se calmara, porque él no la alimentaba«.

Gabriel, asegura, «no paraba de hablar de las sectas y de los abusos del niño en el colegio, totalmente convencido». Según él, ahonda Julia, «había apellidos que pertenecían a la secta, entre ellos los de la familia de María. Él decía que para entrar en la secta había que hacer sacrificios de niños pequeños«. Gabriel «no mostró nunca empatía, era calculador al milímetro, controlador de María».

Desde la percepción de Julia, «Gabriel estaba volviendo loca a María y fue al punto más delicado de su salud mental, sabiendo que acababa de dar a luz y era más vulnerable. Para mí, a Gabriel le daban igual sus hijos».

Cristina, otra testigo, fue amiga de la pareja en Rocafort. Horas antes del crimen visitó la casa de la pareja. «Gabriel decía que la secta los iba a matar y que se tenían que marchar, era una obsesión suya. Decía que toda la familia y amigos estaban en la secta y no podíamos convencerle de lo contrario. Además, estaba convencido de ser Jesucristo y de que María era María Magdalena, y nosotras los apóstoles«.

Cristina incidió en supuestos maltratos de Gabriel a los niños: «Cuando el niño mordía, él le mordía para que aprendiera. En otra ocasión arrojó al niño a un campo de naranjos y María me contó que Gabriel estaba iniciando al niño en la secta ahogandolo en la bañera».

A Cristina le llamó la atención lo «aseado y limpio» que estaba Gabriel cuando fue a verle a la casa de Godella después del crimen. También su apariencia «fría, como si no hubiera pasado nada». Ante la recomendación de que fuera María al psiquiatra, «él decía que las enfermedades mentales no existen, que era todo por los extraterrestres, los espíritus, la secta…».

Natalia es la propietaria de la casa de Godella donde se produjo el crimen. Intentó en varias ocasiones que la pareja se marchara de allí ante la ocupación ilegal. Contactó con la madre de María, de una familia conocida en el pueblo, preocupada porque venía una gota fría y se podría inundar la zona, «pero ellos no quisieron marcharse».