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Adrián Pérez Cocera recibió el encargo de Casa Ángel como un regalo. Una pareja sin hijos quería reformar una vivienda ubicada en el barrio de ... Ruzafa, en un edificio de principios del siglo XX. «De mediana edad, sin hijos, apasionados del mundo del arte, la moda y el respeto a lo antiguo y a su reutilización», concreta Adrián, que recuerda que fue este un proyecto que se alargó durante dos años, en el que trabajó mano a mano con los propietarios, y en el que hubo sorpresas y alegrías. «Durante el derribo encontramos un techo de madera, puertas y otros elementos que podíamos recuperar y cambiamos el proyecto inicial».
Dedicados precisamente al mundo de la moda vintage y a la importación y exportación de muebles antiguos, los dueños quisieron que su modo de vida se viera reflejado en su vivienda. «Todo está muy cuidado: la iluminación, las texturas, las sensaciones, los colores... No son espacios funcionales como tal, sino una vivienda que tiene una identidad y que se adapta a su modo de vida».
Así, valora Adrián Pérez poder experimentar sobre un espacio de 100 metros cuadrados diáfano donde crear rincones, con una cocina abierta donde reunirse con amigos. «No hay espacios cerrados porque su modo de vida no es ese, y de hecho esta vivienda no hubiera funcionado con una familia con hijos más tradicional». Otra de las premisas que plantearon los propietarios fue la creación de una bañera de obra ubicada en el vestidor, realizada en el mismo material que se ha usado en el suelo para garantizar una continuidad visual y una sensación de fluidez.
Se ha tenido muy en cuenta, por otro lado, la iluminación, y de hecho la luz natural ha sido uno de los principales recursos para definir la atmósfera de la vivienda. Las ventanas originales, restauradas, permiten que la luz entre en la casa y han generado una sensación de amplitud y ligereza. En las zonas menos expuestas al exterior, el patio actúa como fuente adicional de claridad, que se complementa gracias a una iluminación indirecta integrada en molduras y cornisas. Así, se ha creado un ambiente suave y acogedor que resalta las diferentes texturas y formas sin crear contrastes bruscos.
La paleta cromática ha sido también cuidadosamente seleccionada para no restar protagonismo a los elementos históricos. Los tonos neutros, combinados con la calidez de los materiales recuperados, como el suelo de madera original, generan un ambiente sereno y equilibrado, que permite que las texturas hablen por sí mismas. Las estanterías y bancadas de obra se han diseñado con líneas simples y acabados que se integran perfectamente en las paredes, optimizando el espacio sin sobrecargarlo visualmente.
Esa iluminación indirecta permite que las sombras suaves resalten las texturas y las formas de una manera discreta. «La luz se convierte así en un elemento arquitectónico más, cohesionando los elementos contemporáneos con los históricos». El resultado es una vivienda que mantiene su carácter, pero que a la vez se adapta a las necesidades actuales, ofreciendo espacios luminosos, acogedores y coherentes, donde lo nuevo y lo antiguo se funden en una experiencia espacial unificada. «Ha sido un proyecto que nos ha permitido experimentar, y eso es lo que quiere un arquitecto», explica Adrián Pérez Cocera, un joven de 30 años que salió de la Escuela de Arquitectura en 2020 y que en estos cinco años de ejercicio profesional ha conseguido crear un estudio en el que ya trabajan diez personas. «Al terminar la carrera empecé a participar en concursos y estudios de reformas, me puse en contacto con inmobiliarias y grandes empresas...», enumera Adrián, que gracias a su empuje y su espíritu inquieto trabaja, por un lado, en proyectos residenciales de cierto valor, como Casa Ángel, también lo hace de la mano de cadenas hoteleras en proyectos más grandes y, por último, gracias a licitaciones públicas, que le han llevado a diseñar desde un laboratorio de insectos en Silla (para el departamento de Sanidad Vegetal de la Conselleria de Agricultura) hasta una comisaría, un proyecto que tiene actualmente entre manos. Además, junto a una empresa valenciana, está trabajando en parques acuáticos en toda España.
Ahora, si tiene que definirse, asegura sentirse muy cómodo con el estilo mediterráneo contemporáneo, con la posibilidad de mezclar texturas y tonos. «Me gusta mucho el trabajo de estudios como Ramón Esteve, ERRE o RCR, que trabajan desde el material local y son arquiteturas fáciles de habitar».
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