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Pedro Coca en la sede de la CEV, que acoge el Club Propeller. Damián Torres
¿Quién es Pedro Coca?

¿Quién es Pedro Coca?

Nacido en Salamanca, hijo de profesores universitarios, se crió en el colegio Alemán, de donde le quedó una tendencia a sacarle partido al tiempo y a ser muy organizado, aunque reconoce que con sus seres queridos le encanta el 'dolce far niente'

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Valencia

Miércoles, 21 de agosto 2019

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Pedro Coca tiene esa seguridad ante la grabadora que le ha dado una vida al frente de asociaciones empresariales, incluso de algún cargo en la Administración autonómica. A pesar de que ya se ha retirado de sus tareas docentes en la Universidad Politécnica, donde se licenció como ingeniero de caminos, no ha querido abandonar la proyección pública, en la actualidad en la asociación de directivos y empresarios asociados a la logística. «He tenido claro desde que empecé con Arturo Virosque, que fue mi padrino, el dicho: «si quieres llegar rápido ve solo, si quieres llegar lejos ve con la gente».

-¿Por qué ahora el Club Propeller?

-Tengo la suerte de que me jubilé de la universidad, y disponía de suficiente tiempo libre. A mí la gente me pregunta: «¿pero no te habías jubilado? Si no paras». Que no sea un cargo retribuido no quiere decir que no tenga actividad.

-Con la jubilación, ¿se ha parado a hacer un repaso de su vida?

-Vivo el presente, eso lo he aprendido en los últimos años, porque es lo único real que tenemos, y miro hacia atrás solo cuando me siento perdido. Uso la metáfora de un barco navegando, si quieres saber de dónde vienes, tienes que ir a popa y ver la estela y te das cuenta de que estás avanzando.

-Le ha dado tiempo a hacer muchas cosas.

-Sí. Lo mejor que he hecho ha sido tener tres hijos maravillosos, que es mérito de su madre, mío y de la vida, es verdad que por la formación, en el colegio Alemán, siempre estoy deseando hacer. Tengo tendencia a sacarle mucho partido al tiempo. Yo me he desarrollado profesionalmente en el mundo de la logística, y la logística es eficiencia.

-¿Lo lleva luego al plano personal?

-No lo puedo evitar. Hay veces que me tengo que decir a mí mismo: «estáte quietecito». Veo una librería y la tengo que ordenar en secciones, temas… Lo llevo dentro. Eso no quiere decir que mi vida sea un organigrama; cuando estoy con mis amigos, con mi familia, disfruto mucho. Mi padre decía muchas veces que lo que más le gustaba era el 'dolce far niente' y yo me reconozco en esa filosofía. Ahora, si quedamos un fin de semana para comernos una paella a mí me gusta saber quién va a traer las bebidas, el hielo, y quién cocina.

-¿La haría usted, la paella?

-Soy valenciano de adopción, aunque me siento muy de aquí porque llevo nueve décimas partes de mi vida. Sin embargo, la gente me lo dice a veces, que se nota que tengo algo de fuera. Quizás llevo dentro un poco de Salamanca, otro poco del colegio Alemán, un muchísimo de Valencia, y algo de haberme movido por el mundo.

Una espina clavada

-¿Qué le agradece a su etapa de profesor?

-El contacto con los alumnos, que me han ayudado a entender a la juventud y a respetarla, y también a comprender a mis hijos, cosa que les agradeceré siempre. Ellos también me agradecen a mí que siempre he sido honesto y les he enseñado todo lo que sabía, y dos años después de jubilarme todavía recibo correos y quedo a tomar café con alumnos que quieren ayuda para orientarse profesionalmente.

-¿Se ha convertido en abuelo?

-No soy abuelo todavía. Me gustaría porque a todo el mundo le gusta ver que se perpetúa la familia, pero tampoco quiero generar ninguna presión moral sobre ellos. Les entiendo, no me cambiaría por la juventud de ahora, en mi época había menos incertidumbre. De momento, tengo amigos que son padres y me dedico a ser abuelo adoptivo.

-¿Cree que estamos peor?

- Antes había menos posibilidades de convertirse en Mark Zuckerberg, pero a cambio había seguridad laboral y la movilidad era menor. Mi hija mayor ha trabajado en media Europa, ¿cómo va a tener la seguridad necesaria para crear una familia?

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