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Alfonso Calza tiene la agenda llena. Delante de su objetivo se ha colocado la alta sociedad valenciana, que confía en él para generar ese álbum ... de recuerdos en el que se convierte siempre una boda, gracias a un trabajo muy cuidado y un estilo propio. Pero, sobre todo, a una sensibilidad que le lleva a emocionarse ante lo que ve delante de la cámara, y para demostrarlo enseña una fotografía de hace unos días, donde ha conseguido captar la luz entrando en la iglesia de Dominicos e iluminando a los invitados a una boda. Pero a pesar de que es uno de los profesionales más reconocidos en Valencia, ahora mismo está en un momento mucho más introspectivo, quizás porque el tránsito hacia su cuarta década le ha removido. Está enfocado además en ir cumpliendo sueños, como el que anheló durante la pandemia, el de tener un lugar en la montaña para reunir amigos. No es que lo pasara mal en el confinamiento, y enseña un vídeo de quince segundos que habla de su día a día en un pequeño apartamento decorado con mucho gusto que da a dos calles del barrio del Carmen, y donde tiene lugar esta entrevista. Aquellos días le permitieron disfrutar de la música -toca el piano y muestra varias guitarras- y también de poder parar, subido como estaba a la rueda del hamster por su profesión, que en realidad descubrió cuando era un estudiante de Erasmus de Arquitectura en Alemania. Y es que Alfonso no ha llegado al mundo de la imagen por el camino más recto.
-Arquitecto metido a fotógrafo...
-Mi primera vocación, de niño, fue la docencia; yo veía a mi maestro y quería ser como él, aunque con el paso del tiempo me fui desencantando. Luego ya no tuve una vocación clara. Me gustaba la imagen, el cine, pero lo veía inaccesible, poco realista. Mi padre sí estudió Arquitectura y lo que yo tenía era mucha sensibilidad artística, aunque no fuera bueno dibujando. Y al final la fotografía fue el vehículo que encontré con el que podía expresarme y canalizar esa sensibilidad que tenía sin la limitación manual.
-¿Cómo definirías quién eres y qué haces?
-Me dedico a la fotografía. Quizás sería la respuesta sencilla, aunque lo haga en campos muy diversos, comenzando por la arquitectura, un entorno en el que me muevo bien, porque entiendo el lenguaje en el que hablan y puedo comunicarme con ellos de tú a tú. Paralelamente, ha ido creciendo de una forma orgánica, no tan planificada, la fotografía de bodas. Pero lo que tiene en común todo lo que hago es que me dedico a mirar, y yo creo que es una mirada analítica y a la vez sensible.
-Supongo que nadie te dijo que la fotografía fuera un mundo sencillo.
-De hecho, mi primera idea era conseguir sobrevivir de la fotografía y era feliz si podía hacer mi compra; no aspiraba a mucho más porque ya me parecía un privilegio poder vivir de ello. Cuando en Alemania me di cuenta de que no me dedicaba a investigar sobre arquitectura, que me pasaba el tiempo con la cámara en la mano, me pregunté por qué mi energía estaba puesta ahí.
En Alfonso Calza han confiado novios como el hijo del expresidente del Consell, Fran Camps , la fallera mayor de Valencia en 2014, Carmen Sancho de Rosa, la hija del dueño del hotel Las Arenas, Natalia Santos Yanes , o la hija de Ana Serratosa, María Payá , fotografías que han salido publicadas en Revista de Valencia.
-No es fácil hacer entender al entorno que no, que la Arquitectura no es el fin. Que lo tuyo es la cámara.
-Es como el hijo que lo quiere dejar todo para ser artista. Lo que pasa es que aquel momento coincidió con el final de la burbuja inmobiliaria y los arquitectos lo estaban pasando muy mal. El panorama era tan sombrío y yo era tan poco ambicioso...
-¿Te consideras una persona poco ambiciosa?
-En lo económico. Sí lo soy vitalmente, porque sigo con muchas ganas de hacer cosas, de vivir un montón de experiencias, pero nunca pensé en desarrollarme profesionalmente para ganar mucho dinero. No era ese el objetivo. La realidad es que me ha ido mucho mejor de lo que podía imaginar en su momento pero incluso a día de hoy quiero centrarme más en mi desarrollo personal y en mejorar yo que en el aspecto más profesional.
-¿Por qué?
-Porque llevo muchos años donde la prioridad ha sido la parte profesional, y he descuidado otras cosas. Yo creo que ha llegado un momento en que estoy intentando reordenar mis prioridades. ¿Qué tal si primero yo y luego el trabajo? Por ejemplo, a mí me encanta tocar el piano, pero si me esperaba a hacerlo cuando llegaba de trabajar no lo hacía nunca porque estaba muy cansado. Y me planteé qué podía pasar si invertía los términos, si la primera energía que tenía al principio del día la dedicaba a hacer ejercicio, a formarme, a tocar el piano, a planificar… Es un cambio de prioridades.
-Es que cuando uno tiene una vocación clara el equilibrio es mucho más complicado.
-Cuando eres freelance no es tan fácil organizarse.
-¿Crees que se ha ido dignificando el trabajo del fotógrafo de bodas?
-En el sector hay muchos compañeros que hacen unos excelentes trabajos, lo que ha permitido que se haya profesionalizado cada vez más. Ahora hay más posibilidades de mostrar el trabajo de cada uno, la gente puede elegir, y aspiras a hacerlo cada vez mejor. Para mí la gran suerte de ser fotógrafo de bodas es formar parte de los días más felices de la vida de la gente y eso es muy espectacular. Hay otras profesiones, como ocurre en el mundo sanitario, o con policías y bomberos, que les pasa lo contrario, que están en los peores días: un robo, una enfermedad, una mala noticia. Y vivir los momentos más felices, si empatizas, es muy bonito.
-¿Es importante empatizar para hacer un buen trabajo?
-Hay una parte previa a la boda que para mí es muy importante, y en el que genero un sentimiento previo de agradecimiento a los novios por haber confiado en mí y de tener ganas de estar a la altura. De hecho, al principio mi motivación era hacer unos fotones pensando más en mi portfolio, en las increíbles fotos que iba a publicar, y eso ha ido virando hacia un trabajo en el que lo importante es que les quede un buen recuerdo a ellos, que crezca en valor con el tiempo.
¿Cuáles han sido las dificultades mayores a las que te has enfrentado?
-Yo soy muy crítico conmigo mismo, con lo que he hecho y con lo que podría haber sido; he sido un desastre absoluto pero nunca me he rendido. Me ha costado más tiempo llegar adonde quería que a la mayoría de la gente pero me he encauzado, porque siempre he tenido la aspiración de mejorar. Ahora estoy aprendiendo a tener compasión conmigo mismo, con los fallos, porque los errores forman parte del aprendizaje. Hace unos meses me creé un diario de agradecimiento, donde me apunto todos los días cinco cosas buenas que me han pasado el día anterior (Muestra además algunas frases inspiradoras que lee cada mañana, y que tienen que ver más con lo personal. Por ejemplo, hacer sentir a alguien importante).
-Supongo que ya te has hecho la pregunta de cómo te gustaría verte en el futuro. ¿Tienes la respuesta?
-Me gustaría seguir cultivando más lazos personales. Las cosas materiales no me interesan tanto, quizás como un vehículo, por ejemplo con la casa, que para mí es una herramienta para recibir gente, para generar relaciones. Y creo que el hambre de mejorar está muy bien.
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