Valencia auspició la primera vacunación contra el cólera en el mundo
El doctor Jaime Ferrán aplicó de forma generalizada el remedio recién descubierto en los vecinos de la capital y la provincia
PPLL
Sábado, 26 de septiembre 2015, 00:33
En el siglo XIX, las condiciones de vida de los valencianos eran muy duras. El agua potable llegó a mediados de ese siglo, pero los sistemas de conducción eran todavía muy precarios, lo cual provocaba que tanto el agua que se bebía como la que discurría por las acequias y servía para regar los campos se contaminara con facilidad. Junto a la falta de higiene de una población que vivía hacinada, el cólera tenía el caldo de cultivo propicio para propagarse rápidamente. Así había sucedido durante todo el siglo XIX, desde que en 1817 la epidemia se extendiera por toda Europa; en 1885 llega un cuarto brote a Valencia. Según cuenta la profesora María José Báguena, que ha estudiado con detenimiento esta epidemia, el cólera entró por Novelda, Xàtiva y posteriormente llegó a la ciudad de Valencia y otros pueblos limítrofes. Nadie quería pronunciar la palabra cólera, que era una enfermedad muy peligrosa que provocaba una gran alarma social y en un primer momento se diagnosticaba como una gastroenteritis.
Pero en esta ocasión, el Ayuntamiento de Valencia reaccionó de forma muy distinta. Báguena explica que doctores como Manuel Candela o Amalio Gimeno habían tenido noticia a través de revistas especializadas de que en Tortosa había un médico, Jaime Ferrán, que había aislado en su laboratorio la vacuna anticolérica. El bacilo causante de la enfermedad había sido descubierto por el doctor Robert Koch un año antes, en febrero de 1884. Hasta allí se desplazaron los facultativos, que fueron de los primeros en ser vacunados contra la enfermedad. Al volver a Valencia dieron conferencias y escribieron artículos comentando el viaje que han hecho a Tortosa.
Cuando en abril de 1885 se detectan los primeros casos de cólera en la ciudad, el Ayuntamiento, aconsejado por la Junta Municipal de Sanidad, un consejo asesor del que formaban parte, entre otros, Manuel Candela y Amalio Gimeno, llamó al doctor Ferrán. Le pidió primero que diagnosticara esos casos que se habían detectado, para descartar que fuera una enfermedad común. Ferrán así lo hace y cuando el brote se extiende el Ayuntamiento le pide que se instale en Valencia para realizar una vacunación masiva a la población. Fue la primera vez en el mundo en que la vacuna se aplicó de forma generalizada, y posteriormente el médico catalán recibió un premio internacional en París reconociéndole su labor.
7.000 afectados
Fue el propio Manuel Candela quien le prestó una casa en la calle Pascual y Genís, donde todavía no se había ido a vivir, que sirviera de laboratorio y también para que se convirtiera en el centro de vacunación de los habitantes de la ciudad. Todavía en la actualidad una placa en la fachada del edificio recuerda aquel hecho histórico. Ferrán no se limitó a vacunar a los vecinos de la capital; se desplazó también a Alzira y otros municipios que habían sufrido también los estragos de la epidemia. En la memoria que publica el médico al año siguiente, y que escribe junto con Amalio Gimeno y el ayudante que se trae desde Tortosa, asegura que murieron casi 5.000 personas y que hubo más de 7.000 casos, según explica Báguena.
Sin embargo, la figura de Jaime Ferrán se ha diluido en la historia. No ha pasado a los anales de la medicina como un reconocido médico quizás por su propio carácter. María José Báguena cuenta que tenía un temperamento difícil, no era muy diplomático y tuvo muchos problemas con el Gobierno, que finalmente le prohibió seguir vacunando, pese al reconocimiento que tuvo de gran parte de la comunidad científica. Acudieron a Valencia casi una veintena de comisiones españolas y un gran número de personalidades científicas extranjeras, así como corresponsales de toda la prensa mundial. Europa miró con interés lo que había ocurrido en Valencia. El propio Santiago Ramón y Cajal, que entonces ocupaba una cátedra en la Universitat de València y fue uno de los primeros en vacunarse, como hicieron el resto de profesores de la Facultad, realizó un informe a petición del Ayuntamiento de Zaragoza, que quería estudiar una futura aplicación de la vacuna. Sin embargo, fue muy crítico posteriormente con la eficacia de la vacuna y arremetió contra Ferrán. Creía que no había servido de nada y que la vacunación contra el cólera era inútil para acabar con la enfermedad.
Comunidad científica
No fue el único. Después de una gran polémica en todo el mundo respecto a la eficacia de la vacunación, a comienzos del presente siglo la comunidad científica internacional reconoció que la vacunación anticolérica de 1885 había sido un importante hito en la historia de la salud pública. Destacados especialistas en bacteriología e inmunología lo consideraron como el primero que había demostrado el éxito de la inmunización preventiva del «hombre contra el cólera» y lo calificaron como «el científico que ha conseguido en primer lugar la inmunización efectiva del hombre por bacterias». Sin embargo, resultan también innegables las graves limitaciones de la aportación de Ferrán. Entre otras, cometió el imperdonable error de intentar mantener el secreto de su vacuna para explotarla comercialmente. En Valencia su aportación histórica ha pasado más desapercibida quizás también porque no tuvo ningún interés por la política como sí lo tuvieron otros médicos coetáneos.
Acceso a agua potable
Según Báguena, estudios posteriores demostraron que aquella vacuna era eficaz en un 80%. Ni siquiera en la actualidad es fiable al 100%, y para una enfermedad como el cólera es la prevención, el acceso a un agua potable de calidad, el mejor método para evitarla. Aquella vacuna no erradicó, por tanto, el cólera en Valencia. Todavía tuvieron que sufrir los ciudadanos otros brotes, algunos en pleno siglo XX, debido a esas deficiencias en la red de suministro de agua potable, que se contaminaba muy fácilmente.
La empresa suministradora del agua tenía que acometer sucesivas ampliaciones en las canalizaciones para poder dar servicio a una población que crecía constantemente. La profesora de la Facultad de Medicina recuerda cómo todavía en la actualidad hay personas, la mayoría gente mayor, que antes de consumir vegetales crudos los dejan a remojo con unas gotas de lejía, un método que permitía acabar con los bacilos que causan la enfermedad del cólera.
La epidemia del cólera del año 1885 y la vacunación de la población se ha estudiado con detenimiento gracias a los numerosos escritos que se han conservado. Tanto la Junta Municipal de Sanidad como el Instituto Médico Valenciano, que entonces se reunía muy frecuentemente, tienen actas donde se conservan estadísticas e incluso la distribución del cólera por barrios. Aquella institución fue el germen del actual Colegio Oficial de Médicos de Valencia, que ha cumplido recientemente su primer siglo de existencia.