El largo y complicado camino hasta convertirse en falleras mayores de Valencia
Las aspirantes atraviesan un periplo de más de tres meses de pruebas para convertirse en las máximas representantes de la fiesta, en un recorrido nada sencillo y donde se valora la inteligencia, el saber estar, hablar en público, la autenticidad o el amor por la fiesta
La vida está llena de elecciones. Y las elecciones van trazando el camino. Algunas dependen de cada cual. ¿Nos tomamos, como Neo en 'Matrix', la ... pastilla roja o la azul? Estudios, amores y aficiones, por ejemplo. Ahí tenemos mucho que decir. En otras ocasiones eligen por nosotros. La mujer y la niña que hoy son anónimas y mañana pasarán a formar parte de la historia de las Fallas están en manos de la decisión de un jurado; ellos custodian su futuro, porque nada en la vida de esa mujer y esa niña será igual a partir de entonces. Incluso después de dejar el cargo. Una elección así no es sencilla, sobre todo porque hay un cierto nivel de subjetividad y también de intuición de quien tiene el poder de tomar la decisión.
¿Quién va a cumplir mejor su papel como fallera mayor? Posiblemente la mayoría lo haría sin problemas. Incluso hay, entre las mujeres y las niñas que ya han sido eliminadas en esta carrera hacia el éxito, quienes no se merecían quedar fuera de ser miembros de la corte. Quienes podrían haber cruzado esa pasarela del Roig Arena. Todas han sido falleras mayores de sus propias comisiones, han sido preseleccionadas entre otras muchas mujeres y niñas, todas tienen estudios, amor por la fiesta, y muchas ganas de cumplir un buen papel. Pero hay que elegir.
El periplo hasta llegar a la llamada de teléfono de la alcaldesa se ha alargado durante tres meses y medio. Un camino de preselecciones en las que se valora simpatía, inteligencia, cercanía, autenticidad, saber estar, amor por la fiesta, disciplina... Hay muchas variables a tener en cuenta, sobre todo porque las falleras mayores de Valencia tienen una responsabilidad enorme como representantes de una de las fiestas más importantes que existen en el mundo, y son ellas quienes ejercerán de embajadoras, no sólo de todos los falleros, también de una ciudad, incluso una comunidad entera, que vibra con un sentimiento que es difícil de explicar fuera de nuestras fronteras valencianas.
Han cambiado, con los años, las variables que más se tienen en cuenta en esta elección. ¿La belleza es importante? Sin duda lo es, pero se trata de una virtud que ha ido perdiendo peso en aras de que no sean simplemente unas figuras bonitas que no hablan ni se expresan, que sólo adornan. El objetivo es encontrar las representantes idóneas para la sociedad en la que vivimos. Sobre todo la fallera mayor tiene que ser una mujer que sepa expresarse, que tenga ideas propias, que encarne los valores de una sociedad donde están completamente integradas y son iguales en derechos. Mujeres que estudian, que trabajan, que están sobradamente preparadas. Que son emprendedoras, como Laura, que ha creado su propia línea de ropa de pádel, que han encontrado su vocación, como Vega, que estudia Periodismo, o Marta, que es enfermera. O Virginia, que es odontopediatra. Y sí, se ha valorado muy positivamente esta búsqueda de propósito, de sueños ganados a base de esfuerzo.
La eliminación de candidatas
Empezaron el proceso casi 800 falleras, ya que en realidad todas pueden ser elegidas si han ocupado el cargo de fallera mayor en su comisión. De ahí quedaron preselecciones por sectores y una criba hasta las 73 que llegaron al Roig Arena por primera vez, y del que 26 se convirtieron en las cortes de honor de las que saldrá el nombre de las falleras mayores.
En estos tres meses y medio han tenido que someterse a extensas entrevistas, improvisar, hablar en público, desfilar, saludar, relacionarse entre sí y con el jurado, han tenido que demostrar su valía y su amor por las Fallas, y también su capacidad de sacrificio, porque si son elegidas falleras mayores, tienen que estar dispuestas a dejar en suspenso su actual vida, sea la que sea, para entregarse en cuerpo y alma a este cargo. Durante un año. Así, en las entrevistas que ya han ido concediendo, saben que de ser elegidas tendrán que detener sus estudios, pedir excedencias en sus trabajos, paralizar su progresión profesional, e incluso mudarse, porque no se entendería que la fallera mayor de Valencia viviera fuera de la ciudad.
Naturalidad y alegría
A las pequeñas se les valora la naturalidad, la espontaneidad, la alegría y la capacidad de relacionarse con personas adultas, algo que tendrán que hacer durante el ejercicio fallero.
Sacrificios que alguien comparaba con los que antes hacían los jóvenes al iniciar el servicio militar, pero en este caso por una causa mayor, la de pasar a la historia de las Fallas. Es la valenciana una sociedad en la que ser fallera mayor pudiera ser una de las grandes aspiraciones para una mujer o una niña. Para una familia. Y por este fin están dispuestas a renuncias y sacrificios de todo tipo, también a nivel económico.
Mañana los nombres que ya están decididos por el jurado se dará a conocer. Cada una de ellas cuenta las horas, los minutos, en una espera ansiosa con la esperanza de que sea su teléfono el que suene, en uno de los momentos más emocionantes que existe en el calendario fallero. La mayoría estarán en sus casales, acompañadas de su familia de sangre, pero también de la familia fallera. Será la culminación de un camino, y el inicio de otro, que terminará en un año, con una nueva elección, en un proceso cíclico con una maquinaria que Junta Central Fallera mantiene siempre bien engrasada, sin dejar margen al error. Sobre la mesa, la cantidad de actos a los que las falleras mayores tendrán que asistir durante el año que comienza y, además, ese corsé del que una parte del mundo fallero cree que hay que liberarse. De momento, son ellas las que han conseguido renovar la imagen de una figura que tiene que mantener ese complicado equilibrio entre la tradición y la modernidad, en unas Fallas cada vez más masificadas y un papel en el que deben involucrar, también, a los no falleros.
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